Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas
A la cancha con ‘La 12’
Hace casi seis años que no sigo de cerca al Boca pero, en realidad, mi amor se terminó cuando le ganaron a Pumas. No fue difícil decidir que mi corazón sólo latía por el verdadero azul y oro.
Hace casi seis años que no sigo de cerca al Boca pero, en realidad, mi amor se terminó cuando le ganaron a Pumas. No fue difícil decidir que mi corazón sólo latía por el verdadero azul y oro.
El disparo de la escopeta retumbó en aquella esquina de Avellaneda e hizo callar a la turba vestida de azul y amarillo que se amontonaba contra una barrera de policías. Un hombre canoso y con musculosa negra, con los brazos marcados por la práctica del boxeo, se atravesó rápidamente entre los jefes del operativo policial y, de un manotazo, le bajó el arma al uniformado que disparó al aire.
– ¿Qué hacés, pelotudo?, le gritó mientras la primera línea de “La 12” se agrupaba detrás de su líder.
– ¡Es el Rafa!, señalé emocionado.
– ¡Bajá la mano, gil, acá no se señala a nadie!, me dijo muy enojado Natalio.
Aunque había visto en directo algunos partidos de Boca Juniors, más como aficionado que como periodista, fue impresionante encontrarme a menos de 10 metros de distancia con el legendario jefe de la barra brava del equipo más popular de Argentina, Rafael Di Zeo, un capo mafioso que después pasaría algunos años en la cárcel.
La oportuna resaca
Como casi todas las mañanas de aquel viaje, el “Panza” Reyes, Nato y yo despertamos después del mediodía y con la cabeza en llamas por la cruda. Después de ir a ver un partido del ascenso entre Ferrocarril Oeste y Argentinos Juniors, nuestra primera noche en Buenos Aires la pasamos tomando cerveza en Buller’s, un lugar muy parecido a Beer Factory, en el elegante barrio de Recoleta. Rematamos la velada en casa de nuestro anfitrión, entre tragos de tequila, un porro y los acordes de las canciones de los Feliz Grises, la banda que por aquellos días tenía Nato junto al “Gallego” Sergio y el “Eze”.
Pasadas las dos de la tarde, luego de almorzar y tras la regañada de Nato al “Panza” por su vestimenta, partimos rumbo a la Doble Visera de Avellaneda para ver el partido Independiente-Boca Juniors. Era el 13 de mayo de 2004 y en la cancha del Rojo se jugaba la décimo tercera fecha del Torneo Clausura 2004.
La indumentaria del “Panza” no fue un incidente menor. En su primer viaje a Buenos Aires, salió del cuarto vestido como si fuera a jugar tenis en alguna cancha de Palermo y no a la tribuna visitante de un estadio de futbol: pantaloncillo corto azul marino, polo blanca, calcetas a la rodilla y zapatos deportivos blancos para jugar tenis, todo Reebok y con logotipos del Abierto Mexicano que se juega en Acapulco.
– “¿A dónde crees que vas vestido así, ‘Coria’ (por Guillermo, un tenista profesional argentino que aquel mes alcanzó el tercer sitio del ranking ATP)? Los negros nos matan a los tres, hijo de puta…”
El “Panza” puso cara de no entender nada y su asombro creció cuando Nato le tiró enfrente una camiseta negra de los Rolling Stones y unos New Balance más viejos y sucios que la cancha de Independiente.
En San Juan y Pichincha abordamos el colectivo 95 que nos dejaría a unas cuadras de la cancha, pero el río de hinchas de Boca impedía el paso de los autos e hizo que nos bajáramos del micro apenas bajando del Puente Pueyrredón. Ya estábamos en la Provincia de Buenos Aires.
Había visitado dos veces Avellaneda para ver partidos de Racing, ante Belgrano y Newell’s, y otra para un Independiente-San Lorenzo. El barrio se parece a la zona industrial de Tlalnepantla en pleno Cono Sur: fábricas abandonadas, perros callejeros, autos abandonados, olores rancios y fétidos, mugre por todos lados y un peligro latente que se siente en cada poro de la piel.
Seguimos a la masa de camisetas azul y oro hacia la calle Díaz Vélez en donde, apenas dimos vuelta, nos topamos con un retén de “la bonaerense”, la temida policía de la Provincia.
El estadio, hoy llamado Libertadores de América, ya estaba a reventar, sólo faltaba la barra de Boca, a la que nos unimos en aquella esquina. De una Traffic blanca los barras bajaban los trapos azul y amarillo, cuando apareció el “Rafa” Di Zeo, su hermano “Nando”, y los impresionantes Gustavo “Oso” Pereyra, Alejandro Falcigno y Fabián “Topadora” Kruger, la plana mayor de “La 12”.
Después del incidente con la policía, “La 12” avanzó por la calle Díaz Vélez rumbo a la cancha. Nos pegamos atrás de la barra y nos detuvimos cada vez que nos cruzamos con un cordón de seguridad para impedir que nos enfrentáramos con los hinchas locales. Acostumbrado a las múltiples revisiones antes de entrar a cualquier cancha de Argentina, me sorprendí que a la barra de Boca no le revisaran las bolsas con los trapos. A nosotros no nos pidieron ni las entradas. En las escaleras y al centro de la popular visitante del Rojo, los hinchas bosteros ya esperaban a “La 12”. Y ahí, a un lado, entramos nosotros.
La tarde del ‘Chipi’
Fue un partido de ensueño para Antonio Daniel Barijho. El “Chipi”, un morocho grandote, hijo de inmigrantes paraguayos, anotó dos goles y provocó una anotación en propia puerta de Darío Caballero en la goleada de Boca 4-1 a Independiente. Las primeras anotaciones las vimos detrás del arco donde estábamos, el mismo en el que Lucas Pusineri le arrebató a Boca el campeonato dos años atrás.
Aquella tarde José Omar Pastoriza, el “Pato”, el legendario técnico del equipo de Avellaneda golpeó al juvenil de Boca Pablo Álvarez luego de una barrida del lateral xeneize que hizo rodar por el césped al veterano adiestrador.
El Boca dirigido por Carlos Bianchi tenía en sus filas a Diego Cagna, el brasileño Pedro Iarley y a Neri Cardozo, jugadores que en algún momento pasaron por la liga mexicana; por el Rojo, el único futbolista que pisó canchas aztecas fue el “Piojo”, Damián Manso. Aquella tarde, cantando junto a “La 12”, me sentí un barrabrava más.
El fin del amor
Festejamos la goleada toda la semana, aunque siete días después, en La Bombonera, River se impuso a Boca 1-0 en el Superclásico y se encaminó a ganar aquel campeonato. El “Panza”, que no consiguió acreditación de cancha, tuvo su momento de gloria al tomar, desde la tribuna, una foto en el momento preciso en que Fernando Cavenaghi enviaba el balón al fondo del arco del “Pato” Abbondanzieri. Aquella postal fue publicada a dos páginas en Olé (y en el libro conmemorativo de los 10 años del diario) y a mí me hicieron una pequeña nota en la que platiqué mis impresiones como periodista extranjero después de mi primer clásico en esa cancha. De madrugada, a la salida de un bar, compramos un montón de ejemplares de Olé antes de ir al aeropuerto.
A Buenos Aires volví tres veces en el 2005 y mi historia con “La 12” tuvo tres capítulos más: partidos ante Sporting Cristal y Vélez Sarsfield, y una corretiza con la policía detrás por las calles de Liniers cuando tratamos de entrar junto a la barra a la cancha de “El Fortín” el 3 de abril de 2005, el día del centenario de Boca.
Tras varias detenciones y estancias en prisión, el “Rafa” sigue al frente de “La 12”, pero Falcigno, “Topadora”, “Nando” y el “Oso”, ya no van a la cancha. Los dos últimos hace años que ven crecer el césped de La Bombonera tres metros bajo tierra.
Hace casi seis años que no sigo de cerca la actualidad de Boca, desde el 9 de diciembre de 2018, cuando perdieron la Copa Libertadores con River, pero en realidad, mi amor por ese equipo se terminó en diciembre de 2005, cuando le ganaron la final de la Copa Sudamericana a Pumas. No fue muy difícil decidir que mi corazón sólo latía por un equipo, por el verdadero azul y oro.
Buenos Aires 2004-Coyoacán 2024