Que la guerra no me sea indiferente…
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

Que la guerra no me sea indiferente…
Foto: EFE

La anécdota podría haber pasado desapercibida y hasta como una situación cómica, pero la extrema polarización que existe hoy entre la clase política, los medios de comunicación y los usuarios de redes sociales, hizo que la interpretación en la tribuna de la Cámara de Diputados de la canción Sólo le pido a Dios, fuera tomada como una violación al estado laico.

El martes 7 de noviembre, la diputada morenista María Guadalupe Chavira entonó la canción compuesta por el cantautor argentino León Gieco en 1978 para expresar su tristeza por las víctimas por el conflicto entre Israel y Hamás y de inmediato le llovieron críticas. Incluso, un periodista de El Heraldo de México se exhibió al publicar en la red social X: “¿Cómo que el estado no es laico? Diputada de Morena canta alabanza católica en el pleno”.

No pude evitar sentir pena por la ignorancia del sujeto. Quise imaginarme la cara de Mercedes Sosa, la cantante que popularizó la canción de Gieco en los 80 pero, al mismo tiempo, elevé una plegaria para que los conflictos armados en Medio Oriente y Ucrania no pasen desapercibidos ante mis ojos. ¿Cómo ver los desastres de la guerra sin ser parcial? ¿cómo evitar asistir a la espectacularización del dolor? En entregas anteriores de esta columna he escrito acerca de la deshumanización y la indiferencia que existe hoy en nuestra sociedad. El enfrentamiento entre Israel y Hamás ya suma más de 11 mil muertos y me temo que nos enfrentamos a una guerra prolongada que hará que la deshumanización en ambos bandos y el deseo de venganza sea mucho peor.

‘Fotografíe Auschwitz, caballero’

“Fotos hechas con tanta frivolidad y tanto desapego como lo que somos cada vez más. Como lo que seremos ya para siempre”, escribió el escritor y periodista español Arturo Pérez-Reverte en noviembre de 2010, ¡hace 13 años!, al criticar a sus compatriotas que pagaban 180 euros para ir a conocer el tristemente célebre campo de exterminio nazi.

“Si viaja allí, lo genial es que usted y su familia, o su pareja, o quien puñetas le haga compañía, podrán inflarse a sacar fotos: cientos, miles de fotos con la cámara del teléfono móvil”.

Pérez-Reverte fue criticado agriamente en redes sociales cuando publicó una foto de su viejo Nokia y no de un teléfono inteligente de última generación. En esa misma columna sobre los viajes turísticos a Auschwitz, relató un episodio que presenció luego de un choque entre dos autos en las calles de Madrid: “Había cerca unas 50 personas y no exagero en absoluto si digo que, al menos 30, sacaron sus teléfonos móviles y se pusieron a fotografiar la escena. ¿Qué utilidad tendría conservar la imagen de dos coches abollados?… Clic, clic, clic y luego siguieron su camino, la mayor parte sin preocuparse de averiguar si algún conductor necesitaba ayuda. Tenían la foto, y punto”.

No me imagino al autor de Territorio Comanche, testigo de primera fila en varias guerras de los últimos años del siglo XX con un iPhone tomándose una selfie en la Franja de Gaza para que los demás digan que estuvo ahí.

Las redes sociales, dice Pérez Reverte, están llenas de individuos que “no quieren debate, ni pensamiento; no buscan convencer, sino acusar. Anhelan sentirse parte de un grupo y enemigos de otro, en un mundo que ha sustituido humanismo por humanitarismo y razón por sentimientos”. No puedo estar más de acuerdo con don Arturo.

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