Casi el paraíso
Archipiélago Reportera cultural egresada de la ENEP Aragón. Colaboradora en Canal Once desde 2001, así como de Horizonte 107.9, revista Mujeres/Publimetro, México.com, Ibero 90.9 y Cinegarage, entre otros. Durante este tiempo se ha dedicado a contar esas historias que encuentra a su andar. X: @campechita
Casi el paraíso Casi el paraíso
Foto: Cinépolis Distribución.

“Los políticos son iguales en todas partes. Prometen construir un puente incluso donde no hay río”.
Nikita Kruschev


En 2016, Edgar San Juan comenzó a acariciar la idea de adaptar al cine el libro de Luis Spota, Casi el paraíso. La vida y una diversidad de circunstancias –como su participación en 13 proyectos audiovisuales como guionista, productor y codirector– lo llevaron a mantener en pausa el trabajo de escritura de la que se vislumbraba como su ópera prima. Poco a poco, regresó a su cabeza la historia y, tras trazar algunas ideas, el guion comenzó a tomar forma. 

Escrito en 1956, Casi el paraíso de Luis Spota, también periodista mexicano, fue aclamado como su obra cumbre al trazar con crudeza a la clase política que gobernaba al país en ese entonces, así como a una burguesía ensimismada y cargada de clasismo. Son perfiles de la élite social y del poder que, 68 años después, siguen más que vigentes. 

Ya puesto en mangas de camisa, Edgar San Juan llegó a la conclusión de que la película sería una adaptación libre y cambió la idea de hacer una cinta de época por una versión ubicada en el primer cuarto del siglo XXI. Comenzó a buscar locaciones y actores.

Por esa época conoció a un casi adolescente Andrea Arcangeli, originario de Pescara, Italia. El actor no se veía con la madurez necesaria en ese momento. Sin embargo, en ese proceso, ya contaba con un elenco consolidado: Esmeralda Pimentel, Enrique Arreola, Alberto Estrella y Karol Sevilla, protagonistas que abrazaron sus papeles como si de una monografía de historia contemporánea se tratara, en la que la intriga y el descaro son sus ingredientes principales. 

El resultado es un viaje interno hacia nuestro cotidiano, lo que nos avasalla en redes sociales donde la retahíla es el pan de cada día. Mi recomendación es que le den una oportunidad y se disculpen las risas involuntarias. Saldrán liberados de la sala de cine. 

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