La ominosa recta final
Erre que erre

Licenciado en Periodismo y Medios por el Tecnológico de Monterrey y Máster en Teoría de la Cultura y Psicoanálisis por la Universidad Complutense de Madrid, España, país en el que radica actualmente desde hace más de tres años. Editor de La Península Hoy.

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La ominosa recta final
Las candidatas presidenciales Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez. Ilustración Samantha Guerrero/La Lista.

En menos de un mes tendremos nueva presidenta en México, lo que la noche del 2 de junio significará que habremos de depurarnos de toda la perorata escuchada desde todos los frentes que participan de estas elecciones para volver a afligirnos ‘desde cero’ de nuestra clase política, sin suspiro ni descanso que medie.

Sin embargo, los veintitantos días que nos quedan serán duros para la ciudadanía, al menos para aquella que está pendiente de este proceso electoral que, si bien ha sido mucho más gris que otros comicios anteriores, en parte por la reducida capacidad de los contendientes para mostrar credenciales dignas para aspirar a la presidencia de un país y, por ende, de entusiasmar a las masas de votantes, entre las que se percibe un creciente y preocupante desinterés en el rumbo de su propia democracia, denigrada y puesta a fuego incluso desde la actual presidencia, que mucho tiene que ver con el debilitamiento institucional que vivimos hoy en día, también está claro que ha sido mucho más siniestro que ningún otro.

Y es que en lo ominoso en México viene emparejado con lo cotidiano, donde los asesinatos relacionados con los comicios del 2 de junio ya alcanzaron la terrible cifra del medio centenar de muertos, según la organización Laboratorio Electoral, superando ya los 48 de las presidenciales del 2018, y es precisamente cuando se acerca cada vez más el ‘día cero’, cuando esta violencia despunta ante la definición de las contiendas en todos los frentes, cosa que a algunos convendrá pero a otros no, por lo que llegan los macabros ‘ajustes’ de última hora y esa vil estrategia política que vemos en las sociedades sumidas en la violencia de sembrar el miedo en la población echando fuego en todo el país para amedrentar al votante y su sufragio.

Veremos -o ya vemos- cómo en estos últimos días la verborrea lanzada desde el escalón más alto y con más eco del país, intentará salpicar, distorsionar y envilecer todo lo que esté a su alcance para asegurar la continuidad de un mal llamado proyecto de nación, cuya única viabilidad inmediata es su prolongación hasta que el país llegue a un grado de erosión del que no haya vuelta atrás y entonces, lo que parecía imposible en un México democrático, de instituciones en desarrollo y asentamiento,  y con economía más o menos estable y competitiva internacionalmente, ya no lo sea. Y de ahí hacia abajo -como se barren las escaleras- será una repetición -más burda y más brutal- por parte de los diferentes actores sociales que toman parte en este proceso, donde algunos -como el crimen organizado- no deberían tener cabida nunca, pero que como ya hemos visto, son un actor más y cada vez más consolidado no solo en el ‘quita y pone’ de aspirantes, sino en el mismo ‘teje y maneje’ de la política mexicana.

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Lo que ha ocurrido con decenas de candidatos durante sus campañas e incluso funcionarios del Instituto Nacional Electoral (INE) no son hechos aislados de las jornadas electorales en este país, sino la trágica muestra de quienes son víctimas de algo que parte desde los discursos inconscientes que brindan impunidad a quienes la requieren y así la solicitan para asegurar la ley de la selva en sus territorios, y continua hasta llegar a la violencia más atroz, reflejo de la descomposición social que vivimos, que es la que culmina en actos que “desplazan hacia el piso” (por utilizar el eufemismo burdo de un gobierno soberbio, incapaz de reconocer sus terribles fallas) la civilidad, la integridad humana y la vida misma.

Serán tres semanas largas para la muy empobrecida democracia mexicana que, lejos de vivir una fiesta ciudadana en la que las ideas, la reflexión informada, el debate y los giros inesperados (producto de alguna genialidad de los contendientes) sean lo que la ciudadanía espere, la realidad nos planta nuevamente ante el desahucio intelectual de los contendientes y las campañas negras, el desvío de recursos para candidatos, los dineros de los innombrables, el amedrentamiento social a través de la violencia que se verá exacerbada como ha venido siendo la tendencia en las últimas semanas, y por último en este páramo de la ignominia, los homicidios como el recurso siniestro hecho hábito para sostener o alcanzar -a como dé lugar- eso que se ha vuelto una de las más terribles patologías de la sociedad contemporánea: poder, dinero y reconocimiento sin importar el costo.

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