Todo el teatro que no vi

Crítica teatral, editora, gestora y difusora de proyectos culturales egresada de la UAM. Jefa de comunicación en Editorial Almadía y Socia-Directora de la agencia de relaciones públicas Ari&Ari. Pero sobre todo, ferviente creyente de la claridad de las palabras (escritas, escuchadas o sentidas), de la escucha atenta como principal herramienta de las conversaciones, y del goce que da compartir historias en todos los tiempos y dimensiones.

Todo el teatro que no vi Todo el teatro que no vi
Este 2024 me trajo a las butacas de los teatros de vuelta. Foto: Pixabay.

Cuando comencé a escribir este texto, planeaba hablarles acerca de las complicidades escénicas, ese pacto mágico que se genera en el teatro y permite que mientras los personajes viven por primera vez un momento no planeado, las actrices y los actores estén sellando una anécdota que contarán a todxs sus amixs cuando salgan: “¡No te pases!, no encendió la televisión, tuvimos que improvisar”, escuchaba mientras me alejaba de la última obra que, sin saberlo, vería este año.

También al escribir esto, pensaba en cuánto moría por ver “Huérfanos” dirigida por mi admirada Rogel, no quería perderme los tradicionales “Antinavideños” en La Capilla, deseaba repetir mi ida a La Gruta con el amigo del texto anterior, pero, sí, pero hace falta vida para poder terminar todos los pendientes, leer todas las novedades editoriales, seguirle la pista a nuestros artistas favoritos, ir a todas las inauguraciones de exposiciones, ver todo el drama que queremos.

Porque, aunque algunas veces se nos olvida que (aunque nos encantaría vivir en una escena para siempre) somos seres terrenales, esos que tienen que mandar montones de correos al día, sacar todos los trabajos que tenemos, ir al supermercado, reponer el gas, componer la llave de agua que gotea, regar las plantas, lavar la ropa, cocinar, maternar, atender al gato, respirar, caminar y, por si fuera poco, todo al mismo tiempo.

Este 2024 me trajo a las butacas de los teatros de vuelta tras un año en el que tenía la cabeza puesta en otras cosas. Es decir que, una vez más, el teatro me regresó a la realidad, a lo importante. Esto suena a discurso motivacional, pero no es así. Vivir el teatro como espectadora también requiere de disciplina, de planeación, de ganas de hacer espacio suficiente (y yo diría que uno bastante grande) para llegar a tiempo, de querer soltar la urgencia del mundo y dedicarte a contemplar; por lo tanto, tuve que reorganizar mis días y mis noches para poder ver todas las obras posibles, para permitirme sentir de vuelta.

Ahora bien, como todo, querer estar en todas las obras es una trampa, una en la que se puede caer con el gusto del mundo, pero ¿es posible?, claro que no. Por esto sé que la experiencia escénica también se conforma por todo el teatro que no vemos, también soy esas obras que me perdí porque corrí al llamado de una amiga con el corazón roto, a recoger un encargo de mamá, a terminar el pendiente del día, por estar en ferias del libro, por enfermarme, por no poder…

Que el teatro siga siendo esa cosa infinita con el poder de trastocar la vida de la audiencia, que el teatro siga siendo ese lugar al cual volver siempre que quieras saber un poco más de ti.

Síguenos en

Google News
Flipboard