Los talibanes les están arrebatando a las mujeres el derecho a aprender. El mundo no puede permitirse permanecer en silencio
Foto: EPA

Esta semana, los talibanes hicieron el anuncio explosivo de que prohibirán a las mujeres asistir a la universidad o enseñar en Afganistán. Se trata de una decisión que, en un solo día, ha contribuido más a consolidar la discriminación contra las mujeres y las niñas y a frenar su empoderamiento que cualquier otra decisión política que yo pueda recordar.

Desde que los talibanes volvieron al poder, a las niñas se les ha prohibido asistir a la escuela secundaria. Ahora se les prohíbe asistir a la escuela primaria. Se ha ordenado a miles de trabajadoras del gobierno que se queden en casa. Otras resoluciones recientes impiden que las mujeres viajen sin un familiar masculino o que asistan a mezquitas o seminarios religiosos. El mes pasado se prohibió la entrada de niñas y mujeres en lugares públicos, incluidos los parques.

El resto del mundo no puede permanecer en silencio ahora con la esperanza ilusoria de que estas prohibiciones sean temporales. Ha llegado el momento de enfrentarse a los talibanes, y son los países musulmanes de todo el mundo que se rigen por la ley islámica para defender la educación de las mujeres y las niñas, y que la consideran un elemento central de las enseñanzas islámicas, los que se encuentran en mejor posición para liderar la ofensiva. Los países musulmanes tienen la clave para restaurar los derechos de las mujeres y las niñas en Afganistán.

En los dos días transcurridos desde la prohibición de las universidades impuesta por los talibanes, ya se han escuchado algunas voces favorables. El ministerio de Relaciones Exteriores de Qatar, que ha actuado como mediador entre los talibanes y Occidente, condenó inmediatamente las acciones y expresó su “preocupación y decepción”, al tiempo que instó a Afganistán a poner fin a su prohibición. El Ministerio de Relaciones Exteriores saudita expresó su “sorpresa” y “pesar”, y pidió al gobierno que revocara la decisión. Era, dijo, “contraria a conceder a las mujeres afganas sus plenos derechos legítimos, el principal de ellos es el derecho a la educación, que contribuye a apoyar la seguridad, la estabilidad, el desarrollo y la prosperidad en Afganistán”.

Después de que el representante de los Emiratos Árabes Unidos ante la ONU calificara esta medida de intento de conseguir nada menos que “la eliminación de las mujeres de la vida pública”, un comunicado oficial de los Emiratos Árabes Unidos señaló que la decisión no solo “viola los derechos fundamentales”, sino “las enseñanzas del Islam, y debe solucionarse rápidamente”.

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Niñas afganas asisten a una escuela religiosa en Kabul, que ha permanecido abierta desde la toma del poder por parte de los talibanes el año pasado, en agosto de 2022. Foto: Ebrahim Noroozi/AP

Y estas exigencias de que se respete la ley islámica son las que podrían conseguir que se revirtiera esta política. La Organización para la Cooperación Islámica (OCI), junto con el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), está en condiciones de utilizar su plataforma para exigir a las autoridades de facto de Afganistán que pongan fin a este ataque contra los derechos de las mujeres.

La unidad en este asunto es posible porque la enseñanza religiosa defiende el derecho de las niñas a la educación. “Iqra”, que significa leer, es la primera palabra del Corán. Y el resto de la comunidad musulmana profesa la doctrina islámica dominante, que promueve la educación de las niñas. De hecho, “la búsqueda del conocimiento es obligatoria para todo musulmán”, establece Al-Tirmidhi, Hadiz 74, una de las seis enseñanzas canónicas del Islam suní, que hace hincapié en el profundo compromiso con el aprendizaje –por parte de hombres y mujeres– en todo el mundo árabe.

Debido a su propio y firme compromiso de proporcionar educación a todas las niñas, la inscripción de mujeres en la universidad en Indonesia, el país de mayoría musulmana más grande del mundo, ha aumentado del 2% registrado en 1970 al 39% en 2018. Y en Arabia Saudita, la mitad de las mujeres en edad universitaria asisten a la universidad, un índice de inscripción femenina superior al de México, China, Brasil e India. Todos los países del mundo musulmán, excepto el Afganistán gobernado por los talibanes, están comprometidos públicamente con el objetivo de desarrollo sostenible número cuatro de la ONU: que todos los niños tengan garantizado el acceso a una “educación inclusiva y equitativa de calidad” antes del año 2030.

Los argumentos a favor de la anulación de las múltiples prohibiciones adquieren aún más fuerza y urgencia cuando recordamos que el propio Afganistán ha disfrutado de largos periodos de prosperidad en la educación de las niñas. Antes de la toma del poder por parte de los talibanes en 1996, el 60% de los profesores de la Universidad de Kabul (y la mitad de sus estudiantes) eran mujeres. Las mujeres afganas constituían el 70% de los maestros del país, el 50% de los trabajadores civiles del gobierno (y el 70% de los 130 mil servidores públicos de Kabul) y el 40% de los doctores. Solo en este siglo –hasta hace un año– el número de niñas afganas inscritas en la escuela aumentó de apenas 100 mil en el año 2000 a más de 3.5 millones, y se duplicó la tasa de alfabetización femenina.

Afganistán: protestas afuera de las universidades tras la prohibición impuesta a las estudiantes, video

A largo plazo, fracasará la represión. No se puede quitar la educación a millones de niñas afganas que aprendieron en los años anteriores a 2021 a escribir, leer y pensar de forma independiente. No se puede oprimir para siempre a niñas y mujeres que supieron lo que era ser libres. Esta es la razón por la que la comunidad internacional gozará de un amplio apoyo popular cuando aborde una de las injusticias más graves e indefendibles de nuestra generación.

Sabemos que las prohibiciones múltiples fueron una decisión del líder espiritual talibán, Haibatullah Akhundzada, con sede en Kandahar, cuyos seguidores insistieron en la imposición de estas sanciones en una reciente reunión de funcionarios talibanes y autoridades policiales. Él es el verdadero obstáculo para el cambio. Liderado por nuestros amigos musulmanes, el mundo ahora debe suplicarle, recordándole los textos islámicos que justifican la educación para todas las personas.

Al ejercer toda la presión posible a través del COI y el CCG, con el respaldo del movimiento feminista mundial, lograremos que se garanticen por fin los derechos humanos de las niñas y mujeres de Afganistán. Esta es una lucha hasta el final. Por el bien de las niñas y las mujeres de todo el mundo, tenemos que ganarla.

Gordon Brown es enviado especial de las Naciones Unidas para la educación mundial y exprimer ministro del Reino Unido.

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