¿Tendremos una vejez digna?
Con lupa de género

Estudió Economía y Ciencia Política en el ITAM. Actualmente trabaja en el área de Sociedad Incluyente donde investiga los factores que influyen en la participación de las mujeres mexicanas en el mercado laboral.

@imcomx

¿Tendremos una vejez digna? ¿Tendremos una vejez digna?
Sabemos que no hay un ser humano que no necesite cuidados durante ciertos periodos de su vida, que éstos son fundamentales para que los sistemas económicos y de bienestar sigan funcionando. Foto: Pixabay

¿Alguna vez te has preguntado cómo sería tu calidad de vida si tuvieras la fortuna de llegar a la vejez? El índice de calidad de vida del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) mide el número de años que una persona puede esperar vivir con buena salud y sin pobreza a partir de que cumple 65 años. En la región de América Latina y el Caribe, los adultos mayores de países como Panamá, Chile, Uruguay y Brasil pueden esperar vivir más de 12 años con buena salud y sin pobreza, en cambio los de México podrían tener 7.7 años adicionales.

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Entre hombres y mujeres existe una brecha en los años de esperanza de vida saludable y sin pobreza que pueden gozar después de los 65 años. Mientras ellos pueden tener 9.1 años adicionales de una vida con calidad, las expectativas de las mujeres se reducen a 6.4 años. Si tomamos en cuenta que la esperanza de vida de las mujeres en México es de 78 años, esto significa que su posibilidad de tener una buena calidad de vida termina, en promedio, a los 72 años.

De acuerdo con un estudio del BID, los factores que provocan esta desigualdad son múltiples. Uno de ellos es que las mujeres de la tercera edad tienen una mayor probabilidad de encontrarse en situación de pobreza en comparación con los hombres. Mientras 53% de las mexicanas de 65 años o más tienen un ingreso diario inferior a 5 dólares o 100 pesos aproximadamente, solo 28% de los hombres de esta edad se encuentran en la misma situación.    

La calidad de vida de las mujeres durante la vejez también se ve afectada por el poco acceso que tienen a fuentes de ingreso distintas de un salario. Debido a que ellas tienden a tener una vida laboral más corta y en la informalidad tienen una menor posibilidad de acceder a pensiones contributivas o a ahorrar para su retiro y poder solventar de forma independiente sus gastos personales. 

Aparte de las brechas económicas, existen diferencias de género en el acceso a tratamientos para ciertas enfermedades y en la probabilidad de depender de un tercero en la vejez. En México, el porcentaje de hombres de 65 a 79 años que recibe tratamiento contra la hipertensión (66%) es mayor que el de las mujeres (60%). Asimismo, ellas tienden a padecer enfermedades más debilitantes como trastornos musculoesqueléticos, mentales o neurológicos lo que limita su capacidad para realizar actividades cotidianas como cocinar, vestirse o comer de forma independiente.

Hoy, a pesar de que se estima que dentro de 30 años la población mayor de 65 años representará el 20% de la población, el país no cuenta con un sistema nacional de cuidados que atienda las necesidades de las y los adultos mayores. Ante estos desafíos, las personas que hoy toman decisiones con respecto al sistema de seguridad social y de cuidados deben dar respuesta a dos preguntas: ¿qué panorama les gustaría encontrar cuando a ellos les toque llegar a la vejez? y ¿qué acciones van a implementar para que envejecer de forma saludable y sin pobreza no sea una cuestión de género? 

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