Gente caminando por las vías entre dos estaciones, menores y adultos mayores encerrados en un vagón con más de 30°C de temperatura, miles de usuarios quejosos que no llegaron a tiempo a su trabajo, a su escuela o simplemente a casa a descansar… El miércoles 14 de mayo, por unos minutos, me salvé del colapso de la Línea B del Metro. Poco antes de las 14:00 horas me bajé en San Lázaro a comer con mi amigo Jared. Una hora después, a mi reingreso a la estación de la Línea 1, todo era un caos.
Nunca había usado la Línea B. Ciudad Azteca y Buenavista, origen y destino de la misma, están muy lejos de los lugares por donde suelo moverme, pero una cita en Ecatepec hizo que me desplazara hasta la Colonia Popular, en aquel municipio mexiquense. La instrucción fue clara: “Te bajas en la estación Olímpica y tomas la ‘combi’ que va a la Merced”. No lo hice, las prolongadas pausas que hizo el convoy en cada estación me obligaron a tomar un taxi. Llegué con 20 minutos de retraso a mi entrevista.
De acuerdo con un posteo que hice en X, salí de casa, a unas cuadras del Metro Taxqueña, a las 10:08. A las 11:32 abordé el auto que me dejó en mi destino 20 minutos más tarde. Me sorprendió el largo recorrido para transbordar en San Lázaro (Línea 1) rumbo a Ciudad Azteca. Pensé que tardaría unos 20 minutos en recorrer las 12 estaciones que me acercarían a mi cita, pero el trayecto fue de poco menos una hora. El tren se detuvo casi 10 minutos en la estación Romero Rubio y no hizo parada en Deportivo Oceanía. Aunque varias veces como conductor de un taxi de aplicación fui hacia esa zona, no me había percatado que en la línea hay tres estaciones que llevan el nombre de Aragón: Bosque, Villa y Plaza, la penúltima antes de llegar al fin del recorrido en Ciudad Azteca. Ya había leído y visto videos de la suciedad y deterioro de la Línea B, pero me sorprendió que las puertas de mi vagón se tuvieran que abrir a jalones, de manera manual, como los viejos trenes que conocí en la Línea A del metro de Buenos Aires hace algunos años. Son carros muy viejos, aquellos de interiores color azul cielo, con asientos de plástico celeste, manufacturados en Francia por la fábrica Bombardier y reconstruidos en Ciudad Sahagún, Hidalgo, entre 1998 y 99, de acuerdo a las placas metálicas que hay en los trenes que circulan a ras de suelo por la Avenida Central, también llamada Carlos Hank González. Por esa mexicanísima costumbre de los gobernantes mexiquenses (y mexicanos) de ponerle su nombre a calles, parques, hospitales y escuelas antes del final de su mandato, la avenida que me acercó a mi cita llevaba el nombre de otro mandatario estatal: Ignacio Pichardo Pagaza, que inmerecidamente hace esquina con próceres como Hidalgo, Guerrero, Cárdenas y Carranza. De regreso a la estación Olímpica (que debe su nombre a la colonia Olímpica 68), sólo me detuve a comprar una paleta de guayaba y en un puesto callejero de libros y revistas viejas, en donde me hice de la edición de Lecturas Mexicanas de “El Rayo Macoy”, aquel libro de cuentos de Rafael Ramírez Heredia que tanto le gustaba a mi papá. Espero que el servicio se normalicé en la Línea B, porque además de los miles de usuarios que la utilizan todos los días, voy a regresar a Ecatepec por lo menos las dos siguientes semanas.
‘Tiroloco’ en el Metro
Una “revisión en la zona de vías” en las estaciones Deportivo Oceanía y Bosque de Aragón durante la madrugada del miércoles, que se extendió por la mañana, ocasionó la suspensión de los recorridos habituales.
“Se normaliza el servicio en Línea B tras una revisión al sistema eléctrico que mantuvo el servicio suspendido por un momento (sic). La circulación de trenes ya es continua. Agradecemos la pronta respuesta del personal técnico del @MetroCDMX y la comprensión de las y los usuarios ante esta situación”, escribió desde su cuenta de X el flamante director del Sistema de Transporte Colectivo, Adrián Ruvalcaba, nombrado por la jefa de gobierno de la capital, Clara Brugada, el 6 de mayo.
A pesar de no contar con experiencia en el ramo de la movilidad, Ruvalcaba tomó a la dirección de un medio de transporte que moviliza alrededor de 3.5 millones de personas al día. ¿Un abogado al que le gusta disfrazarse de policía es la solución para el Metro? Eso parece no importarle a la dirigencia de Morena, que utiliza la administración pública, en sus tres niveles, como una agencia de colocaciones para pagar favores políticos, a pesar de las protestas de su militancia.