El dilema de la longevidad artificial

Lunes 17 de marzo de 2025

Ingrid Motta
Ingrid Motta

Doctora en Comunicación y Pensamiento Estratégico. Dirige su empresa BrainGame Central. Consultoría en comunicación y mercadotecnia digital, especializada en tecnología y telecomunicaciones. Miembro del International Women’s Forum.

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El dilema de la longevidad artificial

La IA también está transformando la manera en que recibimos tratamientos médicos.

Inteligencia artificial

Gracias a la inteligencia artificial, el secreto de la juventud y la longevidad están al alcance de la mano. Biotecnología, medicina personalizada y terapias regenerativas revolucionan el diagnóstico, tratamiento y prevención de enfermedades, mientras que algoritmos avanzados son capaces de analizar millones de datos en segundos, detectando patrones con una precisión superior a la de médicos especializados.

La IA también está transformando la manera en que recibimos tratamientos médicos. Ya es posible desarrollar terapias adaptadas a cada paciente, dejando atrás las recetas generalizadas. Al analizar el ADN de cada paciente se pueden predecir qué fármacos serán más eficaces en cada caso, e incluso reducir sus efectos secundarios. Antes, tomaba años el desarrollo de un medicamento; ahora, con algoritmos de aprendizaje automático se han creado medicinas diseñadas íntegramente por IA y que pronto entrarán en fase de ensayos clínicos, agilizando su llegada al mercado.

La bioimpresión 3D, una tecnología capaz de crear tejidos humanos capa por capa con células vivas, ha revolucionado la medicina regenerativa. Esto permitirá fabricar órganos funcionales ad hoc a cada paciente, eliminando la dependencia de compatibilidad de los donantes y reduciendo las listas de espera para trasplantes. El rejuvenecimiento de los tejidos también ya es una realidad. La reprogramación celular mantiene células jóvenes y funcionales por más tiempo, retrasando o incluso revirtiendo el desgaste natural del cuerpo.

Vivir más años, sin embargo, transforma también la estructura de nuestra sociedad. La convivencia de cuatro o cinco generaciones al mismo tiempo traerá tensiones intergeneracionales, cargas emocionales y una presión económica significativa. El impacto se reflejará incluso en mercados como el laboral, cuando hoy la jubilación se contempla a arriba de los 60 años, y en una nueva realidad donde la esperanza de vida alcanzaría los 120 años, será necesario replantear la educación formal y fomentar el aprendizaje continuo para no volvernos jóvenes “eternos” pero obsoletos.

Las implicaciones médicas, sociales y económicas de una juventud prolongada podrían profundizar la desigualdad. Esto podría incrementar una brecha entre quienes puedan costear estos tratamientos y quienes no; además podríamos ver el surgimiento de una nueva clase social biológica. Si solo las personas con poder adquisitivo pueden añadir 20 años más a su vida, sus ventajas sociales y económicas se consolidarán aún más, generando sociedades de privilegio donde la longevidad se convierta en un lujo de solo unos pocos, profundizando la actual brecha en donde la esperanza de vida varía significativamente según el nivel socioeconómico debido al desigual acceso a servicios médicos y estilos de vida.

Esta asimetría se reflejará también geográficamente. Estados Unidos, Japón, China y varias naciones europeas lideran los avances en IA y biotecnología, dejando rezagadas a otras regiones. Esto ampliará la brecha global en esperanza de vida y encarecerá los tratamientos médicos, con monopolios de patentes que limiten su acceso. Solo mediante la acción ética, política y economía podremos garantizar que la longevidad sea un beneficio compartido que se transforme en un triunfo para toda la humanidad.

Pero si el futuro nos enfrenta a sociedades más longevas, también nos obliga a reflexionar sobre el impacto ambiental. La prolongación de la vida podría aumentar la presión sobre los recursos naturales y la biodiversidad. Tal vez, al saber que viviremos más tiempo en la Tierra, nos preocupemos más por su futuro.

La IA replantea el ingenio humano y nos obliga a reflexionar con sabiduría, progreso y un profundo sentido de responsabilidad. Si vamos a vivir más tiempo, debemos asegurarnos de que sea en beneficio de nuestra especie y de un futuro compartido.

La longevidad artificial no puede quedar solo en manos de grandes corporaciones tecnológicas y de países con mayor desarrollo. Es nuestra responsabilidad impulsar debates globales, exigir regulaciones justas y fomentar el acceso médico para que nadie se quede fuera. Ojalá nos unamos para no seguir siendo seguidores del nuevo autoritarismo tecnológico.

¿Qué estarías dispuesto a pagar por ser joven por más años y más longevo?