Es periodista y analista de datos. Ha colaborado en medios como Reforma, Chilango y Tec Review. Fue coautor del libro Ayotzinapa, la travesía de las tortugas, publicado por la editorial Proceso. También es hincha incondicional de los Leones Negros. Twitter: @ridderstrom
Gavi, precocidad e ilusión
A Gavi lo debutó un holandés testarudo y ha jugado sus primeros minutos en un Barcelona ruinoso, corto de miras y con poco dinero; pero hace 19 años a un tal Andrés Iniesta también lo debutó un holandés testarudo.
A Gavi lo debutó un holandés testarudo y ha jugado sus primeros minutos en un Barcelona ruinoso, corto de miras y con poco dinero; pero hace 19 años a un tal Andrés Iniesta también lo debutó un holandés testarudo.
Más allá de tener suerte, hay que ser prodigioso para jugar una final internacional con tu Selección antes incluso de poder beber y conducir legalmente. Pablo Martín Páez Gavira, “Gavi”, lo hizo con 17 años y 66 días, en la Liga de Naciones de la UEFA, frente a Francia (la vigente campeona del Mundo). Y aunque España perdió, a él se le augura un futuro legendario. Cuatro días antes, con su debut frente a Italia –la actual campeona de Europa– en la semifinal, rompió el récord de precocidad de la Selección Española. Por si fuera poco, acumula 235 minutos en cinco partidos con el FC Barcelona. Casi nada.
La convocatoria de Gavi para la Selección le valió una avalancha de improperios a Luis Enrique, acusado de favorecer al Barcelona por encima del Real Madrid, cuyos jugadores dejaron de ser convocados desde mayo pasado. El asturiano, que como jugador fue más garra que técnica y como seleccionador nacional ha sabido exprimir las virtudes de sus jugadores, demostró temple y dejó que Gavi se mostrara. Y su debut, cómo no, fue eléctrico: corrió durante los 84 minutos que estuvo en el campo, tocó con criterio, se entendió de inmediato con los mayores, metió fuerte la pierna para recuperar balones. Poco más había que pedirle.
Gavi ilusiona porque está en la edad en que todos creíamos aún en la pureza de este deporte. Ilusiona particularmente a los culés porque es uno de esos portentos técnicos que cada vez en menor medida pero aún brinda la Masía: su manera de abarcar el campo con y sin el esférico, la conexión inmediata con sus compañeros y su cuidadoso trato de balón son una calca del manual de estilo de las categorías inferiores azulgranas. Ilusiona, también, porque su representante es Iván De la Peña, finísimo mediocampista que alguna vez encandiló al Camp Nou pero no logró asentarse (y ese detalle, de profunda conexión blaugrana, no es menor para una hinchada escrupulosa ni para la presidencia del club).
El Barcelona actual es consciente de que no puede cifrar sus ilusiones en los grandes trofeos, así que lo hace en los jóvenes talentos que aguardan en su plantilla. Si la temporada 19/20 supuso la irrupción de Ansu Fati, y la 20/21 la de Pedri, la 21/22 espera a Gavi. Ellos pertenecen a la nueva camada de jugadores precoces que entran de lleno a la élite sin antes haberse curtido en las competiciones más rocosas; una generación en la que se le exige a Mbappé cargar con el peso de la selección francesa, que Vinicius ayude a paliar los malos tiempos del Real Madrid, o que Haaland, que está batiendo récords de goleo a un ritmo frenético, siga recordándonos que aún existe el 9 clásico.
Sí, a Gavi lo debutó un holandés testarudo y ha jugado sus primeros minutos en un Barcelona ruinoso, corto de miras y con poco dinero; pero hace 19 años a un tal Andrés Iniesta también lo debutó un holandés testarudo al mando de un Barcelona ruinoso, corto de miras y con poco dinero.
Que el tiempo sea benévolo con él y las ilusiones que ha desatado.