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Periodista especializado en crimen organizado y seguridad pública. Ganador del Premio Periodismo Judicial y el Premio Género y Justicia. Guionista del documental "Una Jauría Llamada Ernesto" y convencido de que la paz de las calles se consigue pacificando las prisiones.
X: @oscarbalmen
Las pistolas de la Guerra Fría en manos de cárteles
Mucho se discute del río de armas de contrabando que va desde Estados Unidos a México, pero ¿qué pasa con las pistolas y granadas que llegan a nuestro país desde Centroamérica?
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Mucho se discute del río de armas de contrabando que va desde Estados Unidos a México, pero ¿qué pasa con las pistolas y granadas que llegan a nuestro país desde Centroamérica?
Cinco días antes de ser asesinado, el empresario mexicano Johny Pérez tuvo un mal presentimiento. Algo en su interior le exigía calladamente que comprara un arma para hacerle frente a quien pudiera tocar la puerta de su negocio en Comitán, Chiapas, con el objetivo de arrebatarle el patrimonio que con tanto trabajo había construido. Así que, por aquellos días de noviembre de 2013, empezó a buscar entre sus contactos en Guatemala quién podría venderle un arma que pudiera desenfundar rápidamente en caso de una emboscada.
Esa búsqueda de un arma alertó a los sicarios del Cártel de Sinaloa que le vigilaban de cerca y a quienes les habían pagado con cocaína el asesinato de Johny Pérez. El “crimen” ganadero fue negarse a pagar una cuota de unos 100 mil pesos mensuales a cambio de garantizar que nadie quemara su centro de inseminación artificial para toros y vacas. Los sicarios apresuraron su ataque para que su objetivo no consiguiera a tiempo un arma que les dificultara la misión.
El plan, contaría uno de los homicidas ya detenido, era llegar hasta su negocio en la ciudad fronteriza chiapaneca, someterlo en alguna habitación, obligarlo a revelar dónde escondía dinero y joyas y luego asesinarlo. Pero ya no había tiempo para eso, así que el 15 de noviembre de hace once años un comando interceptó la camioneta Toyota blanca que conducía el empresario sobre la avenida 4 Norte Oriente, y lo rafaguearon a la vista de decenas de personas que a la 12:47 horas hacían compras en el Centro Histórico.
Las autoridades encontraron en la escena del crimen 37 casquillos de “cuerno de chivo”, o AK-47, más ocho casquillos de dos pistolas 9 milímetros. La reconstrucción del asesinato estableció que a Jhony Pérez lo mataron cuatro impactos de arma corta al cuerpo y la cabeza; luego, le reventaron el auto con el fusil de asalto para hacer más dramática su muerte. Los asesinos así dejaron constancia de que era una ejecución con la firma del crimen organizado.
Las investigaciones arrojarían que esas dos pistolas 9 milímetros estaban cerca del fin de su vida útil. Los casquillos delataban que se trataba de un arma vieja y que no había sido utilizada en México: para sorpresa del fiscal Juan Pablo Flores, Johny Pérez había sido ultimado con un arma corta manufacturada desde de la época de la Guerra Fría en una armería del gobierno de Estados Unidos, que la vendió al ejército guatemalteco y que a su vez la puso en manos de traficantes ilegales con compradores en México.
Desde entonces, se sabe que armas que datan desde los años 80, que el Tío Sam entregó a países centroamericanos para contener la expansión del comunismo, son también el origen de la violencia homicida en México. Son armas menos sofisticadas, pero también menos llamativas y a las cuales es más difícil seguirles la pista.
Por ejemplo, entre 2007 y 2009, el Cártel de Sinaloa se apoderó de cientos de armas cortas, rifles, lanzagranadas y otro equipo militar extraído —seguramente con complicidad institucional— de las armerías del ejército guatemalteco.
Y recientemente se han encontrado granadas M67 en asesinatos cometidos por el crimen organizado en México. Algunos de esos explosivos forman parte de los 300 mil que mandó Estados Unidos a El Salvador en la década de los 80 para combatir a las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí”y que, extrañamente, ahora aparecen junto a cadáveres de los rivales del Cártel Jalisco Nueva Generación.
Las autoridades mexicanas suelen reclamar —con razón— que se detenga el flujo de armas de contrabando va desde el Río Bravo hacia el sur. Harían bien en también hablar del tráfico que va del Río Suchiate hacia el norte. Ese también mata.
GRITO. Los expertos alertan: en un futuro cercano el problema no serán las armas de grueso calibre, como las Barret 50, sino las que se puedan crear con impresoras 3D al gusto del crimen organizado.