¿Cazzu Vs Ángela? La disputa en la que las mujeres no ganamos

Domingo 30 de marzo de 2025

Susana Cueto
Susana Cueto

¿Cazzu Vs Ángela? La disputa en la que las mujeres no ganamos

El machismo nos enseña a vernos como competidoras, no como aliadas.

Ángela Aguilar y Cazzu

La verdadera enemiga nunca ha sido otra mujer: es un sistema que nos enseña a vernos como competidoras.

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Wikimedia Commons.

Mientras escuchaba la nueva canción de Cazzu, no pude evitar pensar en la frase que dice: “El que te la hace una vez, te la hace siempre”. Me pareció una reflexión a destacar. También me sorprendió visualizar en redes que tanto fans y medios de comunicación han colocado a Cazzu y Ángela en lo que parecieran bandos opuestos. También resulta peculiar que, en medio de toda la polémica, poco o nada se dice sobre la responsabilidad que tiene el cantante mejor conocido como Nodal.

La disputa mediática entre las dos cantantes es el ejemplo, representa el reflejo perfecto de lo que ocurre en nuestro país y en muchos lados del mundo. Detrás de estos comportamientos hay una trampa del patriarcado: el machismo nos enseña a vernos como competidoras, no como aliadas.

Exploremos un poco más. Estamos en un sistema en el que, desde pequeñas, han querido que internalicemos el mensaje de que nuestro valor depende de la atención y aprobación masculina. Películas, canciones y hasta chistes normalizan la idea de que debemos ‘pelear’ por un hombre. Esto no solo nos deshumaniza, sino que nos distrae de lo verdaderamente importante: nuestra autonomía, nuestras metas y la solidaridad entre nosotras.

Este engaño del patriarcado disfrazado de rivalidad nos hace pintar a otras mujeres como amenaza, pero esto es solo una representación del machismo que se sostiene al dividirnos. Porque la verdadera enemiga nunca ha sido otra mujer: es un sistema que nos enseña a vernos como competidoras.

Se ha hablado de sororidad entre mujeres, pero aún tenemos un vasto camino por avanzar y mucho por aprender. La próxima vez que presenciemos un escándalo mediático entre mujeres, preguntémonos: ¿quién gana con este circo? No son ellas, sino un sistema que sigue beneficiándose de vernos divididas.

Romper esta dinámica es un deber político, e impulsar la sororidad entre nosotras es un acto revolucionario. Debemos dejar de medirnos por miradas masculinas y construir nuestra autoestima desde nosotras mismas, celebrar los logros de otras mujeres sin sentir que opacan los propios, rechazar estereotipos que nos encasillan (la “buena”, la “loca”, la “débil”), apoyarnos en lugar de juzgarnos: ¿cuánto poder tendríamos si, en vez de señalar, nos tendiéramos la mano?

Juntas somos más fuertes, más libres y, sobre todo, más dueñas de nuestras propias historias. Debemos estar unidas y trabajar juntas porque cuando dejamos de competir, empezamos a ganar todas. Elegir la sororidad no es solo un acto de empatía; es un rechazo contundente al machismo.

La próxima vez que sintamos el impulso de competir, preguntémonos: ¿esto me beneficia o beneficia al sistema que nos oprime?

Hagamos el ejercicio: hoy, elogia a una mujer sin reservas, defiéndela cuando la critiquen injustamente, hazle saber que no está sola.

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