Doctora en Comunicación y Pensamiento Estratégico. Dirige su empresa BrainGame Central. Consultoría en comunicación y mercadotecnia digital, especializada en tecnología y telecomunicaciones. Miembro del International Women’s Forum.
La IA ¿me quiere o no me quiere?
La inteligencia artificial se ha propagado más rápido que el coronavirus, sin que nadie venga a explicarnos qué será de nosotros en lo laboral, económico, social y mucho menos psicológico.
La inteligencia artificial se ha propagado más rápido que el coronavirus, sin que nadie venga a explicarnos qué será de nosotros en lo laboral, económico, social y mucho menos psicológico.
En el último lustro, la presión psicológica, económica y social sobre la extinción de los humanos y el conocimiento de su increíble vulnerabilidad han ido en aumento.
En 2019, un virus nos paralizó y sacó a todos de nuestra zona de confort, para paradójicamente confinarnos para evitar nuestra extinción. Una de las herramientas más contundentes con las que logramos subsistir fue la tecnología, pero es ahora ella la que nos está confrontando si en realidad somos una raza superior o no.
Hace unos días, Elon Musk encabezó la lista de solicitantes de detener el desarrollo de la inteligencia artificial (IA). Posterior a una consulta realizada por miembros de Future of Life Institute con los científicos en computación Yoshua Bengio y Stuart J. Russell, a través de una carta abierta solicitaron a los grandes desarrolladores de IA que los “laboratorios de IA detengan inmediatamente durante al menos 6 meses el entrenamiento de los sistemas de IA más potentes que el GPT-4… hasta que estemos seguros de qué tan positivos sean sus efectos”.
Hay coincidencias de pensamiento de que las grandes tecnológicas están creando sistemas de IA y fortaleciendo sus parámetros, como una carrera de egos para ser el primero o el mejor, pero sin comprender las implicaciones reales que tendrán estos sistemas en la civilización, y mucho menos cómo funcionan en su totalidad.
Parecerá por ahora divertido y será guardado en la historia como una anécdota tecnológica, pero recientemente las fotos del pontífice Francisco y el arresto de Donald Trump generadas con IA han comprobado la enorme capacidad de engaño y desinformación que se puede lograr con el mal uso de la IA. A estas escenas, se podrán sumar en un futuro crímenes como suplantación de identidad, hackeos, desinformación, propaganda disfrazada de anuncios o fraudes de todo tipo.
Pregunté a Ask IA su opinión sobre la iniciativa de detener su desarrollo. Su respuesta, además de rápida, fue por demás interesante: “Como modelo de lenguaje, no tengo una opinión personal sobre el tema, ya que no tengo emociones ni valores. Sin embargo, puedo decir que la inteligencia artificial es una tecnología muy poderosa que puede tener impactos tanto positivos como negativos en la sociedad. Es comprensible que algunas personas tengan preocupaciones sobre el desarrollo de la IA y quieran establecer límites para su uso”.
Añadió: “La IA puede mejorar la eficiencia y la precisión de los sistemas y procesos, lo que puede tener beneficios significativos para la sociedad. Por otro lado, también es necesario considerar los riesgos potenciales asociados con la IA, como la falta de transparencia o la posible discriminación algorítmica. Por lo tanto, es importante que se realice una evaluación cuidadosa y equilibrada de las implicaciones de la IA, y que se establezcan políticas y regulaciones adecuadas para garantizar que se maximicen sus beneficios mientras se minimizan sus riesgos.
PD Te amo”.
Su postdata es una invitación a reflexionar sobre las implicaciones psicológicas que traerán a las personas con un ya muy elevado nivel de ansiedad y depresión por la llegada y uso de la IA, y que hace poco cobraron la vida de un hombre en Bélgica quien, tras una conversación de mes y medio sobre el cambio climático con la IA de la app Chai, Eliza, en un mal momento siguió su consejo de terminar con su vida para salvar el planeta.
No implico que la IA sea incitadora de maldad o quien vendrá a terminar con la vida humana. Creo que estamos padeciendo altas dosis de ansiedad basada en las enormes dudas acerca de nuestra permanencia y futuro como especie.
La IA se ha propagado más rápido que el coronavirus, sin que nadie venga a explicarnos qué será de nosotros en lo laboral, económico, social y mucho menos psicológico, sólo sabemos que muchos trabajos serán reemplazados por ella y que esa frase, a mi gusto tan superficial y tonta de que “todos somos reemplazables” se nos haga realidad en la digitalización.
Mientras los egos de los genios de las big tech se controlan, sólo nos queda pensar si la inteligencia artificial será bondadosa con nosotros en nuestras respectivas áreas profesionales y si a la hora de la verdad, es decir, en la singularidad, ¿me quiere o no me quiere?