De locas y locura
Slap cada día
De locas y locura De locas y locura
Foto: Canva

Este fin de semana me fui a Valle de Bravo con una estampida de niños, mi niña invito tres amigas y los hijos de mi pareja invitaron ocho – un ejército de gente – con los cuales dura tres segundos, cada kilo de jamón.

Además, como siempre “los grandes” llevan amigos y mi pequeño se viene solo con su madre, entonces me toca la tarea de encontrarle un cuate local, aunque sea para pasar la tarde. Y así fue como le llamé a una amiga muy querida, que tiene un hijo de la edad del mío y me dijo, “vente, aquí está mi niño y nos echamos un mezcal”.

Nos lanzamos Diego y yo, pero llegando me encontré solo con su marido, el hijo en cuestión, y una familia de amigos invitados. Su marido me dice, ¿y tú qué haces aquí?,

-Pues tú mujer me invitó,

-Pero si está de camino a México,

-¿Neta, está loca o que? me invitó un aperitivo e invito a mi niño

-Si, me dijo,

-está loca, como tú.

Primero dije “ay”, pero la verdad no me lo tome a mal, ¿quién no se volvió un poco loca con esta pandemia? Y a mi, además, me han llamado “loca” desde antes del 2020.

Tuve que pedirle a su marido que se quedara un rato con mi niño, porque yo supero fácil la decepción de no tomarme un mezcal con mi amiga, pero me partía el corazón decirle a él que nos fuéramos de vuelta.

Él lo invitó a comer, lo cual fue muy buen detalle, yo me fui a casa y en el camino le deje un voice-note (a la loca de mi amiga) que no me contestaba. Le pregunte a modo de broma ¿cómo es que te fuiste sin atender a tus invitados?, y ella me respondió con un “no son míos”. Me fui muerta de la risa a casa con su respuesta, porque no tuvo que decir nada más, para que yo la entendiera. Ya me llamará cuando tenga ganas, además nadie tiene que dar explicaciones de nada, sobre todo porque me queda claro que hoy en día a todos nos dan – ataques de locura y enojo – mucho mas seguido que antes.

Este marzo próximo celebraremos el primer aniversario del día en que nos cambió la vida.

Esa vida que conocíamos y que ya no existe más. Pero creo que, en el recuento de las cosas, iremos descubriendo que más que la vida misma, cambiamos nosotros.

Y es que nos echaron al vacío a buscar nuevas formas y rutinas, y en el re-acomodo, se nos zafaron unos cuantos cables, se nos salieron demonios, se nos dejo venir todo ese archivo muerto que teníamos en el closet. Nos dedicamos a vernos más que nunca, porque encima nos quitaron la vida social y no hubo mucho más que hacer.

Ha estado cabrón, no encuentro una mejor palabra para describirlo.

Y todo este incidente de mi amiga que agarró carretera, harta de todo, me hizo pensar mucho en los que somos ahora, menos tolerantes y un tanto, más neuróticos.

Yo vi transformarse a mi pareja, a mis amigos, a mis padres, a mis hijos; y obviamente vi como me transformé (yo) también.

Durante el primer encierro de la pandemia, perdí la cabeza más de una vez, llorando por los rincones, desesperada por tener un pedazo de privacidad, lloré en el jacuzzi abandonado del vecino (sin agua), lloré en el terreno de a lado, lloré en el coche dando vueltas a una rotonda en Avandaro, lloré en la Comer y lloré en la casa de “esta misma loca”, a quién cada vez que llamé, me recibió dándome un buen abrazo.

En el segundo encierro quisiera decir que fue distinto, pero no, todavía sigo llorando y me sigo desesperando, a la misma vez que observo, como aun seguimos cambiando.

La gente sobrevivió el 2020 como mejor pudo. Durante todo este tiempo mi motto ha sido “cada quien su covid”, lo cual se traduce en que cada quien sus pinches reglas, sus burbujas sociales, sus salidas, sus viajes, sus elecciones de a quien ver y quien no ver, porque hablar del tema es ya tan delicado como hablar de religión y política; y no nos hacen falta más razones para sacarnos los ojos, los unos a los otros.

El covid nos ha dejado tocados a todos, y si unos le quieren llamar locura, pueden hacerlo.

Pero esa loca de mi amiga, junto con todas las otras locas del mundo, no la hemos tenido fácil, así que seamos un poco más generosas con nosotras mismas y con la de a lado.

Y la próxima vez que el marido de alguien – o el marido propio – nos llame locas, saquemos un cuchillo*.

Digo si ya nos ponen ese adjetivo, mínimo darles un sustito.

(el de la mantequilla no se vayan a meter en problemas)*

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