‘La Gilbertona’ y las subversiones de la masculinidad
Columnista invitado

Sociólogo por la Universidad Autónoma de Tamaulipas, antropólogo social egresado de El Colegio de Michoacán y actualmente investigador titular en El Colegio de la Frontera Norte, Departamento de Estudios Sociales. Analiza las dinámicas de migración, violencia y crimen organizado en la frontera México-Estados Unidos.

‘La Gilbertona’ y las subversiones de la masculinidad

El pasado jueves 14 de marzo falleció Gilberto Salomón Vásquez, más conocido como “La Gilbertona”. Tenía 88 años de edad y al parecer murió de una pulmonía. Un reportaje del periodista Joaquín Patiño, publicado en El País, afirma que “La Gilbertona” nació en Guamúchil, Sinaloa, pero a los 12 años se mudó a Culiacán y ahí vivió gran parte de su vida. Se trataba de un personaje que desde joven se dedicó a la prostitución, pero que saltó a la fama primero en Facebook y luego en TikTok. A decir de Patiño, se convirtió en influencer debido a su personalidad y porque fue “una parte fundamental de la comunidad LGBT+ por visibilizar la diversidad entre los adultos mayores”.

No es necesario citar el número de seguidores o vistas que tenía “La Gilbertona” en redes sociales para constatar su estatus como influencer o ícono de la diversidad sexual en Sinaloa. Basta con describir los titulares de algunos medios cuando falleció: “Muere La Gilbertona, famosa influencer de la comunidad”, “Muere La Gilbertona, influencer mexicana, a los 88 años”, “Muere La Gilbertona, influencer viral de Culiacán”, “Muere La Gilbertona, no la juzgues sin conocer su historia”, “Muere La Gilbertona, ícono de la comunidad LGBT+ en Culiacán”. Entre muchos otros. 

En vida, “La Gilbertona” se hizo famosa por su personalidad, pero se convirtió en influencer por José Pavel Moreno: un acordeonista de Los Alegres del Barranco, un grupo musical de Badiraguato. Según la periodista Adriana Ochoa, de UR Noticias, desde su infancia Moreno conoció a “La Gilbertona”, la popularizó en redes sociales y se convirtió en su amigo y mánager. El vínculo de amistad entre ambos fue íntimo, al grado que Moreno la acompañó hasta el final, dio a conocer su deceso y expresó en YouTube: “Fue una persona que sinceramente nos divirtió mucho. Fue una persona que nos dejó muchas enseñanzas. Y la verdad que fue una persona excepcional. La neta. Y hay que recordarla con cariño y con gusto, porque ya sabemos cómo era ‘La Gilbertona’”.

La vida de “La Gilbertona” generó un espectáculo tanto en el mundo virtual como en el real, pero también algunas subversiones de la masculinidad hegemónica: aquella que legitima al patriarcado y que demanda a los hombres ser heterosexuales, procrear, trabajar duro, incluso ser violentos e insensibles. Ello es poderosamente sugerente en un estado del país como Sinaloa, donde, a decir del profesor Omar Lizárraga Morales en una nota del 2021 publicada en Noroeste, prevalece un modelo de masculinidad que se caracteriza por: a) enseñar a los hombres desde niños que el amor no es el centro de su vida, b) demostrar que son valientes, independientes, fuertes y violentos, c) embriagarse y ser fiesteros, y d) ser heterosexualmente activos.

Una subversión de la masculinidad hegemónica, por parte de “La Gilbertona”, fue precisamente trasgredir en vida el mandato de la heterosexualidad y la moral de género, para así enarbolar la diversidad sexual con su cuerpo, su historia, sus narrativas en diferentes medios y ante distintas personas. Durante una entrevista con un youtuber, por ejemplo, expresó: “Mi vida fue muy puta. Yo trabajé en todos los burdeles del norte”. No obstante, reconoció que en este proceso se enfrentó a la transfobia que permeaba entre algunos varones fronterizos: “A lo largo de la frontera se concentra mucha gente mala. Ser prostituta en Tijuana y ser gay, requiere tener mucho cuidado, porque hay hombres que los aborrecen y los atacan”. 

La trasgresión y resistencia no sólo la desplegó durante su juventud, sino también durante su adultez al apropiar su biografía y reapropiar el término “joto” como símbolo de su identidad sexo-genérica. Hace unos años, por ejemplo, Los Alegres del Barranco le compusieron una canción titulada: “La cumbia del Gilbertón”. La lírica es en tono de mofa mordaz: describe que es sujeto de escrutinio público (“por Tierra Blanca lo miran pasear descalzo”), la morfología de su cuerpo (“tiene los dedos de trenza, nariz de tacón cubano”), su personalidad (“Se pasa haciendo corajes, peleando con los vecinos”), cuestiona su identidad sexo-genérica (“él se cree una señorita”) y desnuda su intimidad (“no le gusta usar calzones”, “lo hallaron en la maroma”).

Allende lo anterior, el estribillo de la canción reza: “Gilbertón, Gilbertón, un joto muy enojón”. El uso del estigma y la denigración para tejer el espectáculo fue más que evidente. No es de extrañar, pues como escribió Carlos Monsiváis en el 2010, “El joto no es ni hombre ni mujer, y sus únicos vínculos con el perdón son el choteo y las humillaciones interminables”. No obstante, durante una presentación en vivo de Los Alegres del Barranco, “La Gilbertona” apareció bailando su cumbia, contoneándose y portando unos huaraches, pantalón color rosa, una playera color pistache, un collar y un broche en su cabellera rojiza. Su performance no sólo despolitizó el término “joto”, sino también reivindicó el ambiente y la diversidad sexual entre presentes e internautas. 

Otra subversión de la masculinidad hegemónica por “La Gilbertona”, quizás la última, fue trasgredir en muerte los imaginarios sobre la supuesta frontera entre lo que podría denominarse la masculinidad trans y la narco-masculinidad. Según Infobae, al funeral de “La Gilbertona” llegaron al menos tres arreglos florales que llamaron la atención: uno en cuyo listón se leía “De su amigo Ismael Zambada”, otro que decía “Para una persona que siempre conquistó la sonrisa. Familia Guzmán López” y uno más que rezaba “Siempre estarás en nuestros corazones. Tus amigos de Jalisco”. A decir del medio informativo, ello podría significar que la influencer conquistó “el sentido del humor de los criminales más peligrosos del país”. Aunque en otra nota, el mismo medio destacó que no se había comprobado que los arreglos “hayan sido regalo de los capos”.

La escenografía y narrativas en el funeral de “La Gilbertona” no sólo son sugerentes, sino poderosamente simbólicas en Sinaloa, pues, como ha señalado el profesor Marco Alejandro Núñez, esta región se ha caracterizado por la institucionalización del narcotráfico desde hace décadas y, por ende, la configuración de arquetipos de la masculinidad como “el manguera”: hombres de la narcocultura y específicamente del campo “buchón” que hacen uso abusivo de la violencia, son fanfarrones y agreden a las mujeres. En este escenario, la masculinidad trans representada por “La Gilbertona” es disruptiva con la narcocultura, con su dispositivo de poder sexo-genérico, como hace años afirmaron los profesores Guillermo Núñez y Claudia Espinoza.

O tal vez fue más que eso. Después de todo, en Sinaloa no sólo existen arquetipos de masculinidad como el citado, sino también el de “el viejón”, el cual, a decir de Marco Alejandro Núñez y Guillermo Núñez, es una forma de identidad masculina dominante en la narcocultura debido al honor, el respeto y reconocimiento que encarna. Quizás “los viejones” sí enviaron arreglos florales a “La Gilbertona” para honrarla en muerte por motivos varios. Y aunque no fuera así, la escenografía funeraria trasgredió la masculinidad hegemónica que aun deambula en la región y el país. “¡Ay tú!, ¡cómo eres de simple!”, quizás diría “La Gilbertona” después de leer esta nota. 

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