La libreta del reportero
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

La libreta del reportero La libreta del reportero

Apiladas en una caja junto a revistas viejas, encontré esta semana en el cuarto de servicio de la casa familiar una veintena de libretas. No fue una casualidad, cada que comienza este mes los recuerdos de mis primeros días como periodista llegan a mi mente: fue un jueves 5 de septiembre cuando pisé por primera vez una redacción como aprendiz de reportero.

En cada una de esas libretas hay decenas de historias, declaraciones, alineaciones de partidos, teléfonos anotados y hasta cuentos que escribí en la sala de un aeropuerto o de una terminal de autobús. Por ejemplo, en una pequeña libreta Mead con la que viajé en 2005 a Buenos Aires encontré escrito, de su mano, el número de Sergio “Ratón” Zárate, con quien compartí vuelo y anécdotas. También está el número del escritor Eduardo Sacheri y el guion de la entrevista que le hice a Roberto Fontanarrosa en aquel viaje. En otra, están los números de la gran mayoría de los jugadores de Toros Neza que participaron en un homenaje al “Turco” Mohamed en 2007 y en una de las más viejas el teléfono de Yeny, una peruana que me invitó a salir en mi primer viaje a Argentina.

Junto a las libretas están mis agendas temáticas de Fontanarrosa y Quino con decenas de citas y órdenes de trabajo; más libretas de teléfonos y tarjetas de presentación de colegas, directivos, empresarios y otras fuentes. La del “Perro” Aguayo, con foto, es un tesoro, como tantos otros que he acumulado a lo largo de estos 28 años de carrera.

Los reporteros de ahora ya no usan libreta, apuntan y graban todo en el teléfono celular. Ya son pocos los que usan grabadora de voz. En un cajón conservo la primera que tuve, me la compró mi papá en RadioShack y me la llevó a la escuela porque en la tarde tenía una entrevista. Mi viejo fue un apoyo fundamental en mi carrera.

Cuando comencé a trabajar en Reforma, había pocos celulares en la redacción y a los reporteros de la sección deportiva sólo nos prestaban uno para dictar nuestras notas cuando jugaba la Selección mexicana por la noche o se trataba de partidos de Liguilla. Junto a mis libretas aún conservo algunas tarjetas Ladatel con las que mandaba mis notas desde algún teléfono público, porque el uso del correo electrónico aún no era muy común (mi primera cuenta fue [email protected]) y el WhatsApp no existía.

Los reporteros más veteranos, apenas dos o tres años más grandes que yo, me daban consejos y tips para enviar mis notas oportunamente. Por ejemplo, fue Jesús Ortega el que me dijo que en los alrededores del Estadio Cuauhtémoc, de Puebla, el único teléfono desde el que se podía mandar una nota estaba afuera de un cabaret llamado “El Paraíso”. Fue con el propio Jesús con el que me puse mi primera borrachera como reportero después de un partido nocturno entre Necaxa-Atlas, un miércoles en el Azteca.

Aunque era el diario más moderno de México, a Reforma las cámaras digitales llegaron hasta 1999 o quizá el año 2000. Había sólo dos y una la tenía de manera permanente Julio Candelaria, asignado a la fuente presidencial. La otra la compartíamos todas las secciones y a mí, como editor de deportes de Metro, me tocó hacer una carta para solicitarla para la función de despedida del “Perro” Aguayo en la Arena México. Antes, cuando era normal el uso de película fotográfica, los reporteros de la lente mandaban sus rollos con los redactores para enviarlos al laboratorio antes de subir a redactar sus notas. En menos de 30 años, la manera de hacer periodismo cambió, no sólo por aspectos tecnológicos, pero de eso hablaré en una futura entrega.

De tribuna a tribuna

La oportunidad de trabajar como reportero de deportes fue como recuperar un fumble en la yarda cinco del rival. Como rematar un balón a media altura en el área de gol. Como aquel milagroso nocaut de Julio César Chávez contra Taylor, en 1990, o la épica contrarreloj de Greg Lemond en los Campos Elíseos en la Tour de France de 1989. Como el home run de Kirk Gibson contra los Atléticos en la Serie Mundial de 1988…  Cuando soñaba con ser un gran politólogo (que no político) y me preparaba para ser asesor (y por qué no dirigente) de cierto partiducho blanquiazul, vi aquel anuncio en el pizarrón del departamento de Ciencias Sociales del ITAM que cambió mi vida: la invitación a participar en el taller de redacción periodística del diario Reforma.

Mi viejo me advirtió que no pagaría otro curso de verano, eso me motivó a presentarme al proceso de selección en el diario: junto a otros 11 aspirantes fui parte de aquella inolvidable y talentosa generación de 1996 (saludos a Maru, Marcela, Vanessa, Adolfo, Armando y José Antonio). Algo vieron en mí Diana Frías y Beatriz de León que recomendaron mi contratación para el área de deportes después de mi participación en el taller. La oportunidad de ver mi firma en un diario de prestigio, después de que mis textos fueran rechazados sistemáticamente de las (innombrables) publicaciones del instituto, no la iba a dejar pasar.

El jueves 5 de septiembre de 1996 fue mi primer día en la redacción de Reforma y no pasaron ni cinco minutos de mi presentación al grupo de editores cuando ya tenía apodo: Dennis Rodman.

Cerca de la media noche, después de la cobertura de un partido de basquetbol en el Plan Sexenal con Raúl Luna, regresé a casa en metro. Mientras el convoy se detenía en cada estación yo miraba el reloj, pensaba si esa era la vida profesional que quería. Nunca imaginé que a partir de ese día y durante casi 23 años me iba a olvidar de los fines de semana; que iba a pasar semanas enteras sin descansar durante la celebración de Mundiales de Futbol y Juegos Olímpicos; que trabajaría de madrugada cuando esos magnos eventos ocurrían al otro lado del mundo; que vería una veintena de Super Bowls comiendo pizza en la oficina; que esa profesión acabaría una y otra vez con mis relaciones.

Veintiocho años de carrera se dicen fácil, pero no ha sido tan sencillo. Hay días en que me siento contento y muy satisfecho con mi trayectoria profesional. En ocasiones me dan ganas de volver el tiempo atrás y regresar a la Ciencia Política. Cuando lo intenté, Alonso Lujambio y Federico Estévez, profesores del ITAM, me dijeron que el periodismo deportivo era algo más digno que el análisis político. Hoy lo dudo.

A 28 años de distancia agradezco a todos mis colegas, jefes, amigos, maestros, becarios, diseñadores, reporteros gráficos y fotógrafos, con los que he compartido coberturas, guardias, notas, charlas en la redacción, borracheras, triunfos, cursos, decepciones, lecturas, libros.

¡No ha sido fácil quitarme la etiqueta de periodista deportivo, pero no me arrepiento de este amor!

-Primera entrevista: Alejandro Cárdenas, corredor de 200 mts.
-Primer escenario deportivo que conocí: Plan Sexenal.
-Primera nota publicada (El Norte): Crónica Centinelas vs. Auténticos Tigres.
-Primera nota publicada (Reforma): “Cierran el Frontón México”.
-Primera entrevista publicada: Víctor Manuel Vucetich, DT de Cruz Azul.
-Primer partido: Atlante 1-0 León, gol de Zague.
-Primera cobertura foránea: un partido de Aztecas de la UDLA, en Cholula, Puebla.
-Primer personaje que me negó una entrevista: Miguel Mejía Barón.
-Primera nota que me regresó un editor: una crónica de pretemporada de los Diablos Rojos del México.
-Primera foto publicada: Sergio “Ratón” Zárate, en Señor Futbol.
-Primera entrevista en inglés: Nadia Comaneci, 1997.
-Primera nota publicada en un medio extranjero: “Los huevos de oro”, crónica de la Final Cruz Azul vs. Pachuca, diciembre 1999. Diario Olé (Argentina).
-Primera nota firmada desde el extranjero: “Maradona llega como técnico de Almagro”, noviembre 2000, Buenos Aires, Argentina.
-Primera cobertura transoceánica: Nike Premier Cup, Lisboa, Portugal, julio 2002.

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