Especialista y apasionada del sector energético. Es directora general de Energía a Debate, co-conductora del programa Corto Circuito, VP de Asuntos Públicos del Cluster Metropolitano de Energía. Es socia directora de Hidrógeno21 y P21 Energía.
Es periodista, politóloga, conferencista, emprendedora, yogui, melómana, amante de los animales y ratón de biblioteca.
Twitter: @Abril_More
México es una nación víctima
La reforma a la Ley de la Industria Eléctrica enviada por el Presidente al Poder Legislativo es un retroceso en el tiempo, una propuesta con más carga ideológica anclada en el pasado que pensando en el México del futuro, en el que podríamos ser.
La reforma a la Ley de la Industria Eléctrica enviada por el Presidente al Poder Legislativo es un retroceso en el tiempo, una propuesta con más carga ideológica anclada en el pasado que pensando en el México del futuro, en el que podríamos ser.
México es un país que, como muchos otros, sufrió una conquista, intervenciones extranjeras y demás sucesos que en su momento causaron gran dolor y agravios. Sin embargo, pareciera que somos incapaces de darle la vuelta a la página y mirar al futuro. Cada vez que nos vemos caminando hacia el desarrollo aparecen voces que nos hacen regresar a esa percepción de perdedores, de víctimas. Siempre hay un antagonista: los extranjeros, los privados, los neoliberales, los políticos opositores; esos malvados que han pisoteado y lastimado a nuestro pueblo. Esto parece que se ha convertido en una verdad histórica que permanece en el ADN de nuestros connacionales.
Al escribir esta columna recordé una cita del libro “Mañana o pasado” de Jorge G. Castañeda en el cual citaba a Octavio Paz de 1979 en The New Yorker, sobre los contrastes entre México y Estados Unidos sobre la diferente manera que tenían (tenemos) ambos países para enfrentar su pasado: “México voltea hacia atrás y se deprime; Estados Unidos mira hacia adelante y olvida”. Y como EU, países con un alto índice de desarrollo y bienestar hacen a un lado sus dolencias, se fortalecen de éstas y avanzan al crecimiento y desarrollo, con miras hacia las futuras generaciones.
En México, la manipulación de la historia a conveniencia del gobierno en funciones ha sido una de las herramientas más eficientes para el control político y social.
Parto de esta relatoría, porque basta con leer la iniciativa preferente de reforma a la Ley de la Industria Eléctrica enviada por el Ejecutivo Federal para observar la carga ideológica con la que se redactaron los cambios que pretenden llevar a cabo en el sector energético.
Peor aún, es leer en días posteriores plumas que ni siquiera llevan tinta mexicana en sus escritos y, sin mayor empacho se alegran y señalan fervorosamente que el retroceso no será de 50 años, sino de 80. Lo preocupante es leer que estamos frente a un gobierno y sus asesores que están conscientes del retroceso que esta reforma va a generar en nuestro país en materia eléctrica y, que lo único que les importa, no es usted, ni soy yo, ni los millones de mexicanos que cohabitamos en este territorio, sino la gloria personal de paladear las mieles de lo que le llaman el “espíritu cardenista” que conformó un sector energético nacional.
Pero le digo hoy, tomando prestada una frase de mi amigo y especialista en el sector, Víctor Ramírez: “descardenizemos el sector energético”. ¿Por qué tenerle tanto miedo o enojo a las empresas que llegaron con la reforma energética a generar inversiones y empleos para el país? ¿Por qué generalizar y tratar de corruptas a toda esta industria que ha colaborado con nuestro desarrollo y ha permitido que México tenga una mayor capacidad eléctrica para el beneficio de los mexicanos?, ¿por qué ese encono por la competencia?, ¿por qué no nos gusta competir a los mexicanos?
Contar con empresas privadas que generan y comercializan electricidad, no significa transferir y debilitar a las empresas públicas a particulares; implica en principio, coadyuvar al gobierno federal para que todos los mexicanos cuenten con energía limpia y más barata, e incluso, el alcance de la libre competencia debería de llegar hasta que los usuarios básicos, es decir todos los que pagamos tarifas de uso residencial, tengamos la libertad de comprar nuestra electricidad con quien nos más nos acomode por precio, servicio, cercanía, entre otros.
Algunos se preguntarán, pues entonces ¿por qué no han bajado las tarifas eléctricas? Un ejemplo, y le pido que lo interprete a su mejor manera es que, durante los inicios de la pandemia del covid-19, los precios de los combustibles se desplomaron a nivel internacional y en México, por lo que la CFE tuvo la ventaja de comprar combustibles para sus plantas térmicas como las de diésel o combustóleo, a precios más bajos. Sin embargo, este precio bajo no fue traslado al consumidor, vía tarifa eléctrica. Éste, es sólo un ejemplo.
Por eso, yo invitaría al gobierno federal a dejar de hacernos creer que México es una nación víctima, que los mexicanos somos unos pobres abusados. Mejor que nos empodere para caminar fortalecidos hacia una verdadera transición energética, y en lugar de seguir invirtiendo en proyectos de poca plusvalía como la refinería Dos Bocas, invierta en proyectos de nuevas energías como el hidrógeno, que la CFE sea realmente una empresa de clase mundial habilitada para competir con el sector privado, en donde transformen sus plantas viejas y térmicas por renovables, que dejen de ver a la energía hidroeléctrica como de base, entre otras.
Pero hoy, la iniciativa preferente no tiene una visión de futuro ni de competencia, sino de concentración del poder en un ente monopólico.