Calzada de Tlalpan, mi amor
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

Calzada de Tlalpan, mi amor
El bloqueo afecta la circulación en ambas vías de la calzada de Tlalpan. Imagen: Captura de pantalla.

Muchos sábados por la noche, cuando regresábamos de casa de mi abuela Enriqueta, mi papá tomaba Calzada de Tlalpan hasta la salida a Río Churubusco, para de ahí dirigirnos a Mixcoac. Aquellas noches, siempre me quedaba la duda de qué había más allá de ese punto, ¿llanuras exóticas? ¿barrios de ensueño? ¿un país diferente?

Las dudas se comenzaron a disipar cuando nos cambiamos a la colonia Avante, en 1984: en ese momento supe que la Línea 2 del metro terminaba en Taxqueña; que más al sur Calzada de Tlalpan se cruzaba con División del Norte; que por allá al fondo estaba el Estadio Azteca y se llegaba a Xochimilco, Cuernavaca, Taxco y Acapulco. Años más tarde descubrí los “telos” y los conocí casi todos, desde San Antonio Abad hasta ya entrada la carretera federal.

Un poco de historia

En náhuatl, Tlalpan significa “lugar de tierra firme” y antes de la llegada de los españoles, ya era un importante camino que conectaba a los habitantes de Xochimilco y Tlalpan, con los pobladores de zonas como Iztapalapa, Churubusco y Coyoacán, así como con el centro de la Gran Tenochtitlán. La Calzada de Tlalpan ha mantenido por siglos prácticamente su mismo trazado y por donde hoy corre la Línea 2 del Metro, se dice que hubo un importante acueducto. Hacia finales del siglo XIX, comenzó a circular por ahí un tranvía tirado por mulas, que posteriormente fue sustituido por uno eléctrico.

El 1 de agosto de 1970, fue inaugurada la Línea 2 del Metro, que inicialmente conectaba las estaciones de Taxqueña y Tacuba, y que fue ampliada en 1984 hasta Cuatro Caminos. Las vías del convoy anaranjado que divide en dos a la Calzada de Tlalpan, son uno de los elementos distintivos de una de las avenidas más anchas e importantes de la Ciudad de México. A principios del siglo XX, la llegada de cientos de comerciantes, provenientes principalmente de Morelos y Guerrero, dio pie a la aparición de los llamados “hoteles de paso”, porque sus visitantes prácticamente pernoctaban sólo un par de noches antes de regresar a su lugar de origen. Desde finales de los años 60, este tipo de lugares se convirtieron en el paraíso para los encuentros furtivos de amantes ocasionales (y algunos no tanto). En años recientes la prostitución de todo tipo se ha asentado a lo largo de varios kilómetros, entre las estaciones Chabacano y Villa de Cortés, en dirección al sur, principalmente.

La Calzada de Tlalpan también ha sido testigo de accidentes y tragedias, como el choque de trenes ocurrido el 20 de octubre de 1975 en la estación Viaducto, en el que perdieron la vida 31 personas. Una década después, el terremoto del 19 de septiembre de 1985, derrumbó algunos edificios cerca de la estación San Antonio Abad, donde decenas de costureras que trabajaban en condiciones inhumanas murieron. Exactamente 32 años después, otro terremoto dejó maltrecha a una decena de edificios de reciente construcción. Como en el 85, la sacudida de la tierra dejó al descubierto el hedor de la corrupción.

Tlalpan 550

En la primavera de 2011, cuando estaba a punto de cumplir 40 años, decidí que era un buen momento para adquirir un bien inmueble. Por ubicación y, sobre todo por presupuesto, comencé a buscar departamento en las colonias aledañas a Calzada de Tlalpan, en un rectángulo imaginario que tracé, con Río Churubusco y Viaducto como límites sur y norte, respectivamente. Plutarco Elías Calles y el Eje Central Lázaro Cárdenas marcaban los confines al este y el oeste. Durante aquellos meses recorrí, a pie o en bicicleta, colonias como Miravalle, Portales Oriente, Independencia, Nativitas, Niños Héroes, del Periodista, Villa de Cortés, Álamos y la Moderna, donde finalmente compré un departamento.

En algún momento pensé que había sido una de las mejores decisiones de mi vida adulta; 12 años después, no estoy tan seguro de ello. El terremoto de 2017 me dejó sin hogar. Desde hace seis años, los 90 vecinos de mi torre y yo miramos cómo pasan los meses, los administradores, las constructoras y comisionados para la reconstrucción, sin que tengamos la certeza de cuándo volveremos a casa. Muchos vecinos se fueron a vivir fuera de la ciudad (yo mismo estuve en Puebla año y medio), otras familias se desintegraron y algunos condóminos del conjunto Portatlalpan han muerto durante ese periodo de tiempo. Pese a todo, Calzada de Tlalpan es para mí un lugar mágico. He recorrido sus aceras a pie desde Huipulco hasta Lucas Alamán; vi innumerables partidos en el Estadio Azteca; jugué futbol rápido en el Centro Rayo, ahí donde Maradona fue a echar una cascarita con sus amigotes en junio del año 2000; me trepé a los viejos go karts que estaban junto al estacionamiento del Pabellón Azteca, esa carpa de luchas donde a mediados de los 80 reinaban Súper Muñeco, Súper Pinocho y Súper Ratón.

Trabajé durante año y medio en Tlalpan 3000, donde están las instalaciones de Televisa Radio, fui a cubrir una función de artes marciales mixtas (MMA) a la carpa Astros, en Villa de Cortés y después del terremoto de 2017 removí escombros en el multifamiliar de la colonia Educación; en sus canchas de cemento, donde durante tres años vivieron algunas familias, jugué futbol muchas mañanas con mis amigos de la secundaria. Cerca de la estación Xotepingo del tren ligero, un zapatero remendón me ayudó a reparar mis viejos guantes Cleto Reyes y del desaparecido Club de la Pelea, frente al metro Viaducto, salí más de una vez con el rostro tumefacto después de los entrenamientos de MMA. En una visita escolar, cuando iba en la primaria, conocí la vieja Cineteca Nacional antes del incendio que acabó con ella en 1982, pero nunca he visitado el California Dancing Club, de la colonia Portales.

A lo largo de Calzada de Tlalpan puedes encontrar establecimientos mercantiles centenarios, como El Emporio Mercantil (abrió sus puertas en 1916), en la colonia San Simón; los churros El Dorado, cerca del metro General Anaya; una vieja fábrica de futbolitos, en Villa de Cortés; un taller que repara cajas registradoras antiguas, en Chabacano, y muy cerca de ahí, la legendaria Casa de Petra, una tienda de reparación y venta de electrodomésticos famosa por la muñeca que lleva en sus brazos una licuadora y un temible rodillo que mueve mecánicamente de arriba a abajo. De los oscuros pasajes que cruzan por abajo esa arteria algún día escribiré una novela. En Calzada de Tlalpan puedes encontrar de todo. Y cuando digo de todo, es de todo.

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