Sororidad, amistad y amor…
“El amor consiste en encontrar alguien con quien compartir tus rarezas”, nos enseñó Rosa Montero.
“El amor consiste en encontrar alguien con quien compartir tus rarezas”, nos enseñó Rosa Montero.
Sólo en los nacimientos y en las muertes se sale uno del tiempo; la Tierra detiene su rotación y las trivialidades en las que malgastamos las horas caen sobre el suelo como polvo de purpurina… escribió Rosa Montero en la primera página de “La ridícula idea de no volver a verte”, libro publicado en 2013 por Seix Barral. Biblioteca Breve. Ejemplar que llevaba años en una de esas torres de libros que comienzo cada tanto con la firme intención de leerlos a la brevedad, bueno, esa cita llegó en el momento adecuado, como casi siempre sucede con las grandes historias.
La escritura de “La ridícula idea de no volver a verte” comenzó también por esos misterios del destino, Rosa Montero atravesaba un momento trascendental en su vida cuando la editora de Seix Barral le mando un correo electrónico proponiéndole hiciera un prólogo para el diario de Marie Curie, apenas días antes la figura de Marya Sklodowska, nuestra madame Curie, la joven nacida en Varsovia que llegó a la Sorbona para convertirse en la primera mujer en la historia en licenciarse en Ciencias, ya había hecho acto de presencia en el día a día de Rosa Montero, así que comenzó a entablar una especie de camaradería y acompañamiento a partir de un hilvanado fino entre ellas, ambas habían perdido a sus compañeros de vida, ambas habían percibido el dolor indecible. Pues bien, comenzaron a fluir las palabras, pero curiosamente no como un lamento, sino a partir de otras coincidencias, recuerdos de infancia, soledades, de sus rarezas y extravagancias que al menos a sus ojos les hace únicas, una lectura fascinante sin duda que descubre otras vetas más allá de regodearse en la tristeza del duelo, todo lo contrario como diría Einstein: Si en un hombre se considera elegante y viril la contención emocional, a una mujer como Marie le hace parecer un bacalao. Una de ellas tiene que ver con la sonoridad, concepto que hace referencia al apoyo, coexistencia y solidaridad entre mujeres, ese valor de unión, respeto y amor.
Conforme Rosa Montero indagaba sobre la sabia Marie Curie para el prólogo de aquella colección de libros, las páginas de “La ridícula idea de no volver a verte” se iban poblando de otras mujeres de gran talante como la Curie, mujeres como Minna Keal, la londinense, hija de emigrantes judíos rusos que había comenzado a estudiar en la Real Academia de Música, tuvo que abandonar los estudios después de la muerte de su padre, después se enlisto en el partido comunista, durante la Segunda Guerra Mundial montó una organización para sacar niños judíos de Alemania, ya con 60 años volvió a la música y en 1989 estrenó su primera sinfonía en los BBC Proms, en el Royal Albert Hall de Londres, Minna tenía 80 años, pero en su mirada se percibía a aquella joven ilusionada en sus primeros días de la Academia.
233 páginas que fluyen según el ánimo, sobre todo en estos días raros… pero que con cada evocación íntima de las relaciones, de la ciencia, la inequidad y esa libertad que brinda la literatura, “La ridícula idea de no volver a verte” deja esa sensación de sororidad hacia nuestras amigas, hermanas, madres, mujeres en esas historias de lágrimas por un amor que no fue, un desdén laboral o de franca alegría por sabernos cercanas a pesar de la sana distancia y de que el éxito radica por si solo en el hecho de estar vivas.