Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas
Un recuerdo del zaguero central
Hace 15 años que se fue y mentiría si dijera que todos los días pienso en él.
Hace 15 años que se fue y mentiría si dijera que todos los días pienso en él.
Aunque pocas veces lo vi jugar, a mí papá siempre le envidié el volumen de sus piernas cuando era futbolista. Forjado en los llanos de la Colonia Independencia, Portales y alrededores, donde llego a compartir equipo con Aarón Padilla, un ex seleccionado nacional, sus 180 centímetros de estatura y su fuerte complexión lo hacían sobresalir del resto de sus compañeros. Muchas veces con la cinta de capitán en el brazo, fue un recio defensa central que terminó con la rodilla izquierda hecha pedazos.
Hace 15 años que se fue y mentiría si dijera que todos los días pienso en él, pero ni duda cabe que sigue muy presente en mi vida. Extraño nuestras últimas charlas y sé que algunas decisiones equivocadas que he tomado en los últimos años no hubieran pasado si hubiera escuchado su consejo. Por ejemplo, nunca hubiera renunciado a Televisa Deportes para irme a Récord. A él nunca le gustó ese pasquín del que me corrieron nueve meses después de haber llegado. Quizá, con su presencia, le hubiera bajado tres rayitas a la soberbia con la que me conduje esos meses: trabajo nuevo, departamento recién comprado, nueva novia. Me volví completamente loco y pagué el precio. Me quedé sin trabajo, endeudado y “clavado” de una mujer que nunca me quiso.
No sé si Edith le hubiera caído bien a mi papá, estoy seguro que Teresa sí. De Marcela hubiera dicho: “Esa mujer no te conviene”, como dijo alguna vez de una señorita de apellido Luna. No le hice caso y algunos días después, cuando la invité a salir y se hizo la enferma, la encontré en la noche con un greñudo en el Foro Ideal. El viejo se la sabía.
A él no le hubiera gustado que comprara esa moto que nunca usé y me habría regañado por adquirir ese viejo Volkswagen que se quedó a medio remodelar y malbaraté años después, pero estoy seguro que le hubiera gustado el Mini Cooper, porque siempre criticó los Chevys que me daba la empresa.
Él no conoció mi departamento, tampoco vio mis libros publicados, pero sé que se hubiera sentido orgulloso. Especialmente de Dos en el área, después de todo comencé a escuchar ese programa por su recomendación. Le hubiera dado mucho gusto el campeonato de Argentina en el Mundial de Qatar y también estaría enfadado por la actualidad de sus Pumas y la mudanza de Raiders a Las Vegas. Dejamos pendientes muchas cosas, como aquel viaje que planeábamos a Buenos Aires para ver a Boca y escuchar tangos con mi mamá.
A mi viejo nunca lo recuerdo con dolor, siempre lo hago con la alegría que le caracterizó a lo largo de su vida, a pesar de tener ese gesto duro que imponía respeto. “Nosotros somos ‘jetones’, tenemos que sonreír y ser amables con la gente”, me decía cuando lo criticaba por saludar hasta a los policías cuando iba al supermercado. “Qué hueva salir contigo”, bromeaba con él, “¿te sientes Señorita México o qué pedo?” Al final nuestra relación fue muy cercana.
Mi memoria selectiva ha borrado muchos episodios de la semana en que estuvo internado en el hospital, pero tengo presentes los grandes detalles de algunos amigos durante esa semana, como la visita de Joel González y Chema una madrugada en que yo hacía guardia en el Hospital de Nutrición. De su velorio no me acuerdo. Hay personas que dicen que fueron a la funeraria a darme el pésame, pero no conservo el registro. La anécdota graciosa de aquella mañana fue cuando el Gordo Julio llegó a la funeraria pensando que el difunto era yo y no mi padre. Casi le da el infarto al borrachón.
Aquel sábado 10 de octubre la Selección Mexicana goleó 4-1 a El Salvador y consiguió su clasificación al Mundial de Sudáfrica 2010, mientras el gobierno de Felipe Calderón daba el golpe final a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. Dos noches después me salí de misa para ir al Naked City a ver el Monday Night. Los Jets de Mark Sánchez, aquel quarterback de origen mexicano que tanto entusiasmó a mi viejo, perdieron 31-27 en Miami y yo me tomé unas cubas a la salud de mi papá, el recio zaguero central.