Columnista. Empresario. Chilango. Amante de las letras. Colaborador en Punto y Contrapunto. Futbolista, trovador, arquitecto o actor de Broadway en mi siguiente vida.
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A tres años
A tres años tenemos un México que no queríamos ver, polarizado, desigual y violento.
A tres años tenemos un México que no queríamos ver, polarizado, desigual y violento.
Andrés Manuel López Obrador logró ser ese tsunami que una parte de la sociedad demandaba. Representaba muchas voces de hartazgo y búsqueda de cambio. Pero como en toda tormenta fue mezclando voluntades honestas con oportunistas hambrientos, demandas legítimas con intereses pragmáticos, plumas críticas con feligreses ciegos, ideales en papel con discursos viejos y mentes brillantes con incompetentes leales.
A tres años de distancia, las aguas empiezan a regresar mar adentro y los resultados quedan a la vista. Donde se pensaba que el agua daría vida, lo que ha dejado es destrucción. Por eso hacer un levantamiento resumido de los daños es necesario. Y preguntarse si la forma de operar de tajo sin mejorar lo que existía era lo correcto.
Desapareció al Seguro Popular y hoy tenemos a 15 millones de mexicanos más sin servicios de salud. Borró de un plumazo las Estancias infantiles. Desmanteló el abasto de medicinas sin tener un plan estratégico y bien elaborado. No se pudo contener. Tenía que cortar con el machete afilado de resentimientos de viejas batallas. Tenía que arremeter contra la inversión extranjera y ahuyentar el interés a futuros inversionistas. Y no podía evitar inyectar recursos escasos a proyectos faraónicos a costa de no proteger el empleo, el medio ambiente y las empresas.
Según datos del Coneval, hoy tenemos 3.8 millones más de pobres y 2.1 millones más de mexicanos en pobreza extrema.
En temas de seguridad y violencia, los datos son contundentes. En los casi tres años de gobierno estamos por llegar a 90 mil homicidios dolosos. Los feminicidios no cesan y la impunidad ya es un derecho adquirido. Esos datos no se borran con frases ni ocurrencias. Esos datos ya están enterrados en el sexenio.
Y aunque mucho es heredado, pasa el tiempo y las excusas dejan de ser válidas. Quedará en evidencia que en lugar de usar las palas para reconstruir, lo que se ha hecho es cavar más hondo. Sin importar las intenciones.
Las causas progresistas, las causas de mujeres, las víctimas y muchas demandas de colectivos que apoyaron el movimiento se han encontrado con la espalda de hierro de Palacio Nacional. Y han chocado de frente contra la Fiscalía General de la República que trae su propia agenda.
Los programas sociales parecen estar en una zona pantanosa, son necesarios pero altamente cuestionados por la falta de rigor metodológico, el uso político, el alcance y su efectividad.
Sobre los resultados de corrupción muy poco se puede hablar, el ataque es selectivo e ineficiente. En los primeros dos años el 80.3% de los contratos del gobierno fueron por asignación directa según los datos de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad. Con las asignaciones directas y con el debilitamiento de los órganos autónomos se han creado áreas fértiles y vulnerables a más actos de corrupción. No hay avance real.
El manejo de la pandemia será juzgado por el tiempo, por las decisiones tomadas, por las carencias con las que se enfrentó, por la falta de autocrítica, la politización de la misma y las nulas intenciones de corregir el camino. Los miles de muertos quedarán como testigos y las familias rotas tendrán su veredicto.
Son muy pocas las áreas verdes que sobresalen conforme el agua se aleja. El aumento al salario mínimo es una de ellas, la reestructura del outsourcing, el cobro de impuestos a los altos contribuyentes, la paridad de género en el Congreso y poner sobre la mesa de discusión algunos de los temas ignorados.
Todavía existen zonas inundadas sin saber qué hay en lo profundo. Muchos piensan que debido al desprecio a lo técnico, a la austeridad mal entendida y a la suma de revanchas que guían las decisiones, cuando la marea se vaya lo que veremos serán esqueletos, si es que los cuerpos no flotan antes. Otros piensan que el tiempo es corto, que el cambio de régimen es complejo y que hace falta paciencia.
Quedan tres años más del sexenio y la figura presidencial se desgasta. Morena quedará huérfano y a prueba. La solidez y su capacidad de conciliar las distintas corrientes e intereses serán un reto difícil de pasar. Los grupos hacen sus cuentas, se forman remolinos y fijan planes de acción. Cicatrizar las heridas y resolver los asuntos internos pueden ser una ola que los ahogue o la marea que los lleve a su destino.
En la otra orilla, en la resaca, golpeada y revolcada, parece despertar la incipiente oposición. Que si bien no se ha desdibujado del todo, son una huella en la arena que fácilmente puede desaparecer. Necesitan que sus ambiciones de poder y su pragmatismo político no se vendan. Necesitan un nuevo Hidalgo que toque las campanas y abran una alternativa para que esas voces ciudadanas encuentren un nuevo cauce. Necesitan reinventarse después de su propia destrucción.
A tres años tenemos un México que no queríamos ver, polarizado, desigual y violento.