Rebeldía digital: el camino de los Zoomers hacia una IA ética

Miércoles 2 de abril de 2025

Ingrid Motta
Ingrid Motta

Doctora en Comunicación y Pensamiento Estratégico. Dirige su empresa BrainGame Central. Consultoría en comunicación y mercadotecnia digital, especializada en tecnología y telecomunicaciones. Miembro del International Women’s Forum.

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Rebeldía digital: el camino de los Zoomers hacia una IA ética

Esta generación, lejos de rechazar la tecnología, aprendió a domesticarla a su estilo y gustos para reconfigurar su relación con ella.

IA y zoomers

La Generación Z se está resistiendo y reconstruyendo su experiencia digital.

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Pexels.

Son nativos digitales a quienes, de bebés, se les cambió el chupón por un dispositivo digital para lograr distraerlos. Crecieron entre pantallas, WiFi y redes sociales, y son precisamente ellos los primeros en cansarse de la hiperconectividad. La Generación Z, o más propiamente llamados “Zoomers”, está liderando una revolución silenciosa que transformará el rumbo de la Inteligencia Artificial hacia menos velocidad, más sentido; menos algoritmo y más humanidad.

Esta generación, lejos de rechazar la tecnología, aprendió a domesticarla a su estilo y gustos para reconfigurar su relación con ella. Apagan las notificaciones, leen libros impresos y utilizan sus dispositivos móviles que, aunque parezca intensivo, lo hacen de forma limitada. Consumen contenidos bajo el principio de slow media, que prioriza la calidad sobre la cantidad. En este contexto, el minimalismo tecnológico se adopta en contradicción al desarrollo de la IA, que representa aceleración, automatización y eficiencia, pero que ahora debe enfrentar a una generación que le exige, y exigirá, ser cada vez más humana, ética y consciente.

Aunque no todos los integrantes de la Generación Z siguen este patrón, una masa crítica suficientemente visible está marcando una tendencia que la industria tecnológica ya no puede ignorar. No se trata de una moda pasajera, sino de un cambio cultural que empieza a influir en el diseño, el consumo y la ética del entorno digital. Un estudio reciente del Center for Humane Tech, titulado “Disengagement Is the New Resistance” (2025), señala que el 62 % de los Zoomers encuestados en EE. UU. y Europa ha desinstalado apps por considerarlas emocionalmente agotadoras o invasivas. El estudio concluye que el desenganche digital no es apatía, sino una nueva forma de resistencia activa frente a la economía de la atención.

Desde esta lógica, el impacto económico también es evidente. Los hábitos de la Generación Z son contradictorios a los intereses de las grandes tecnológicas, que desarrollan sin cesar modelos de IA cada vez más complejos y omnipresentes. Los Zoomers están dispuestos a convivir con la tecnología mientras esta no sea invasiva, y los algoritmos no tomen el control. Quieren decidir qué consumir digitalmente, con asistentes virtuales que respeten su privacidad y su silencio, y sistemas de recomendación que privilegien la calidad y la utilidad por encima del volumen.

En lo social, la Generación Z se está resistiendo y reconstruyendo su experiencia digital, poniendo como prioridad su bienestar físico y emocional. Aunque no han logrado eliminar el FOMO (Fear of Missing Out), lo gestionan mucho mejor que las generaciones anteriores. Migran a espacios más cerrados y personales, como Close Friends en Instagram, grupos reducidos en WhatsApp o historias que desaparecen. Esto reduce la presión de “estar al día” con todo el mundo y la reemplaza por una conexión más selectiva e íntima.

Incluso, como respuesta opuesta a la angustia de no perderse nada, crearon el fenómeno del JOMO (Joy of Missing Out), que celebra la desconexión. Poner pausas a las notificaciones y alejarse del mundo digital sin culpa les permite reconectar con el entretenimiento analógico y con un uso más saludable del tiempo.

Desde una mirada psicológica, la Generación Z habla sin prejuicios sobre ansiedad, burnout o agotamiento digital. Se cuestiona las consecuencias del uso de la IA y los algoritmos, exigiendo que estos sean más éticos y empáticos. Plantean que los sistemas puedan detectar signos de fatiga mental y, automáticamente, interrumpir el doomscrolling para dar espacio a la pausa. Lo interesante será ver si las Big Tech logran hacer de este descanso digital un estándar de industria, priorizando la salud mental de los usuarios por encima de su obsesión por el engagement.

La paradoja es que esta búsqueda por desacelerar la hiperconectividad proviene justamente de quienes nacieron dentro de ella. Nativos digitales que han aprendido a desapegarse de sus dispositivos en favor de una mejor calidad de vida, donde haya menos velocidad y más autenticidad. Lo que quieren silenciosamente no son más pantallas, sino mejores razones para usarlas. Y en ese camino, están convirtiendo a la IA en un modelo de vida contradictorio que, si quiere ser exitoso con esta generación, tendrá que transformarse en una mediadora del bienestar.

El poder ahora está en los Zoomers. Mientras las grandes corporaciones siguen obsesionadas con captar la atención y retener usuarios dentro de sus plataformas, la Generación Z está empujando, de manera firme pero no estridente, a que los creadores de tecnología regresen a un principio básico que parecía olvidado: el usuario es quien manda. No están dispuestos a ser manipulados emocionalmente ni a ser saturados con contenido irrelevante que afecte su salud mental. Y, de ser necesario, eliminarán apps, silenciarán notificaciones y bloquearán feeds innecesarios.

La tecnología no tiene voluntad propia; son las personas, y especialmente los consumidores, quienes pueden reorientarla. Y los Zoomers lo están haciendo con hechos, no con discursos. Están restaurando el equilibrio entre creador y usuario, entre diseño y elección. Le están recordando al mundo tech que innovar no es sinónimo de manipular, sino de mejorar la vida de quienes eligen usar esa innovación con intención y conciencia.

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