Feminismos y cambio climático 
Un cuarto público

Abogada y escritora de clóset. Dedica su vida a temas de género y feminismos. Fundadora de Gender Issues, organización dedicada a políticas públicas para la igualdad. Cuenta con un doctorado en Política Pública y una estancia postdoctoral en la Universidad de Edimburgo. Coordinó el Programa de Género de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey durante tres años y es profesora en temas de género. Actualmente es Directora de Género e Inclusión Social del proyecto SURGES en The Palladium Group.

X: @tatianarevilla

Feminismos y cambio climático 

Un feminismo que siempre me ha causado conflicto es el ecofeminismo. Cada acercamiento que tenía al tema me regresaba a posturas esencialistas; así que, después de investigar más, me pareció interesante hablar de los cambios que esta idea ha tenido para entender la relación entre feminismo(s) y cambio climático y/o ecología.

Para analizar esta relación han existido diferentes términos, pero el más conocido ha sido ecofeminismo. Este concepto,en su primera fase –aproximadamente en 1974 en Francia–, postuló la esencialización de las mujeres relacionándolas con la madre tierra, la naturaleza, los cuidados, mujeres como dadoras de vida, mujeres y agricultura y una larga lista biologicista que aún hoy tiene implicaciones en la manera en que se materializan, por ejemplo, las políticas públicas.

Como señala Alicia Puleo,[1]este enfoque representó un peligro respecto al retorno de los estereotipos. Volver a afirmar, desde discursos feministas, que las mujeres somos naturaleza era simplemente, regresar a un discurso patriarcal.

Sin embargo, a la par del desarrollo de los feminismos, el concepto fue resignificado en distintas partes del mundo. Por ejemplo, en Latinoamérica, donde ya se tenía un avance importante a pesar de que no se hablaba tal cual, de ecofeminismo, se politizaban temas relacionados con las mujeres, las comunidades indígenas y la tierra-naturaleza. En algunos casos, estos análisis se ligaban con temas espirituales presentes desde tiempos precoloniales. No es coincidencia que, de acuerdo con Puleo (2021), las primeras teorizaciones en este tema en la región se vincularon con comunidades de la teología de la liberación, sobre todo en Brasil y Colombia; lo cual, más tarde fue enlazado con teorías de justicia social, ecojusticia, justicia ecológica y justicia de género.

Otros conceptos que surgieron en los años ochenta y noventa fueron el ecosocialismo –principalmente en Europa y Australia–, y feminismo social ecológico, ambos, construidos con el objetivo de elevar la discusión “retomando teorías de la economía feminista y visibilizando la subordinación epistemológica de la ecología a la economía, reclamando más atención al trabajo de cuidados de las mujeres como cultivar y preparar los alimentos, el trabajo doméstico –que incluye ocuparse de la basura y reciclaje– y argumentando a partir de las condiciones materiales de las mujeres y no de la biología” (Puleo, 2021), pero todavía sin un enfoque género transformador.

Posterior a los años noventa, en el auge del pensamiento posmoderno, surgieron conceptos como feminismo ecológico en un intento de marcar distancia del concepto clásico. Aquí se retoma el feminismo decolonial y se profundiza a través de críticas a la injusticia social y la destrucción ambiental (Puleo, 2021), señalando la importancia de integrar una visión menos escindida y jerárquica entre naturaleza y cultura, así como formar alianzas políticas para resistir el avance en la destrucción de la biodiversidad.

Lo importante de entender esta evolución, más allá de aburrirles con historia, es analizar el diseño de políticas públicas, el cual, se realiza desde alguno de estos enfoques manteniendo sesgos y desigualdades.

En general, las políticas climáticas han estado ancladas en un sistema que ha invisibilizado las desigualdades y las interseccionalidades de las personas, generando como consecuencia que, por ejemplo, las mujeres y niñes tengan más probabilidades de morir en un fenómeno natural que cause desastre; que las personas desplazadas por el cambio climático sean 80 por ciento mujeres y que el aumento del estrés ambiental y la escasez de recursos incrementen la violencia de género, por mencionar algunos.  

Aún no sé qué concepto me gusta más, pero, sea el concepto que sea, lo importante es que frente a la crisis climática y de desigualdad en la que nos encontramos, estos dos mundos no pueden estar separados. Tenemos una responsabilidad de pensar y actuar sobre cómo hemos destruido nuestro planeta y su biodiversidad y, sobre todo, cuál ha sido la relación de esto con el género.  


[1] Puleo, H. A. (2021) Ecofeminsmo para otro mundo posible. Valencia: Cátedra; España.

Síguenos en

Google News
Flipboard