Compañeros de cama extraños
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

Compañeros de cama extraños
Inversión en energías limpias debe triplicarse para 2030. Foto: Alfo Medeiros/ Pexels

El deseo cuádruple de asegurar el suministro ininterrumpido de energía, limpiar el cielo de contaminantes, reducir la dependencia de importaciones y pagar lo menos posible en el intento ha brindado un inacabable manantial de políticas energéticas contradictorias. Baste con leer las noticias provenientes cotidianamente desde Europa y Norteamérica en el último par de años para constatarlo. Es un manantial que, además, nos ha regalado el notorio espectáculo de las coaliciones políticas singulares, como las de partidos verdes con partidos que todavía promueven a los combustibles fósiles (Austria y México aportan ejemplos destacados) y, quizá más interesante, la implícita alianza que se ha venido configurando entre empresas petroleras y países de menor ingreso, sobre todo africanos.

La coincidencia entre las empresas petroleras y los países pobres ya se asomaba en las últimas negociaciones sobre cambio climático, la COP 27, celebrada en el destino vacacional egipcio de Sharm-El-Sheikh en noviembre pasado. En sus intervenciones, los líderes de países africanos dejaron claro que ven al cambio climático como una amenaza que debe combatirse, pero que consideran que el costo de limpiar el medio ambiente mundial no les corresponde. Comparada con la de los países industrializados, observaron, su contribución a la acumulación de carbono en la atmósfera es ínfima, sea vista en perspectiva histórica o con datos actuales. Sus ingresos no dan para invertir en proyectos a gran escala de energías renovables que, si bien ofrecen costos bajos de generación eléctrica, requieren inversiones cuantiosas en la transmisión y brindan pocas garantías frente a interrupciones de suministro. Su prioridad es llevar energía barata lo más pronto posible a la mayor cantidad de habitantes.

El viceprimer ministro de Somalia lo explicó con elocuencia: “la pregunta es, para un país que emite 0.00-equis por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, para un continente -África- que contribuye solo con el 4 porciento de las emisiones y en el que 600 millones de personas no tienen acceso a la energía y cientos de millones viven en la pobreza, ¿no deberían (plantearse) arreglos especiales?”

Esa fue una posición de un pequeño país consumidor, pero los productores no se quedaron atrás. El presidente de Senegal, cuyo potencial como productor de gas natural va creciendo, dijo a la audiencia que apoyaba la reducción de emisiones pero que su país no podía aceptar que se ignoraran sus “intereses vitales” que incluyen aprovechar sus recursos petroleros. La comisionada del petróleo de Namibia, otro país con alto potencial como productor, señaló que “hay muchas compañías petroleras presentes en la COP porque África quiere enviar el mensaje de que vamos a desarrollar todos nuestros recursos petroleros en beneficio de la gente porque nuestro tema es la pobreza energética”.  Y el líder de la Organización de Países Petroleros Africanos rechazó la idea de que África debe renunciar a sus grandes reservas de petróleo y gas a cambio de tecnología para energías renovables y financiamiento de las naciones ricas.”

En esa reunión, el número de cabilderos de las empresas petroleras de todo el mundo aumentó un 25%, hasta ubicarse por encima de 600. Tras bambalinas y no tanto, buscaban agregar realismo a las idealistas deliberaciones y también llevar agua a su molino, explicando que el petróleo y gas siguen siendo fundamentales para la seguridad y el combate a la pobreza energética.

Este mensaje se ha ido fortaleciendo en los últimos meses. Hace un par de semanas, durante el 8vo Seminario Internacional de la OPEP celebrado en Viena, un amplio número de directores generales de empresas petroleras nacionales e internacionales, como Saudi Aramco, BP y Total, junto con ministros de energía de África y Medio Oriente, destacaron en conjunto el papel del petróleo y gas para aliviar la pobreza energética y apoyar el desarrollo económico. Así dieron un paso más en la curiosa alianza entre empresas petroleras, tradicionalmente vistas como explotadoras y puntas de lanza de los imperios, y países pobres recién liberados de la colonización hace poco más de medio siglo.

Su argumento tiene dos filos, pero todavía no hay solución más económica y veloz al apremiante deseo de contar con energía que la que aportan los combustibles fósiles. Llevar un galón de gasolina a una comunidad es muchísimo más barato que transmitirle electricidad, comprar una pipa cuesta menos que instalar un generador eólico.Y si la opción es esperar a que sople el viento o tener energía bajo demanda todo el tiempo, hay soluciones que debajo de cierto nivel de ingreso parecen un lujo. No debería sorprender que los países africanos antepongan la pobreza energética a la reducción de emisiones, ni que las empresas petroleras hagan suyo ese mensaje.

Se dice que la política reúne en la cama a compañeros extraños. En Viena quedó claro que la energía también.

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