Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_
¿Existe un movimiento anti Hollywood?
Ya estamos cansados de las mismas imágenes, las mismas historias y las mismas moralejas. Y lo que es peor, ya estamos hartos de la superioridad moral de sus autores.
Ya estamos cansados de las mismas imágenes, las mismas historias y las mismas moralejas. Y lo que es peor, ya estamos hartos de la superioridad moral de sus autores.
De existir un movimiento anti Hollywood, Megalópolis sería la película insignia de una nueva era del cine y -quizá- de la realidad en la que vivimos: repelente, caótica, a medio cocer y sin aparente sentido. Pero es un hecho que la nueva producción del legendario Francis Ford Coppola no está sola en este camino hacia un futuro incierto para la industria cinematográfica.
Ya estamos cansados de las mismas imágenes, las mismas historias y las mismas moralejas. Y lo que es peor, ya estamos hartos de la superioridad moral de sus autores, de los autonombrados líderes y del 1% que pretende dictarnos cómo vivir y cómo pensar. El cine se ha inclinado (otra vez) a su versión más propagandística y la única manera de solucionarlo (otra vez) es romper con todo.
Como pionero de una generación de rompimiento, Francis Ford Coppola ya había sacudido los cimientos de Hollywood en la década de los 70 con películas como El padrino (1972) y Apocalipsis ahora (1979) que revolucionaron la manera de hacer cine junto al trabajo de otros directores como Martin Scorsese, Brian De Palma, Steven Spielberg y George Lucas, miembros del movimiento conocido como “New Hollywood” que siguen activos hasta hoy.
Sin embargo, aquel momento en la historia del cine fue iniciado por otros realizadores aún más experimentales y lo que originalmente empezó como un movimiento contracultural fue absorbido por la propia industria hollywoodense, que vivía una crisis de taquilla y decidió contratar a muchos de esos directores para atraer a un público más joven con películas que tocaban temas políticos, libertad sexual y música popular contemporánea como el rock.
En la actualidad, Hollywood vive otra crisis que es mucho mayor que una simple crisis de taquilla, es una crisis fundamental y como institución. Es el efecto retardado y acumulativo de un problema moral mucho más serio: el capitalismo rapaz. El público que antes dejaba con gusto sus centavos en las salas de cine ahora se lo piensa dos veces, y aquellos que antes amaban a las celebridades hoy miran con recelo su privilegio.
No estamos solamente ante la caída de Hollywood, sino ante la caída del llamado “Imperio Americano”. A Estados Unidos se lo están comiendo desde dentro y la división es cada vez más grande, como lo dejó claro el reciente proceso electoral. Ni los propios “americanos” están contentos con la maquinaria propagandística de Hollywood, que empuja ciertas narrativas y visiones políticas pero se cierra a muchas otras, Es por esto que vuelven a surgir nuevos directores y nuevas voces que quieren ser escuchadas pero que viven al margen de esta industria.
Tal vez por tratarse de un cine marginal, que no cuenta con el visto bueno de Hollywood, estas películas lucen exactamente así: marginales. Son producciones que rompen con la estética, el lenguaje y otros códigos del cine hollywoodense, quizá no como un manifiesto, pero porque no les quedó de otra y para compartir sus historias y contar su verdad tienen poco apoyo, y en la mayoría de los casos muy bajo presupuesto.
Es cine que, a primera impresión, se siente incómodo, poco profesional y sospechoso, con historias que fácilmente podrían interpretarse como teorías de conspiración, delirios o simple ignorancia. Son producciones que tienen grandes ambiciones, como cualquier otra película, pero que en el peor de los casos no cuentan con los medios para ser lo que quieren ser y su calidad se ve mermada por malos efectos especiales, actuaciones bochornosas y un sentimiento general de cine de aficionados. Aunque, en el mejor de los casos, es cine contracultural que tiene algo nuevo que contar.
Hablo de títulos como Interreflections (2020) de Peter Joseph, el famoso o infame (según se vea) activista y director del documental Zeitgeist (2017), cuyas teorías dieron origen al Movimiento Zeitgeist y al Proyecto Venus. Otro documental, Am I Racist? de Justin Folk, protagonizado por el comentarista político Matt Walsh. De acuerdo con sus creadores, a pesar de haber estrenado en mil 500 salas y debutar en el Top 5 de la taquilla estadounidense, no fue reseñado por ningún crítico de medios especializados.
Otras películas en esa línea son Nefarious (2023), The Artifice Girl (2022), The People’s Joker (2022) y The Shift (2023), producciones muy modestas que, a pesar de sus muchas limitaciones y de malas críticas, lograron encontrar a su público a través de la recomendación de boca en boca. Este último título es también una producción de Angel Studios, la casa productora de Sound of Freedom (2023), que es uno de los mejores ejemplos de este nuevo cine anti Hollywood que ha triunfado en la taquilla a pesar de enfrentar muchas trabas por haber sido ligado a la extrema derecha.
Vale la pena mencionar que el cine hecho por realizadores trans coincide en muchos aspectos de esta aparente corriente anti Hollywood, pues también busca impulsar nuevas narrativas que aún son consideradas polémicas y lo hace desde la total independencia, aunque considero que es mejor colocarlo en su propio apartado. Una película como We’re All Going to the World’s Fair (2021) comparte algunas de las preocupaciones de los títulos antes mencionados pero el trabajo de su directora Jane Schoenbrun ya logró captar la atención de la industria, y así como pasó con los directores de los 70, se siente la mano de Hollywood en su nueva película, I Saw the TV Glow (2024).
Si a este tipo de cine, en vez de llamarlo anti Hollywood lo llamamos simplemente antisistema, estoy seguro de que encontraríamos muchos más ejemplos entre lo que se está produciendo de manera autogestiva alrededor del mundo, más allá del romanticismo empedernido del llamado “cine independiente” o la poesía visual del ya muy establecido “cine de arte”. Se me ocurre que en México podríamos incluir una película como El efecto Mandela (2021), que no necesariamente aspiraba a ser un producto del tipo de Hollywood.
Cuando pienso en Megalópolis pienso en todo este cine y en cómo Francis Ford Coppola podría estar tomando algunos elementos de esta identidad, o quizá llegó a este mismo lenguaje de manera orgánica, no lo sé, pero lo que no entiendo es por qué una película que costó 120 millones de dólares se siente como un producto malogrado. Lo cierto es que Coppola la financió solo porque ya no tiene el apoyo de la industria que antes lo trató como un consentido, y aunque él dice amar y respetar a Hollywood, su película dice lo contrario.
BREVES Del 7 al 24 de noviembre se lleva a cabo la Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional. Esta vez lograron una buena programación, sobre todo con títulos y directores que el público ya espera en eventos como este: La habitación de al lado de Pedro Almodóvar, It’s Not Me de Leos Carax, Memory de Michel Franco y Anora de Sean Baker, entre otras. Consulta la programación en su sitio.
En cines desde el 7 de noviembre, el estreno de La cocina, una coproducción entre México y Estados Unidos que sirve como un debut hollywoodense para el director Alonso Ruizpalacios, con la actuación de Rooney Mara y Raúl Briones.
Por fin llegó a Netflix desde el 6 de noviembre, Pedro Páramo, la adaptación de la célebre novela de Juan Rulfo por el director Rodrigo Prieto que ya viajó por festivales, pasó por salas de cine selectas y vale la pena ver (a pesar de lo que hayan escuchado).
*Para más información sobre las películas y series comentadas cada semana, visita mi perfil en Letterboxd.