La era Trump no fue tan mala: hubo progreso gracias a los movimientos sociales
"La gente miró hacia arriba, asombrada, durante los últimos días de 2020". Fotografía: Michael Noble Jr./Getty Images

La devastación de la administración de Trump, de las normas y valores y la salud pública, del clima y del ambiente y de los derechos de los grupos marginalizados, es enorme e innegable. Pero el viejo axioma de Pablo Neruda “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera” puede describir lo que pasó. A pesar de la oposición, la persecución y las pérdidas reales, los movimientos por la liberación y justicia se expandieron no sólo en poder y logros, sino en visión

La gente miraba hacia arriba, con asombro, en los últimos días de 2020, y los ví una y otra vez, para mirar la luna llena de finales de diciembre, la conjunción planetaria de Júpiter y Saturno, y aquí en San Francisco una magnífica parvada de estorninos sobre un viejo cementerio católico en San Rafael, decenas de miles de pájaros revoloteaban juntos en vuelo coordinado al atardecer, tarde tras tarde. Al mirar estos espectáculos tangibles, creo que la gente buscaba, durante este tiempo de conflictos políticos y confinamiento, el espacio de libertad y posibilidad

Al mirar hacia los últimos cuatro años, se puede encontrar otro tipo de espacio expansivo y esperanzador. Estos cuatro años se recordarán sobre todo por la brutalidad de la extrema derecha en contra de la verdad, los hechos, derechos y cuerpos, y esa brutalidad y sus consecuencias importan. Pero eso no es todo lo que pasó desde 2016. Los movimientos comunitarios por la justicia racial y de género, justicia económica, justicia climática y la comprensión interseccional de las relaciones entre estas cosas crecieron en poder, logros y perspectiva. 

También lee: La pandemia puede provocar cambios profundos en los roles parentales, dicen los expertos

El ataque de los supremacistas blancos al Capitolio el 6 de enero fue histórico, pero también la elección la noche anterior del Reverendo Raphael Warnock y John Ossoff como los primeros senadores demócratas de Georgia en décadas. Muchos activistas por el clima de Sunrise Movement fueron a Georgia a trabajar en sus campañas, reconocieron el juego largo, que la elección de este hombre negro y de este hombre judío significaba darle a los demócratas la mayoría del senado de EU, que significaría que la posibilidad de un proyecto de ley fuerte para la legislación clomática y el apoyo acuerdos climáticos internacionales, lo que significa que esto importaba para el destino del mundo. 

Incluso en la política electoral, los últimos cuatro años y las últimas cuatro elecciones de noviembre ampliaron la coalición demócrata en números y diversidad, con ocho personas trans electas para cargos públicos en la elección de 2017, el nacimiento de la “Squad” con la elección de 2018 de Rashida Tlaib, Ayanna Pressley, Ilhan Oman y Alexandria Ocasio Cortez y su expansión en 2020 con las victorias de Cori Bush y Jamaal Bowman, la elección de las primeras mujeres nativas americanas para la Cámara, un gobernador gay en Colorado, dos senadores demócratas para Nevada (con la primera latina en el Senado, Catherine Cortez Masto), después Arizona, después Georgia, y más oficiales electos que son realmente progresivos respecto a la justicia racial y ambiental, y una visión más progresiva en general. Eso vino desde fuera, de las comunidades, los movimientos, de los jóvenes. 

Creo que cuando miremos hacia atrás en 10 o 20 años, es probable que la ira de la ultraderecha se vea como una reacción en contra de la visión creciente y del movimiento hacia un mundo más justo. Esto no es un hecho, pero es una posibilidad. Que lo que hagamos de hoy en adelante sea lo que lo determine. 

Muchas de las semillas que se plantaron en la era de Obama dieron frutos en la era de Trump. Black Lives Matter comenzó en 2014, y en el verano de 2016 se vio como se amplificó su mensaje cuando las estrellas del deporte comenzaron a hablar, y a arrodillarse en el caso de Colin Kaepernick. El tamaño de las protestas era medible, pero algo inmedible importaba al menos lo mismo: la transformación de la conciencia pública. En el verano de 2020, después del asesinato público de George Floyd que desató las protestas más grandes en la historia del país, no solo en las ciudades grandes, también en pueblos pequeños en todo el país. 

Te recomendamos: La presidencia de Donald Trump: un legado de división, destrucción y muerte

Uno de los efectos más importantes y menos tangibles del activismo es introducir y popularizar nuevas ideas y cambiar mentalidades. Por ejemplo, el racismo detrás del tratamiento diferente de la policía y de la corte y las condenas desiguales, se reconocen más ahora que hace 20 años. Muchas ciudades tomaron en serio cómo sería quitarle el financiamiento a la policía, y en algunas ya comenzaron. Por ejemplo, en la Bay Area, donde en 2009 el asesinato de Oscar Grant por un policía de tránsito causó una fuerte reacción, el sistema de tránsito decidió contratar a 20 trabajadores sociales en lugar de llenar las vacantes con policías.

El feminismo también se energizó durante los años de Trump. A principios de 2017, la Marcha de las Mujeres, la protesta más grande de un solo día en la historia del país, con marchas en pequeños pueblos desde Alaska a Alabama así como ciudades grandes, establecieron que se resistirían a la administración de Trump, y las mujeres lideraron muchas de las organizaciones anti Trump de los siguientes cuatro años. En octubre de 2017, lo que se llamó #MeToo abrió un espacio sin precedentes para reconocer que algunos de los hombres más poderosos y famosos del país eran criminales sexuales y a la injusticia sistémica que los protegía.

Resultó en algunas reformas legales, que incluyen la expansión o eliminación de las limitaciones para algunos crímenes de abuso sexual en 15 estados: Pero más que eso, la maquinaria de silencio, las maneras rutinarias en las que a las víctimas se les desacredita, intimida, acosa, humilla, se ha reconocido más, un primer paso para desmanterlarla. Una vez más los cambios que importan más serán los más difíciles de medir, los crímenes que no pasan, al menos porque los posibles violadores están menos confiados de que pueden invalidar el testimonio de su víctima o escapar las consecuencias legales y profesionales, idealmente porque el deseo de violar a otros seres humanos se marchite y el permiso de hacerlo se marchite, 

Estos fueron años de victorias y derrotas, de ganar y de perder. Con Betsy DeVos que desmanteló el Título IX para los derechos de víctimas de violencia sexual en universidades y una guerra extendida en contra de los derechos reproductivos, las mujeres perdieron tanto como ganaron en los últimos cuatro años. Pero el aborto es algo a lo que le puedes quitar el acceso, pero no tan fácilmente puedes quitar la creencia en el derecho a ese acceso. Los siguientes cuatro años verán la continuación de la batalla por los derechos reproductivos y otros asuntos de la justicia de género. 

No te pierdas: Legalización del aborto en Argentina traerá reformas en América Latina, dice ministra

El movimiento climático creció notablemente en los últimos cuatro años. La era Trump comenzó con el punto focal en el plantón de los protectores del agua Lakota y la resistencia de Standing Rock y una intersección poderosa entre derechos de los indígenas, justicia ambiental, la lucha en contra de oleoductos específicamente y el movimiento climático. Salió más de Standing Rock de lo que se puede medir: la educación de los no nativos sobre la historia y los derechos de los nativos, una sensación de esperanza y posibilidad para los Lakota y otros jóvenes nativos, inspiración para Alexandria Ocasio-Cortez para postularse que fue a Standing Rock (como la organizadora de Laguna Pueblo y futura congresista Deb Haaland, ahora nominada de Biden para el Departamento de Interior), una disculpa del genocidio militar por veteranos de EU, alianzas y visiones. Recuerdo que en 2011, cuando a los manifestantes de KXL les dijeron que su activismo era inútil y que la construcción del oleoducto era inevitable. Se equivocaron.

Los activistas ayudaron a llevar la industria de los combustibles fósiles al borde del colapso. Politico reportó recientemente; “En 2017 cuando Donald Trump entró a la Casa Blanca, la industria de petróleo y gas de EU estaba a máxima potencia, con una producción que alcanzó niveles récord, mientras que las energías limpias seguían en la búsqueda de su nicho. Ahora, los productores de petróleo y gas batallan entre los precios débiles y la presión creciente para contrarrestar el cambio climático, mientras que las tecnologías eólicas y solares crecen, una tendencia que ayudará a Biden a dar un giro en ‘U’ a la política de energía de la administración de Trump”. El 6 de enero, mientras que los sublevados irrumpían en el Capitolio, la administración de Trump mantuvo una decepcionante subasta de permisos para excavar en el refugio de vida salvaje del Ártico. Todas las compañías grandes de petróleo se quedaron al margen, en parte porque los activistas lograron que los bancos decidieran no financiar las excavaciones en el Ártico. 

Mientras la industria se derrumbaba, el movimiento climático creció. Emergieron nuevas voces, con la rudeza sin compromisos de Greta Thunberg como la más prominente, y desde la octogenaria Jane Fonda con sus viernes de simulacro hasta Varshini Prakash de veintitantos, cofundador y director ejecutivo del Sunrise Movement. El Sunrise Movement introdujo y amplificó los mensajes del Green New Deal (GND), que incluye que el cambio profundo no solo es necesario sino pragmáticamente posible y beneficioso. El modelo GND tiene impacto internacional, y deshizo los argumentos viejos de que los empleos y el ambiente son metas en conflicto. 

Entonces, el cambio progresivo puede suceder en los peores momentos. Y muchas veces el proceso de cambio es tan sutil que no nos damos cuenta que pasa hasta que miramos hacia atrás. Solo piensa en todas las películas y libros y otras piezas de arte que alguna vez admiramos y que ahora vemos llenas de prejuicios y opresiones que no notábamos antes. El acto de notar algo que antes no, es el resultado de un cambio de conciencia transformada a través del activismo y progreso. 

A veces tenemos herramientas específicas para medir la opresión, con el test de Bechdel como la más famosa, pero muchas veces es solo que nos hemos educado lenta y sutilmente para ver de manera más clara e inclusiva que antes, para reconocer no solo otros puntos de vista, sino su exclusión, y los matices de la representación y discriminación. 

Puedes leer: Discriminación: el fantasma visible de la pandemia

Esos procesos son invisibles en sus incrementos lentos hasta que regresas a una pieza de arte del pasado y miras que todavía es lo que era pero tú ya no eres quien eras. Mirando atrás hacia 2016, puedo ver que fue hace mucho, porque estos fueron cuatro largos años de destrucción y conflicto, pero también de generación y transformación. Deberíamos sentir que logramos algo, no para descansar, sino para avanzar.

Síguenos en

Google News
Flipboard