Internacionalista por el Tecnológico de Monterrey y Maestra en Historia y Política Internacional por el Graduate Institute of International and Development Studies (IHEID) en Ginebra, Suiza. Investigadora invitada en el Gender and Feminist Theory Research Group y en el CEDAR Center for Elections, Democracy, Accountability and Representation de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido.
Miembro de la Red de Politólogas. X: @tzinr
Las mujeres a 3 años del regreso del Talibán
La falta de un plan internacional para salvaguardar los derechos de las mujeres afganas pone en tela de juicio la responsabilidad moral de Occidente. Es nuestro deber amplificar sus valientes voces.
La falta de un plan internacional para salvaguardar los derechos de las mujeres afganas pone en tela de juicio la responsabilidad moral de Occidente. Es nuestro deber amplificar sus valientes voces.
En agosto de 2021, con la retirada de las tropas estadounidenses, Afganistán volvió a caer bajo el control del Talibán. Esta retirada, carente de un plan que asegurara la protección de los derechos de las mujeres, marcó el inicio de un proceso sistemático de borrado de su presencia pública. Tres años después, las mujeres afganas enfrentan una realidad que está tornándose aún más restrictiva que durante el primer régimen talibán (1996-2001).
Las dos décadas de ocupación y la abrupta retirada dejaron cicatrices profundas en la sociedad afgana. Para 2021, más del 60% de las estudiantes en Afganistán eran niñas. El retorno del Talibán no solo destruyó los avances, sino que impuso castigos aún más severos, incluyendo latigazos y arrestos, contra quienes desafían las nuevas normas.
Un mes tras el regreso del Talibán, en septiembre de 2021, se prohibió a las mujeres trabajar en la mayoría de los sectores, exceptuando el ámbito de la salud. Las escuelas secundarias y universidades comenzaron en octubre del mismo año segregando hombres y mujeres en clases y estableciendo códigos de vestimenta estrictos para sus alumnas y eventualmente para diciembre de 2021 las escuelas secundarias en la mayoría de las provincias cerraron sus puertas para ellas, limitando severamente las oportunidades educativas para las niñas.
Cualquier esperanza de flexibilidad se esfumó cuando, en marzo de 2022, reabrieron brevemente algunas escuelas solo para ser clausuradas ese mismo día, reafirmando la prohibición de la educación secundaria para mujeres. A esto le siguió una prohibición de la educación universitaria para mujeres en 2023.
El tono del nuevo gobierno ya se ponía de manifiesto, cuando tan pronto entraron a Kabul, se empeñaron en borrar con pintura negra el rostro de mujeres, modelos con largas cabelleras, que aparecían en afiches afuera de las estéticas. No tardó en regresar la obligación de cubrirse en público y la de no salir de casa sin un mahram, un hombre de la familia. Ya para 2022, se prohibió el acceso de las mujeres a parques, gimnasios y espacios públicos.
Lo que comenzó como control de sus cuerpos y la cobertura de rostros femeninos, se convirtió en un intento de borrado cultural completo cuando en uno de los golpes más simbólicos se publicó el mes pasado un decreto moral de 35 artículos, que entre otras cosas prohíbe a las mujeres cantar y hablar en público.
A pesar de la brutalidad del régimen que a inicios de este año también anunció que reanudaría las lapidaciones públicas, las mujeres afganas siguen en pie de resistencia. Hoy desafían las restricciones a través de las redes sociales, utilizando hashtags como #MyVoiceIsNotForbidden para mostrar que su lucha no se extingue. En plataformas como TikTok y X (antes Twitter) se muestran desafiantes publicando videos donde cantan una traducción al árabe de Bella Ciao, el icónico canto de la resistencia antifascista italiana. Este canto es hoy, de nuevo, un himno de protesta, aunque en esta ocasión para mujeres que, ocultas tras velos o tras las paredes de sus hogares, encuentran en sus voces una forma de rebeldía.
En una grabación, un grupo de mujeres canta desfiante mientras ondea la bandera afgana. En un video viral, una joven canta: “Nos han quitado la libertad, pero no nos han quitado la fuerza”. Otra más, desafiando leyes y atavismos culturales, dice: “No soy ese débil sauce que tiembla en cada viento. Soy de Afganistán”.
La falta de un plan internacional para salvaguardar los derechos de las mujeres afganas antes de la retirada de tropas estadounidenses pone en tela de juicio la responsabilidad moral de Occidente, pero también lo hace la inacción actual para sancionar al Talibán y para ofrecer más y mejores alternativas de refugio para quienes arriesgan la vida día a día con tal de hacerse de un espacio para existir.
Hoy, las voces femeninas afganas, aunque silenciadas en su tierra, siguen resonando en el mundo, cantando a la Bella Ciao: “una mattina mi son’ svegliato / e ho trovato l’invasor” (una mañana [de 2021] me desperté / Y encontré al invasor)”
Es nuestro deber amplificar sus valientes voces.