Los narcocorridos están en la mira de los gobiernos federal, locales y de Estados Unidos. Las autoridades nacionales e internacionales eligieron a la música como el conejillo de Indias para culparlo por la violencia y desgracias que genera el crimen organizado.
Al momento, al menos 10 estados del país han prohibido la interpretación de narcocorridos en lugares públicos, el castigo va desde multas millonarias hasta la prisión. Esto luego de que el grupo Los Alegres del Barranco dedicaran un varias canciones al líder del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Nemesio Oseguera El Moncho, en el Auditorio Telmex de Guadalajara, Jalisco.
Después, el 12 de abril en la Feria del Caballo en Texcoco, se desató una serie de destrozos contra los músicos porque el cantante Luis R. Conríquez se negó a cantar narcocorridos, los cuales lo hicieron famoso. La autocensura del intérprete se dio luego de que las autoridades del Estado de México prohibieron la interpretación de este tipo de música en el evento.
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A todo este contexto, se suma que una semana antes la presidenta Claudia Sheinbaum presentó el concurso “México Canta”, donde se busca promover la producción de corridos pero sin referencias al narcotráfico ni la violencia.
Aunque el discurso de la Ejecutiva Federal es no prohibir este tipo de música, al menos una decena de estados del país ya condenaron esta práctica de manera legal. Por lo tanto, se emprendió una “guerra” desde los gobiernos para silenciar a los corridos que hacen apología de la violencia.
¿Realmente los corridos vuelven a las personas narcotraficantes? En este espacio hemos comentado en diversas ocasiones que la música no tiene un poder tan grande como ese. Es cierto que las canciones son un reforzamiento del contexto que lleva a que una persona elija un tipo de vida, pero no son tan poderosas como lo pintan.
¿Prohibir los narcocorridos hará que pare la violencia o el narcotráfico? Seguramente no. ¿Si la gente ya no escucha este tipo de música en eventos públicos dejará de apoyar al crimen organizado? Lo más probable es que tampoco.
La música es una de las expresiones humanas más complejas que hay, ya que ayuda a comunicar desde un sentir individual hasta uno colectivo. ¿Por qué son tan populares las canciones que describen las hazas de un narcotraficante o de cómo se vive la vida gracias al crimen organizado? ¿Por qué tiene tanto impacto una letra de superación económica y movilidad social? Porque es la realidad que están viviendo muchas personas.
La música popular logra tener un impacto con la masa de gente porque habla de cosas que les ha pasado y que coincide con su realidad. Las canciones sólo son parte del contexto donde se desarrolla una persona, que lo que define su rumbo es dónde creció, las gentes que conoció, las oportunidades a las que tuvo acceso, así como la realidad económica, política y social en la que se pudo desarrollar.
En esta columna se ha hablado del gran impacto que han tenido los corridos tumbados, que no necesariamente son bélicos. La mayoría de estos hablan sobre una vida de excesos, de amor, desamor, superación económica y otros de narcotráfico.
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Pero los más importante es que le dieron voz a una generación de jóvenes incomprendidos, que nacieron en la cima de la guerra contra el narco en 2010 y para ellos la estabilidad económica parece un sueño. Por ello, es que muchos otros, aún fuera del contexto de narcotráfico y violencia que impera en el norte del país, lograron darle un resignificado a las letras para salir adelante de la posición económica de donde están, esto ajeno al crimen organizado.
Por eso cuando vino Natanael Cano al Estadio GNP de la CDMX resonó “Diamantes”, porque le demostró a una horda de más de 60 mil jóvenes que “mi madre no sufre y ahora luce diferente, no se preocupa porque ya no hay ningún pendiente. Traigo la muñeca bien repleta de diamantes, es cierto que ya no soy el mismo que yo era antes”.
Los narcocorridos no son música nueva, tal vez no son tan viejos como el mismo “negocio” del narcotráfico, pero al menos sí tienen más de medio siglo de existencia. Desde el despunte de las carreras de los Cadetes de Linares y los Tigres del Norte, esta música ha estado en la boca de la gente. ¿Ya no se acuerdan del corrido de Lamberto Quintero o La camioneta gris?
Incluso, me atrevo a escribir que los corridos de ahora no son tan explícitos como los del Movimiento Alterado de hace 10 años. ¿Recuerdan los Sanguinarios del M1? Entonces, ¿porqué esta guerra tan apresurada por silenciar los narcocorridos en esta era?
La llegada de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos no sólo significo una guerra arancelaria contra todo el mundo, también la designación de los carteles mexicanos como terroristas. En esta nueva etapa de la batalla gringa contra las drogas está en buscar al responsable fuera de su país a través del nacionalismo.
Laura Sánchez Ley, en su texto “El día en que los narcocorridos fueron declarados oficialmente culpables” para Gato Pardo, relata cómo es que Ángel del Villar y su productora DEL Records tuvieron nexos con el crimen organizado. A través de Jesús Pérez Alvear, esta empresa musical habría fungido como lavadora de dinero para el CJNG, esto según las investigaciones de DEA y el Departamento del Tesoro de EU.
Lo anterior provocó que Del Villar esté enfrentando la justicia estadounidense y el cantante Gerardo Ortiz haya sido detenido por cantarle a quien consideró como su padrino, Dámaso López Núñez “El licenciado”, así como ser la estrella principal de DEL Records y participar en conciertos donde se habría lavado dinero.
Al parecer la industria musical ha sido uno de los caminos que escogió el gobierno gabacho para dar con los capos mexicanos más buscados, y pareciera que esa estrategia se respalda en la Casa Blanca y ahora en Palacio Nacional.
Tras el anuncio del concurso del gobierno federal “México Canta”, la Secretaria de Cultura, Claudia Curiel de Icaza, aceptó ante Billboard Español que este programa no resuelve el tema del crimen organizado y violencia, y para eso hay una estrategia de seguridad nacional. ¿Entonces qué sentido tiene la batalla contra el narcocorrido?
Según Curiel de Icaza, esta es una de las estrategias del Plan México, donde el gobierno mexicano y la Iniciativa Privada quieren captar e impulsar las inversiones de la industria musical en este país.
“(La música mexicana factura) 2,000 millones de dólares en Estados Unidos, de los cuales se quedan en México 500 millones de dólares”, declaró la funcionara a Billboard Español. Por lo que buscan que el gobierno federal impulse la carrera de los músicos y no el crimen organizado.
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Bajo ese panorama, ¿la música y los artistas son los culpables de la violencia y el crimen organizado? El respaldo de la gente al narcotráfico, como algunas letras lo han señalado, no es más que el resultado de la decepción y abandono de las instituciones públicas hacia la población. El abandono gubernamental hacia las comunidades más vulnerables provocó que el narcotráfico supliera muchas de sus actividades, ahora que el crimen ha aumentado su violencia, quién lo podrá parar.
La pérdida de la confianza del poblador en las instituciones no es casualidad, es el resultado de una falta de oportunidades ancestrales. Así mismo, como lo canta el corrido del Chapo: nació en uno de los pueblos más pobres de Sinaloa y pasó de vender naranjas a traficar droga de manera internacional.
¿Quieren que la gente deje de cantar corridos al narcotráfico? Cambien el contexto donde se desarrollan las personas; mejoren las oportunidades de desarrollo social y económicas; que las instituciones realmente sean un pilar para el crecimiento sano e integral del individuo.
El narcotráfico se alimenta de la pobreza y la falta de oportunidades, y aunque no lo quiera aceptar, Estados Unidos fue pieza importante para la expansión de la desigualdad económica en México y América Latina. El capitalismo y sus fases tardías son el punto de origen de tantas enfermedades sociales como el narcotráfico. Y ahora uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo, Trump, quiere encontrar a un responsable de sus problemas cuando su propia estrategia de acumulación fue la que lo originó.
Criminalizar a la música, a los artistas o a las personas que los escuchan no ayuda en nada, muy por el contrario aumenta la estigma y el arquetipo que se tiene: que son personas sin estudios porque se dedican al campo, agresivas o no pensantes. En este espacio hemos insistido en que la música no define a las personas, cada individuo le puede dar un significado propio y uso para su desarrollo personal.
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Se denigra al corrido cuando se tacha por igual, y la mayoría no conoce la diferencia entre uno clásico, tumbado, progresivo o bélico. El gobierno federal quiere impulsar una corriente que ya existe desde hace muchas décadas, la música no sólo habla de crimen y violencia. ¿Han escuchado “Mi tesoro” con Ramón Ayala, “Ranchero y Gallardo” del Komander o “Ilusión 98” con banda sinaloense?
La música del regional mexicano es tan amplia y variada que la gente la señala por lo poco que la conoce o piensa que es, sin saber que hay un universo tan amplio que va más allá de cantarle a un narco. Hace falta más música y mejores condiciones para la población, para que las historias que se canten no seas de desgracias sino buenos relatos. Van en sentido contrario, el problema no es el fruto, sino la raíz.