Es política y líder de opinión. Se ha desempeñado como diputada Federal en las Legislaturas LXI y LXIII. Cuenta con más de 20 años de experiencia en análisis político mexicano e internacional. Actualmente se desempeña como empresaria, líder de opinión y columnista en diversos medios de prensa y televisión. X: @asarur IG: @adrianasarur
El reflejo de Trump
El expresidente utilizó el discurso más racista de la historia moderna de los Estados Unidos, además de diatribas morales, conservadoras, proteccionistas y chauvinistas.
El expresidente utilizó el discurso más racista de la historia moderna de los Estados Unidos, además de diatribas morales, conservadoras, proteccionistas y chauvinistas.
El supermartes de noviembre de 2024 se convirtió en un martes negro. Donald Trump arrasó en las elecciones presidenciales y, con esta fuerza, el Partido Republicano se hizo del Senado y de la Cámara Baja. Todo para los republicanos, todo para Trump, quien arregla maletas y se frota las manos para volver a la Casa Blanca.
Quizá no sea sorpresa que haya ganado, después de un arranque complicado para el Partido Demócrata con un Biden errático y fuera de contexto, el arribo tardío de Kamala Harris sin participar en las elecciones primarias, con una campaña de esperanza, de libertades, de igualdad, es decir, una campaña para las minorías educadas, urbanas y focalizadas olvidando las grandes masas de votantes, sin poderse deslindar de la actual administración con una muy baja aprobación -de la que Harris es vicepresidenta- y sin poder echar mano del tema “clásico” para los estadounidenses, la economía.
Lo que asombra es la manera en que los republicanos comandados por el discurso de Trump -amplificado por Musk-, sacaran tanta ventaja. Trump elevó el número de preferencias entre latinos, afroamericanos, mujeres, jóvenes, población urbana y, por supuesto, entre hombres con educación baja o media y rurales. El expresidente utilizó el discurso más racista de la historia moderna de los Estados Unidos, además de diatribas morales, conservadoras, proteccionistas y chauvinistas.
Y sorprende más aún que millones de votantes acepten, coincidan y voten a favor de estas alocuciones. Es como si al escuchar a Trump, las y los seguidores (casi fanáticos) sientan que son ellos quienes ostentan el micrófono, como si al votar por Trump sus sueños más oscuros se volvieran realidad, liberarse de la “culpa” de tratar bien -al otro-, de poder decir que el respeto al migrante o a la población trans o a las mujeres solo haya sido una actuación para “encajar” en una sociedad civilizada y que, con la vuelta de Trump a la Casa Blanca se les permita “dejar de fingir” y puedan sacar todo ese odio que llevan dentro.
Así, lo que nos mostró el martes negro 5 de noviembre fue que la mayoría de la sociedad estadounidense se refleja en Trump, que si él puede decir y sacar toda es podredumbre, ellos y ellas también. Asimismo esta campaña atribulada y exacerbada, al igual que los comicios, nos debe alertar acerca de las maneras de hacer política, de cuidar la política para que el odio y la división no se replique con fines electorales.