Escultura de sacos de arena: cómo Kiev está protegiendo las estatuas de las bombas rusas
El monumento tapiado a Taras Shevchenko en Kiev. Foto: Ed Ram/The Guardian

Durante dos lunes consecutivos, Rusia ha lanzado misiles contra el centro de la ciudad de Kiev, en lo que constituyen los ataques más intensos contra la capital desde que Moscú inició su invasión a gran escala de Ucrania.

Los objetivos de estos misiles no son claros, si estaban destinados a impactar en infraestructuras cruciales, la única claridad real es que han explotado en distritos centrales y residenciales, cayendo cerca de parques, oficinas y edificios culturales.

Dos de las explosiones de la semana pasada se produjeron tan cerca de importantes monumentos nacionales que algunos especularon con la posibilidad de que las propias estatuas –con sacos de arena y protegidas– pudieran haber sido los objetivos.

Uno de esos misiles destruyó un parque infantil a pocos metros de un monumento a Taras Shevchenko, el poeta nacional de Ucrania. Fundamental en la creación de la literatura en lengua ucraniana, el zar Nicolás I lo exilió y le prohibió escribir o hacer arte durante una década. En un giro de la historia, su monumento, cuando se erigió en 1939, sustituyó una estatua anterior de ese mismo gobernante ruso.

Otro misil, que cayó al otro lado del parque que lleva el nombre de Shevchenko, impactó en una intersección vial, como parte de una mañana de ataques rusos que causaron siete muertos y más de 50 heridos en la ciudad. También dispersó las vallas que protegían un monumento al estadista y erudito Mykhailo Hrushevsky, un personaje clave del movimiento nacionalista ucraniano prerrevolucionario, y autor de un libro de 10 volúmenes sobre la historia del país.

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Trabajadores reparan las vallas alrededor de una estatua de Mykhailo Hrushevsky. Foto: Ed Ram/The Guardian

Las estatuas de Kiev –que las autoridades municipales han protegido con sacos de arena– son uno de los pocos recordatorios, junto con el toque de queda de las 11 de la noche y el sonido regular de las sirenas antiaéreas, de que esta bulliciosa ciudad está en guerra. Encajonadas, amortiguadas, cubiertas y ocultas, también le dan a Kiev un nuevo y extraño aspecto, como si las esculturas hubieran sido sustituidas por obras de arte contemporáneo.

En el parque Volodymyrska Hirka, donde los caminos serpentean entre los árboles a orillas del río Dniéper, se inauguró en 2021 una escultura dedicada a Dante Alighieri, un gesto a favor de la cultura europea occidental, más que a favor de la cultura rusa. Su demacrada y lúgubre cabeza de mármol de carrara sobresale de forma cómica por encima de los sacos de arena.

Se parece mucho a Winnie, enterrada hasta el cuello, en la sombría y divertida obra Los días felices de Samuel Beckett. De hecho, Beckett parece totalmente apropiado para el sentido del humor negro como el carbón que tantos habitantes de Kiev están mostrando ante la invasión rusa.

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Estatua de Dante Alighieri protegida con sacos de arena en el parque Volodymyrska Hirka. Foto: Ed Ram/The Guardian

A pocos pasos se encuentra uno de los conjuntos escultóricos más polémicos de la era soviética, inaugurado en 1982. Su pieza central era una estatua que simbolizaba la amistad ruso-ucraniana. Sobre ella se erigió un enorme arco de metal que conmemora lo que los soviéticos denominaron como la “reunificación” de Rusia y Ucrania en 1654.

Junto al arco estaba colocada una escultura de granito que representaba el consejo de Pereyáslav, donde el cosaco Bohdan Khmelnytsky ofreció lealtad a Moscovia a cambio de protección, en lugar de la “reunificación” que proclamaba la propaganda soviética.

Como era de esperar, en abril de este año, las figuras gemelas que simbolizaban a Rusia y Ucrania fueron retiradas con júbilo –una operación que implicó la decapitación de una de las figuras– dejando atrás el plinto lleno de cicatrices.

El arco, que ya había sido rebautizado como Arco de la Amistad después de la caída de la Unión Soviética y que en 2018 fue pintado con una gran grieta negra simbólica, recibió este mes de mayo un nuevo nombre, Arco de la Libertad del Pueblo Ucraniano.

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El Arco de la Libertad, con la escultura encajonada debajo de él. Foto: Ed Ram/The Guardian

Desde entonces, la escultura de granito del consejo de Pereyáslav está encajonada en una estructura de triplay que ahora ha envejecido hasta adquirir una rica pátina gris, en este caso, el objetivo no es protegerla de los misiles rusos, sino ocultarla de la vista del público hasta que pueda ser desmontada.

Parecería una escultura de Rachel Whiteread si no fuera por la bandera ucraniana que alguien pintó en el lateral.

Cerca de ahí, San Vladímir, que convirtió el cristianismo en la religión oficial de la Rus de Kiev a finales del primer milenio de la era cristiana, sigue siendo visible, blandiendo su cruz sobre el río Dniéper. Solo su elaborado plinto tallado está protegido. Sin embargo, su imponente abuela Olha, una gobernante kievita que burló a sus diversos enemigos para mantener el control de la naciente ciudad en el siglo X, se encuentra completamente protegida con sacos de arena en la plaza Mykhailivska.

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Estatua cubierta de Olha en la plaza Mykhailivska. Foto: Ed Ram/The Guardian

Actualmente, el monumento tiene un toque de Anselm Kiefer. Hay carteles de protesta sobre ella, ya están brotando plantas de los sacos de arena, y junto a ella se exhiben tanques rusos incinerados y otros vehículos capturados, cuidadosamente etiquetados por el museo nacional de historia militar de Ucrania.

En la vecina plaza Sofía hay una yuxtaposición similar de lo viejo y lo nuevo. Se puede ver la parte superior de la cabeza de Bohdan Khmelnytsky que sobresale por encima de las tablas y los andamios, envuelta en una tela verde sujetada con una cinta roja.

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Bohdan Khmelnytsky en la Plaza Sofía. Foto: Ed Ram/The Guardian

No obstante, lo que más llama la atención es un nuevo monumento conmemorativo, que los soldados instalaron en la tarde del jueves. El viernes, la sencilla muestra de grandes fotografías de los soldados del batallón Azov muertos en el sitio de la ciudad de Mariúpol era ya una escena de peregrinación, con visitantes que entrelazaban el monumento con girasoles y otras ofrendas.

Una de las esculturas públicas de Kiev que no está ni protegida con sacos de arena ni encajonada, y que carece de cualquier tipo de protección, es la imponente estatua ecuestre dedicada a Mykola Shchors. Este oficial ucraniano luchó en el Ejército Rojo contra la República Popular Ucraniana independiente que se estableció durante un breve periodo entre 1917 y 1920.

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Estatua grafiteada dedicada a Mykola Shchors. Foto: Ed Ram/The Guardian

La estatua está llena de grafitis, que se traducen en slogans como “¡Derríbenme por completo!” y “carnicero”. Hay muchas personas en Kiev a las que no les importaría en absoluto que uno de los misiles de Vladimir Putin cayera sobre ella.

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