Solidaridad envenenada
De Realidades y Percepciones

Columnista. Empresario. Chilango. Amante de las letras. Colaborador en Punto y Contrapunto. Futbolista, trovador, arquitecto o actor de Broadway en mi siguiente vida.

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Solidaridad envenenada
Fotografía aérea del club de yates de Playa Manzanillo tras el paso del huracán "Otis" en Acapulco. Foto: EFE / David Guzmán

Quizás uno de los extremos más crudos de la polarización social que vivimos es el envenenamiento de la solidaridad que los mexicanos habíamos demostrado frente a un desastre natural.

La politización y el enfrentamiento constante que ha generado el presidente ha logrado que una parte de la población dudara en ayudar y en confiar en los canales del gobierno para apoyar a los damnificados por el huracán “Otis”.

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El ego y la soberbia del gobierno de López Obrador es tan grande que trataron, sin éxito, de monopolizar la ayuda con tal de obtener mayor reconocimiento y aumentar sus obsesivos índices de popularidad. Lo que sí lograron fue entorpecer las labores de ayuda en los primeros días después de la tragedia, facilitaron la rapiña y ahuyentaron las ganas de ayudar.

Nuevamente presenciamos, como en la pandemia, a un mandatario que, lejos de comportarse como un jefe de Estado, buscó sacar provecho en la desgracia, pretendió minimizar los errores de su gobierno por la falta de aviso ante el peligro que acechaba la costa y buscó endosarles a sus adversarios su propia incompetencia.

La falta de confianza en el manejo de la ayuda que vimos estos días no es gratuita, todos recordamos el uso indebido y criminal del fideicomiso del terremoto del 19 de septiembre de 2017 por el cual el INE multó a Morena por 197 millones de pesos. También sabemos que los Servidores de la Nación son el brazo de propaganda política de Palacio Nacional y lo que verdaderamente buscan es que el presidente no salga manchado.

Los vientos de desinformación vienen de todas partes y los huracanes mal intencionados buscan ensuciar la conversación pública, estamos inmersos en una guerra de tormentas políticas donde las verdaderas víctimas sufren el embate de la tempestad, de la delincuencia y el abandono.

Estoy convencido que a pesar de los resentimientos personales y el ambiente polarizado que vivimos, la solidaridad de la sociedad civil es mucho más grande que quienes nos gobiernan y lo suficientemente empática para ponerse en los zapatos del otro y ayudar a la causa de Acapulco.

Es momento de confiar y poner todos un granito de arena para rescatar una de las playas más emblemáticas del país. Es momento de volar mucho más alto que aquellas voces que ensucian el alma de nuestro México solidario.

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Es momento de no olvidar la costa de Guerrero, porque, aunque el ojo del huracán se haya disipado, no podemos quedarnos ciegos frente a la tormenta que se les avecina. Días, semanas y meses de sufrimiento, desesperación, enfermedades y reconstrucción.

La solidaridad del pueblo de México llegará, de eso no tengo duda, pero desgraciadamente el desgobierno que vive el Estado de Guerrero dejará a una población damnificada en manos de la delincuencia y vulnerable frente a la marea constante de un gobierno incapaz.

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