Viva Suecia, la enésima certeza del indie español
Historias peregrinas

Periodista, escritor y editor. Autor de los libros Norte-Sur y El viaje romántico. Director editorial de purgante. Viajero pop.

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Viva Suecia, la enésima certeza del indie español
Viva Suecia, formada en 2013 por Rafa Val, Jess Fabric, Alberto Cantúa y Fernando Campillo, me parecía una de las cartas que mejor personifican el maravilloso estado de forma del indie español en términos líricos, musicales e instrumentales. Foto: Eva Ruiz

Cada día me convenzo más que el indie español es un manantial de bandas de autor. Después de constatar la fuerza y magnetismo en directo de Viva Suecia tras su concierto en el Lunario de la Ciudad de México, me animé a pensar que la banda murciana no está solo para abrazar el indiscutible legado de Los Planetas, Dover, Love of Lesbian y La Habitación Roja, o para establecer una línea continuista respecto a Vetusta Morla y Leiva, sino para abanderar la nueva guardia junto a Arde Bogotá, agrupación que curiosamente también surgió de la provincia de Murcia y que, también, estará de visita en México el próximo mes de mayo.

Este no es un texto para reparar sobre el eterno dilema que supone establecer qué es indie y qué no. Para ello recomiendo sumergirse en el sensacional libro Pequeño circo. Historia oral del indie en España, en el que el periodista barcelonés Nando Cruz se plantea varias preguntas en torno a la naturaleza rupturista, viraje estético y condición experimental, rebelde, independiente y autogestionaria que quedaron inconclusas respecto a un movimiento que supuso, para muchos, una reacción a los últimos coletazos de la movida madrileña a principios de los noventa.

Hecho el matiz, decía antes que Viva Suecia, formada en 2013 por Rafa Val, Jess Fabric, Alberto Cantúa y Fernando Campillo, me parecía una de las cartas que mejor personifican el maravilloso estado de forma del indie español en términos líricos, musicales e instrumentales. Su más reciente álbum, El amor de la clase que sea, en donde dieron el salto a una multinacional como Universal Music, los ha colocado en una posición de privilegio como una banda absolutamente comprometida con sus letras, exageradamente transparente respecto a sus influencias y con esa cuota de intangibles que les ha permitido conquistar salas de conciertos, festivales masivos y los bares locales de donde emergieron.

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Lógicamente, si la comparamos con sus antecesoras, su primera obra bajo el cobijo de una multinacional perdió algo de frescura, pero les permitió incorporar sonidos y arreglos en los que, indudablemente, evocan con mayor acierto la sensibilidad creativa de varios de sus héroes personales, entre los que no es difícil advertir a Wilco, The National, Bon Iver, Bruce Springsteen o Band of Horses.

Tampoco debemos, creo, restarle ningún mérito a su capacidad compositiva para fabricar himnos generacionales. Si tracks clásicos de la banda como “A dónde ir”, “Los años” y “Los días amables” remiten a sus tiempos de garaje en el mítico sello independiente Subterfuge Records —por donde pasaron bandas como Dover y Australian Blonde—, “El bien”, “No hemos aprendido nada”, “Hablar de nada” y “Hacernos polvo” denotan una evolución y un refinamiento explicados, en parte, por las horas de rodaje, la búsqueda constante de nuevas posibilidades y las bondades de la sala de máquinas de una multinacional.

Hay dos factores que, dichos por ellos mismos, explican buena parte del carácter de la banda: su “contundencia melódica” y “épica guitarrera”. Al final, pese a que sus letras exploren lugares tradicionalmente reservados para cantautores e intérpretes de carretera, les gusta idealizarse, ante todo, como una banda al uso: “Aunque toquemos un piano en lugar de una guitarra, seguimos siendo un grupo de rock y una formación tradicional”.

Para ponerle un poco más de perspectiva: Viva Suecia encarna, al mismo tiempo, la espontaneidad del amor de verano, el poder de seducción del libro que te convirtió en lector y la sofisticación de la película con la que te sientes más listo. Algo de especial habrán de tener, supongo.

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