OpenAI: El nuevo rostro de las relaciones parasociales

Viernes 21 de febrero de 2025

Ingrid Motta
Ingrid Motta

Doctora en Comunicación y Pensamiento Estratégico. Dirige su empresa BrainGame Central. Consultoría en comunicación y mercadotecnia digital, especializada en tecnología y telecomunicaciones. Miembro del International Women’s Forum.

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OpenAI: El nuevo rostro de las relaciones parasociales

Como usuarios, sin darnos cuenta, estamos profundizando vínculos emocionales con inteligencias artificiales.

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Probar la nueva función de video conversaciones de ChatGPT en OpenAI me transportó a 2008, cuando en Motorola lanzamos al mercado el sistema operativo Android. Ese año nuestra interacción social cambió para siempre, transformándonos en seres digitalmente parasociales, es decir, construimos conexiones emocionales hiperconectadas con entidades que, a diferencia de nuestras relaciones humanas, no corresponden de la misma manera en la virtualidad.

La video conversación con ChatGPT es tan sofisticada como sorprendente. La interacción humano-maquina es inmediata. En milisegundos sus algoritmos procesan datos, identifica patrones visuales, analizan formas, colores y texturas, lo que les permite identificar objetos específicos en un contexto secuencial. El salto tecnológico que representa ChatGPT no consiste simplemente en superar las funcionalidades básicas de la inteligencia artificial, sino de redefinir para siempre nuestra forma de interactuar con la tecnología, replanteándonos cómo la percibimos y utilizamos.

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Las relaciones parasociales en video conversación con una IA establecen un nivel más íntimo con elementos visuales y gestuales, que profundizan un vínculo emocional con sistemas operativos que nosotros mismos estamos entrenando para alejarnos cada vez más de nuestra antigua realidad. La conexión social es una necesidad humana fundamental; esta nueva forma de interacción responde a esa necesidad de manera artificial. Como usuarios, sin darnos cuenta, estamos profundizando vínculos emocionales con inteligencias artificiales, lo que podría llevarnos a interacciones confusas que calificaremos como auténticas, desplazando nuestros lazos humanos reales. Pronto, interactuar con máquinas será más sencillo que con personas, reconfigurando radicalmente nuestra percepción del “otro”.

En los nativos digitales en etapa de desarrollo psicosocial, estas relaciones podrían alterar su comprensión de la autenticidad y la empatía hacia otros seres humanos, dificultando su capacidad para construir relaciones humanas significativas. Los no nativos digitales por su parte, podrían mantener límites más claros entre la tecnología y la dependencia emocional, sin quedar exentos de romper la línea entre realidad y virtualidad.

En nuestra sociedad hiperconectada, la tecnología puede actuar como un puente o una barrera para la conexión humana. Aunque las video conversaciones ofrecen compañía virtual inmediata, también pueden amplificar la soledad al crear una ilusión de comunicación bidireccional. Este espejismo de conexión puede incrementar nuestras inseguridades y miedos, sobre todo ante nuestra interacción en redes sociales y con inteligencias artificiales que, cada vez con mayor sofisticación, están sustituyendo relaciones humanas auténticas por otras basadas en bits y bytes.

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¿Riesgo u oportunidad?

Las relaciones parasociales correctamente gestionadas pueden ser muy positivas. Herramientas como las video conversaciones pueden ser valiosas en sectores como la educación, creando entornos de aprendizaje personalizados, o en la atención a ciudadanía, donde podrían brindar compañía y apoyo en entornos seguros y controlados por especialistas; sin embargo, como sociedad debemos estar conscientes de los límites. Aún hay preguntas sin resolver: ¿Qué sucede con los datos visuales y emocionales que se recopilan durante estos relacionamientos? ¿Olvidaremos como usuarios que estamos interactuando con una máquina y no con un ser humano?

Lo paradójico de esta nueva realidad es que somos nosotros mismos los usuarios y creadores de estas tecnologías. Promovemos su integración y uso sin una visión clara de cómo manejarlas como complementos y no sustitutos de las relaciones humanas. Desarrolladores, reguladores, academia, Industria y sociedad civil debemos garantizar que estas herramientas reflejen valores éticos y prioricen el bienestar humano. No se trata de detener el avance tecnológico, sino de encausarlo hacia un futuro donde la tecnología potencie nuestras capacidades humanas sin comprometerlas.