¿No estamos solos?
Erre que erre

Licenciado en Periodismo y Medios por el Tecnológico de Monterrey y Máster en Teoría de la Cultura y Psicoanálisis por la Universidad Complutense de Madrid, España, país en el que radica actualmente desde hace más de tres años. Editor de La Península Hoy.

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¿No estamos solos?
La Agencia Espacial Estadounidense presentó el estudio sobre fenómenos anómalos no identificados. Foto: Popperfoto

Las afirmaciones vertidas este miércoles en la histórica audiencia que tuvo lugar en el Congreso de Estados Unidos, donde 3 militares en retiro del país norteamericano dijeron bajo juramento de verdad que el gobierno de su país posee restos de “aeronaves de origen no-humano” y que también “esconden restos biológicos de extraterrestres”, han viajado a velocidades supersónicas en las redes sociales y ya comienzan a generar sus primeros efectos en la opinión pública que, por primera vez en la historia, escucha de fuentes fidedignas y de manera detallada que EE.UU “ha ocultado durante décadas un programa que recupera y hace ingeniería inversa a aeronaves de origen no-humano”, lo cual ha estremecido no sólo al comité bipartidista presente en el Capitolio estadounidense, sino a millones de personas en todo el mundo.

Ante lo revelado y su complejidad, vale recordar una de las frases que engendra Fiodor Dostoievsky en Los hermanos Karamazov, una de las novelas de mayor calado psicológico de todos los tiempos: “Si Dios no existe, todo está permitido”. Esta sucinta pero demoledora reflexión removió incluso a pensadores como Sigmund Freud o Friedrich Nietzsche, al grado que, este último, reformuló esta frase en La Gaya Ciencia al afirmar sin contemplaciones que “Dios ha muerto. Y nosotros lo hemos matado”. Ambas elaboraciones filosóficas recobran vigencia tras lo que se escuchó ayer en el Capitolio estadounidense, pues lo que le podría esperar a la humanidad en caso de que los testimonios de David Grusch, ex oficial de inteligencia de la Fuerza Aérea, David Fravor, comandante retirado de la Marina, y Ryan Graves, expiloto de la Armada, sean verídicos y se den a conocer al mundo entero -como ellos buscan- sería un parteaguas para la humanidad, su historia y sus creencias más profundas.

Y es que si bien la muerte o la inexistencia de Dios para Dostoievsky y Nietzsche no son más que dos agudas observaciones de la moral de su época y a la pérdida de valores en la sociedad, así como un duro señalamiento a la iglesia y su “moral decadente” ante el creciente ateísmo -lo cual no es poca cosa-, pocos podríamos suponer que esta hipotética “muerte” o “inexistencia” de Dios, tal y como se ha transmitido a través de “los siglos y los siglos”, llegaría a estar dictada por sucesos que escapan a leyes, creencias o dogmas humanos, como dejan ver los testimonios expuestos el miércoles en Washington y que, de ser reales, podrían generar un cisma político, económico y social a una escala nunca antes vista en el planeta.

La audiencia del pasado 26 de julio bien pudo ser el set de una secuela de películas sobre extraterrestres como Independence Day o Signs, donde los tres testigos -Grusch, Graves y Fravor- afirmaron ante la estupefacción de quienes los escuchaban que “los objetos se mantenían completamente estacionarios en vientos de huracanes categoría 4”, y que “estos mismos objetos aceleraron luego a velocidades supersónicas”. Además, afirmaron que han existido “amenazas y consecuencias severas para algunas personas que han reportado o publicado esto”, y que además, “han sabido de reportes de asesinatos que han canalizado a autoridades”, declaraciones no sólo directas y controversiales, sino de gran repercusión mediática, pues los tres ex militares saben perfectamente que mentir bajo juramento de verdad es estrictamente penado con cárcel en los Estados Unidos.

La confirmación de las históricas declaraciones podría tener otro efecto no menos complejo en las personas de a pie, pues la magnitud de este cambio de paradigma supondría una convulsión de la estructura psíquica de millones de personas -quizá en uno de los efectos más indeseables y peligrosos-, pues pasaría a pulverizar una de las creencias más ‘sólidas’ y difundidas entre los seres humanos a través de los tiempos y que aún al día de hoy (o tal vez hasta ayer), a diferencia de otros supuestos derribados hace siglos por Copérnico y Galileo, y pese al desarrollo tecnológico y la obstinada pulsión humana por encontrar vida en otros rincones del universo -misión hasta ahora imposible, según nos lo han hecho creer- permanece incólume: ser el ‘centro del universo’ como especie.

Esta creencia fuertemente sustentada por la ciencia que nos ha hecho eternizarnos en la concepción egocéntrica de ser “únicos”, pues hasta ahora hemos creído (consciente o inconscientemente) estar hechos “a imagen y semejanza” del creador del universo sin importar filiación religiosa, podría al fin de cuentas no ser cierta -como tantas otras cosas que ocurren en nuestra vida diaria-, o por lo menos, sería inexacta, ya que, en efecto, nunca más volveríamos a estaríamos solos. Es posible que en los próximos meses, a la humanidad le suceda algo similar a lo que se vivió en el siglo XVII cuando Galileo Galilei fue obligado a retractarse del modelo heliocéntrico del universo que proponía, en contradicción con la visión del mundo aceptada por la Iglesia católica, algo que una vez comprobado con el tiempo provocó un terremoto en la concepción del ser humano, solo que esta vez no estaríamos hablando de una nueva disposición de los planetas en un sistema solar, sino de una especie inteligente que también habita el universo, al igual que nosotros.

“Y sin embargo, se mueve(n)”, quizá terminen diciendo los portavoces de esta revelación de gran calado para la humanidad si su versión llega a ser silenciada o simplemente resulta ser apócrifa; sin embargo, lo que ya ha generado nos da para reflexionar sobre cómo estarían a punto de cambiar nuestras vidas y nuestra historia. Al tiempo.

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