La paz como espectáculo fronterizo en Tamaulipas
Columnista invitado

Sociólogo por la Universidad Autónoma de Tamaulipas, antropólogo social egresado de El Colegio de Michoacán y actualmente investigador titular en El Colegio de la Frontera Norte, Departamento de Estudios Sociales. Analiza las dinámicas de migración, violencia y crimen organizado en la frontera México-Estados Unidos.

La paz como espectáculo fronterizo en Tamaulipas
Plaza principal de Reynosa Tamaulipas. Foto: Wikipedia Commmons

Primer acto: A mediados de enero pasado fui invitado a una reunión denominada Proceso de construcción de la agenda estratégica de paz para Matamoros. Enviaron un programa en el que la Fundación Hogares y la Secretaría de Gobernación figuraban como las instituciones encargadas de dar la bienvenida, hacer la presentación de participantes, del objetivo, de una propuesta de Consejos de Paz, de avances en Matamoros, dudas… en suma, de todo. A la reunión asistimos a lo mucho diez personas, la mitad de las cuales eran compañeros de mi institución.

Mi primera sorpresa no fue el reducido número de participantes en la reunión, sino que nadie de las instituciones que figuraban en el programa asistió de forma presencial, sino virtual. Se enlazaron por videoconferencia dos mujeres representantes, además de una regidora del municipio. Era perfectamente comprensible: el día de la reunión hacía frio y, además, Matamoros es una ciudad violenta y hay que tener cuidado, en especial si intentamos construir paz. La reunión inició y las representantes empezaron a exponer. Compartieron una presentación en PowerPoint.

Después de un momento, la presentación dejó de verse y un fondo negro dominó en la pantalla. “Tan negro como el fin de las políticas públicas”, expresó un colega. Después de percatarse y enmendar el detalle técnico, las representantes continuaron su exposición. Una hora pasó y seguían hablando. Una persona a mi lado se veía desesperada y fue la primera en irse. Yo fui el segundo porque tenía otro compromiso. Por la tarde, le pregunté a mi colega que tal estuvo la reunión y expresó: “Cuando dijeron que no tenían diagnóstico general para Matamoros, ni presupuesto, me fui”.

Segundo acto: Previo al Día de San Valentín se llevó a cabo una Feria de Paz en Reynosa. Yo me entero el día de los enamorados, por la noche, mientras reviso las noticias en mi celular y escucho ambulancias o patrullas deambular por calles cercanas a mi casa. Al evento asistieron el alcalde de la ciudad, Carlos Peña; el gobernador del estado, Américo Villarreal, su esposa María de la Luz Santiago; así como la titular federal de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez; y la titular de la Unidad de Políticas y Estrategias para la Construcción de Paz con Entidades Federativas, Martha Beatriz López. Hubo más gente para la foto, por supuesto.

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A decir de un comunicado de prensa de la Secretaría que encabeza Rodríguez, la Feria de Paz fue un evento que se realizó como parte de la estrategia de prevención y atención a las causas que originan la violencia. Específicamente, hubo asesorías jurídicas, actividades infantiles, trámites para jóvenes y adultos, bolsa de trabajo, servicios de salud gratuitos, etc. Un medio del Valle de Texas, por ejemplo, destacó que “niños y niñas se divirtieron en grande con actividades deportivas, artísticas y recreativas” y “también se entregaron una buena dotación de patrullas de la Guardia Estatal; eso sí, mucha seguridad para todos los asistentes”.

Quizás eso fue lo que me llamó la atención mientras revisaba las noticias en mi celular: una fotografía de los titulares de los tres niveles de gobierno –el alcalde, el gobernador y su esposa, y la secretaria federal- con el fondo de un par de patrullas de la Guardia Estatal. O tal vez me cautivaron las declaraciones de la secretaria federal respecto a que la violencia intrafamiliar se puede atender con diálogo entre las familias, que la regularización de autos es una forma de prevención del delito, que todos los días el gobernador y su gabinete de seguridad se reúnen para atender la violencia en algunas zonas del estado y que el gobernador y Tamaulipas son los consentidos del presidente AMLO. Sólo con esta última afirmación estuve de acuerdo.

Ambos actos me hacen recordar al sociólogo y matemático noruego Johan Galtung, para quien la paz es creatividad, no violencia, empatía. No obstante, para este autor la paz no significaba la ausencia de conflictos. No en balde, a él le debemos la conceptualización y definición del llamado triángulo de la violencia: la directa, la estructural y la cultural. La primera, decía Galtung, es la más visible de todas, pero es sólo una pequeña parte del problema. También recuerdo a la filósofa y feminista Judith Butler, para quien la no violencia –en tanto una vía para la paz- no debe ser una práctica pasiva, sino una lucha política por la igualdad social, una fuerza colectiva y ética.

Hacer agendas de paz por videoconferencia o Consejos de paz en Matamoros sin presupuesto, o ferias de paz con actividades lúdicas y de servicios en Reynosa, parece que en mucho se aleja de conceptualizaciones sociológicas sobre la paz y mucho menos filosóficas sobre la no violencia. Obviamente se ajusta a directrices institucionales, como el objetivo prioritario 1 del Programa Nacional de Seguridad Pública 2022-2024: “Promover la construcción de paz en el territorio nacional, es resultado del problema público identificado como la ausencia de mecanismos de pacificación y construcción de paz”.

El pleonasmo o la técnica tautológica en la descripción del objetivo, lo dice todo. No hay que esperar mucho. El término feria, por poner un ejemplo, deriva del latín feriam, que significa día de fiesta. En árabe proviene de farah, que significa alegría. ¿Le suena irse de farra, juerga o parranda? Pues de ahí viene. Visto así, la paz no es una feria ni se puede hacer una feria de paz o de la no violencia. Eventos como los narrados más bien fueron un espectáculo, específicamente un espectáculo fronterizo porque utilizan una multiplicidad de lenguajes para minimizar la violencia directa y mediatizar estrategias para fomentar la paz; pero, sobre todo, porque omiten la violencia estructural y cultural y en su lugar hacen del interés en la paz un performance.

 ¿Cómo olvidar, por ejemplo, lo 1,023 homicidios que hubo en Tamaulipas de enero a noviembre de 2023, de los cuales 340 fueron dolosos y 683 culposos, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública? ¿O qué decir de las 12,703 personas desaparecidas en la entidad hasta el 2023? Pero centremos la mirada en la región fronteriza: en septiembre de 2020, el Gobierno de Tamaulipas tomó el control de la policía de Matamoros porque fue infiltrada por el crimen organizado; en octubre del mismo año se supo que un ex líder del Cártel del Golfo estaba en la nómina de seguridad de Matamoros; en junio de 2021 se enfrentaron grupos delictivos de Matamoros y Reynosa, resultando en 19 asesinatos; también en el 2021 se hallaron 500 kilogramos de restos humanos en la Bartolina, Matamoros; en marzo de 2023 fueron secuestrados y asesinados estadounidenses; o las balaceras de hace un par de semanas en Reynosa.

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No obstante, la paz como espectáculo fronterizo en Tamaulipas no sólo minimiza la violencia directa, la más visible, sino también la violencia estructural (hasta el 2020 el 34.9% de la población vivía en la pobreza y 3.9% en la pobreza extrema, según el Coneval) y la violencia cultural (en el 2022 un 20.2% de la población fue discriminada por diferentes razones, según la Enadis). Ni hablar de los contubernios políticos y las cadenas de impunidad que prevalecen en esferas altas del poder. Mejor continuemos con reuniones para construir agendas de paz o hagamos ferias de paz. Panem et circenses.

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