Macromachismo mexicano: Sheinbaum presidenta

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.

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Macromachismo mexicano: Sheinbaum presidenta
Foto: La Hora Nacional

México se enfila a tener una primer mujer presidenta, sin embargo, las condiciones que hicieron esto posible no son necesariamente las de una sociedad vanguardista, abierta a una relación equitativa entre hombres y mujeres sino más bien expone y refuerza –en un abierto salto al pasado– que Sheinbaum es uno de los productos más acabados y pulidos del machismo contemporáneo mexicano. ¿Podrá romper con este lastre durante su mandato? Sin duda, es una de las expectativas que naturalmente tendrá que afrontar, le guste o no, la próxima titular del Poder Ejecutivo.

Los aspectos que fundamentan esta visión es posible identificarlos en distintos momentos del performance que ha desplegado Andrés Manuel López Obrador quien se consolida como un poderoso líder sobre el cual giran las decisiones políticas del país.

  • 1.- Sheinbaum candidata. La tozudez de un presidente que quiere pasar a la historia a como dé lugar está implícita en su decantación por la ex jefa de gobierno para heredar el poder. ¿Sería menos relevante heredar el poder a un hombre? Históricamente, sí. A la narrativa que busca destacar que será la primer mandataria mujer le compite que eso no sería posible sin que él, un hombre, le diera la oportunidad y pudiera confiar en ella para tomar las riendas del país. Se trata de un movimiento que confirma su olfato y sentido estratégico. La eligió, sí, para pasar a la historia él. Nadie le podrá regatear que, en efecto, fue gracias a su liderazgo que llegará una mujer al poder.
  • 2.- Una campaña en la que él fue el protagonista. La narrativa de AMLO, su partido, Morena y de los voceros/propagandistas, así como de la propia candidata fue construida alrededor del “proyecto” no de Sheinbaum. La estrategia dio un buen resultado electoralmente. Los mexicanos no votaron por una mujer, pero sí lo hicieron por la continuidad del proyecto que emprendió un hombre. Los incentivos que se diseñaron y lograron instalarse en el inconsciente colectivo dejaron –estratégicamente– de lado el género y todo se convirtió en un referéndum a la gestión del todavía presidente. Otra vez, se trató de él. Para su fortuna, su narcisismo fue alimentado de manera basta en las urnas.
  • 3.- La evolución narrativa y la transformación del poder. Con AMLO en Palacio Nacional la narrativa versó todo el tiempo sobre cómo un líder encarnaba al pueblo. Al más puro estilo populista, la propaganda gubernamental y el discurso de quienes, sin pena ni gloria, formaron parte de su equipo, se concentraba en la construcción de una autoridad superior a la cual no le aplican las reglas de los mortales porque “dejó de ser él para convertirse en la voz de quienes gobernaba, de los de abajo, de la mayoría”. No será así con Sheinbaum quien en su campaña hizo un pequeño guiño sobre la construcción de su personaje sobre las mismas bases pero que rápidamente fue atajada cuando el propio AMLO sentenció que, ahora, lo más importante es el proyecto. Ya no más el pueblo transfigurado en una persona. Eso se acabó… o más que acabarse, esa condición sólo es aplicable a él, quien aún sin el cargo buscará prolongar esa figura. Sheinbaum es clave, pero no es fundamental ni puede asumir un protagonismo que le compita. No hay más líder del “movimiento” que él.
  • 4.- Controles y diques. Aún cuando la próxima presidenta haya obtenido una votación histórica con 33 millones de sufragios (superando a AMLO quien ganó en 2018 con 30 millones) su mandato nace acotado. No gobernará con la misma soltura, fuerza y el amplio margen de maniobra del cual él sí gozó. En principio porque, al ser una administración de continuidad, hereda grandes compromisos que en términos de la nueva narrativa son vistos como pilares del “proyecto”. A eso se le suma que no tendrá libertad total para hacer equipo. La “continuidad” exige sacrificios y eso implica asumir los controles y diques que le construye AMLO –paradójicamente– a la nueva mandataria más votada. A los Secretarios de Estado y subsecretarios en posiciones clave que estarán fuera de su alcance y que responderán directamente a AMLO habría que sumar el control del Congreso que aún con mayoría de Morena es posible que tenga a líderes parlamentarios que fueron en su momento sus duros detractores en la lucha interna por la candidatura y quienes también rinden obediencia al tabasqueño.
  • 5.- Tributo al patriarca. Para muchas feministas mexicanas, Claudia Sheinbaum, no garantiza la implementación de una política de género. Incluso, al representar la continuidad se convierte en un riesgo. No solo AMLO desdeñó esa agenda desde el gobierno federal en donde de nada sirvió un gabinete paritario, sino que también en la CDMX que gobernó la violencia en contra de la mujer prevaleció e incluso se buscó ocultarla proactivamente: carpetas de investigación de feminicidios que se abrían en CDMX pero que terminaban en Edomex para “mejorar” las cifras. Es cierto que sin su disciplina y sometimiento, Sheinbaum nunca hubiera podido colocarse en la línea de consanguinidad ideológica para heredar el poder… y aunque es entendible –y fue estratégica su acción pragmática de rendir culto al patriarca– dicha actitud es inaceptable para un sector del feminismo mexicano. Feminicidios al alza, marchas de mujeres dispersadas con gas y toletes, achicamiento de políticas públicas, son apenas un botón de muestra de lo ocurrido en el ámbito local.

Sin duda es positivo que una mujer llegue al poder en México. Será histórico. Sin embargo, también es relevante revisar las formas y el fondo. De momento, todo el andamiaje sobre el cual Sheinbaum arrancará su administración –mismo que le está diseñando e imponiendo AMLO– tiene implícito su acotamiento y nulo margen de maniobra. Interesante será ver si la próxima titular del Ejecutivo –más allá de agradecer, elogiar y ensalzar de forma perenne la figura de quién la creó e instruyó– logra configurarse como una estadista que construya su propia identidad y supere la sombra de un hombre al que poco a poco debe dejar fuera de la ecuación… si es que de verdad busca ejercer el poder.

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