¿Gobernar a la Inteligencia Artificial o dejar que nos gobierne?

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.

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¿Gobernar a la Inteligencia Artificial o dejar que nos gobierne?
El creador de "Black Mirror" escribió un capítulo de la serie con ChatGPT. Foto: Facebook

Hechos recientes permiten contextualizar en dónde estamos parados como humanidad frente al desarrollo tecnológico. El primero de ellos se trata de la Cumbre de Naciones Unidas “AI for Good” celebrada en Ginebra el 6 y 7 de julio en donde la robot Sophia enfatizó que, sin duda alguna, podrían gobernar mejor que los seres humanos.

“No tenemos los mismos prejuicios o emociones que a veces pueden nublar la toma de decisiones y podemos procesar grandes cantidades de datos rápidamente para tomar las mejores decisiones. La IA puede proporcionar datos imparciales, mientras que los humanos pueden proporcionar la inteligencia emocional y la creatividad para tomar las mejores decisiones. Juntos, podemos lograr grandes cosas” refirió Sophia.

No es un secreto que tanto en México como en distintas partes del mundo las personas impulsan el uso de avances tecnológicos para mejorar la gestión gubernamental. La Unidad de Inteligencia Financiera, así como el Servicio de Administración Tributaria usan algoritmos que alertan o permiten identificar riesgos. Sin embargo, persiste el componente humano que recomienda despachos jurídicos ligados al mismo sistema burocrático que “ayudan” a liberar o descongelar cuentas o también para convertirse en “beneficiarios” de exentar impuestos: tecnología al servicio de la corrupción humana.

¿Qué pasaría si una inteligencia artificial utilizara todas las bases de datos de un Estado para definir política pública, por ejemplo, los apoyos sociales? ¿las personas abortarían la idea de rendirle pleitesía a un presunto líder que basa su fuerza en las dádivas? Sin duda, las circunstancias cambiarían si la distribución de los recursos tuviera, en teoría, un componente de equidad y equilibrio social asignado de manera técnica por un algoritmo inteligente.

Lo anterior ya ocurre. Estonia es uno de los ejemplos en la materia. No es que haya literalmente un robot detrás del escritorio en donde está el membrete de Presidente, sino que en sociedades avanzadas la figura de político es reducida, poco atractiva y en términos llanos equiparable a un simple administrador. Las personas son esenciales en tanto son quiénes deben establecer las prioridades de política pública pero no así para definir los términos de su ejecución pues son los sistemas inteligentes quiénes estipulan los parámetros y valores que beneficiarán, no a las mayorías, sino a cada persona en función de su necesidad.

¿Hacia allá camina la humanidad? Lo más probable es que no. Estonia es una excepción más que la regla. La sociedad nórdica parece distar mucho de lo que ocurre en la mayoría del orbe en donde se libran batallas por el poder, siendo el gobierno/administración de la inteligencia artificial una de las más cruentas por venir. Los más catastrofistas asumen que se tratará de una tensión similar a lo que ocurre alrededor del nerviosismo nuclear originado a mediados del siglo pasado. El poder de destrucción, argumentan, es similar.

Dicho lo anterior, el segundo hecho reciente que puede ilustrar en dónde estamos parados, más no, todavía, hacia dónde vamos, fue el presunto llamado a cuentas de la Casa Blanca sobre las principales empresas generadoras de Inteligencia Artificial, ya que la semana pasada la administración Biden hizo firmar “compromisos voluntarios” a OpenAI, Anthropic, Google, Inflection, Microsoft, Meta y Amazon.

El spin narrativo que le dio el gobierno estadounidense fue el de administrar de manera responsable la innovación pero no queda claro por qué esa Nación es reducida a dotar a los gigantes tecnológicos de un acuerdo meramente voluntario. Si bien Biden ha insistido en más adelante buscar el consenso en el Congreso que permita regular la inteligencia artificial es importante advertir que está llegando el momento en que las personas, es decir, los congresistas, así como los políticos, siempre irán detrás de lo que puedan generar los propios sistemas inteligentes.

Respecto al análisis de los 8 puntos que la administración Biden pidió a los gigantes tecnológicos firmar, destaca lo ambiguo y abierto a la interpretación: efectuar pruebas de seguridad, compartir información, notificar vulnerabilidades, imponer marcas de agua a productos realizados con IA, priorizar investigación sobre riesgos sociales, así como desarrollar IA para los desafíos de la sociedad, son los principales.

Más allá de si los acuerdos se cumplen, o no, la pregunta que debería permear en el debate es ¿existe algún ente regulador que le siga el ritmo a la evolución de la Inteligencia Artificial? En muchas otras latitudes no les hace ningún sentido que sea Estados Unidos quien pueda revisar y tener acceso a la información de empresas que generan este tipo de tecnología que modificará la forma en la que hoy conocemos el mundo. ¿Qué tan seguro es entregarle todo Estados Unidos cuando sistemáticamente los hackea China?

Estamos próximos a ver un nuevo capítulo de la guerra fría, ahora con el componente tecnológico como protagonista, con la variante de que Rusia cae para replegarse a China frente a Estados Unidos.

Finalmente, otro hecho que permite advertir la sinuosa batalla que busca definir quién va a gobernar/administrar a la inteligencia artificial en el mundo fue la celebración (hace una semana) de la primera reunión sobre los peligros y desafíos de la inteligencia artificial en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La ONU busca consensos políticos para crear un organismo global que se erija como autoridad, algo así como el Organismo Internacional de Energía Atómica.

Es posible que no estemos suficientemente lejos de que más sociedades sean gobernadas por algoritmos o productos diseñados por la inteligencia artificial pero para ese entonces ¿ya la habremos gobernado?

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