El juicio contra el exjefe de seguridad de México a punto de destapar la ‘guerra contra el narcotráfico’ de EU y México
Genaro García Luna, fotografiado en 2010. Foto: Marco Ugarte/AP

Uno de los exfuncionarios más poderosos de México será juzgado en Estados Unidos esta semana, acusado de aceptar sobornos millonarios de un violento cártel en un caso que tiene profundas implicaciones políticas y que podría exponer el funcionamiento interno de la “guerra contra el narcotráfico” en ambos lados de la frontera.

Genaro García Luna, un exjefe del equivalente mexicano del FBI que pasó a dirigir la Secretaría de Seguridad del país, fue detenido en Texas en 2019, acusado de conspirar para traficar cocaína y mentir al gobierno estadounidense.

Posteriormente fue acusado de aceptar sobornos multimillonarios del poderoso cártel de Sinaloa, dirigido en su momento por el narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán, a cambio de que le permitiera operar con impunidad, todo ello mientras supuestamente encabezaba la guerra contra las drogas en México.

Las acusaciones contra García Luna surgieron durante el juicio de El Chapo, cuando uno de los miembros del cártel de Sinaloa testificó que le había entregado al exsecretario de Seguridad maletines llenos de dinero en efectivo. En caso de ser declarado culpable, el exfuncionario se enfrenta a la cadena perpetua.

“Durante casi dos décadas, García Luna traicionó a quienes había jurado proteger”, señaló Seth DuCharme, fiscal federal en funciones del distrito este de Nueva York, cuando anunció la segunda serie de cargos en 2020, “al aceptar sobornos de miembros del cártel de Sinaloa para facilitar sus delitos y fortalecer su empresa criminal”.

El juicio, que comenzará en un tribunal de Brooklyn el martes, tiene el potencial de exponer la insidiosa corrupción que ha plagado a las agencias de seguridad mexicanas, al tiempo que pondrá de relieve los fracasos de la guerra contra los grupos de narcotraficantes respaldada por Estados Unidos, y proporcionará al actual presidente de México aún más munición para sus constantes ataques contra las administraciones anteriores.

“Durante la presidencia de Felipe Calderón, (García Luna) fue uno de los dos o tres actores más importantes en la guerra contra el narcotráfico, probablemente el más importante”, comentó Rafael Fernández de Castro, director del Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de California en San Diego y exasesor de política exterior de Calderón. “Así que sí, es muy significativo”.

García Luna, que en su momento fue director de la Agencia Federal de Investigación de México, fue elegido por Calderón en 2006 para ocupar el cargo de secretario de Seguridad Pública, lo cual lo puso también al frente de la ya desaparecida Policía Federal de México.

Durante la presidencia de Calderón, García Luna estuvo encargado de desarrollar e implementar el ataque militarizado del presidente contra los poderosos cárteles de drogas del país. Para ello, colaboró estrechamente con funcionarios de seguridad estadounidenses y viajó con regularidad a Estados Unidos.

“Él era uno de los favoritos de Washington”, señaló Fernández de Castro.

Sin embargo, según el actual fiscal federal del distrito este de Nueva York, Breon Peace, García Luna recibía en secreto millones de dólares del cártel de Sinaloa. En una carta enviada la semana pasada al juez Brian M. Cogan, Peace señalaba que, a cambio de los sobornos, el cártel recibía “salvoconductos para sus cargamentos de droga, información confidencial de las fuerzas de seguridad sobre investigaciones relativas al cártel e información sobre cárteles de drogas rivales”.

En ocasiones, también se le informaba al cártel sobre posibles detenciones, e incluso si eran detenidos, los miembros del cártel quedaban en libertad. Mientras estaba protegido por García Luna, el cártel de Sinaloa pudo importar “cargamentos de droga de varias toneladas” a Nueva York, según indicó Peace.

Tras dejar el cargo en 2012, García Luna se mudó a Miami, donde su lujoso estilo de vida, que incluía una casa y un yate multimillonarios, estaba sustentado por empresarios con los que trabajó cuando ocupaba el cargo, ayudándolos a ampliar los contratos gubernamentales de vigilancia y tecnología.

Utilizando lo que el fiscal estadounidense denominó “una constelación poco transparente de empresas fantasma, compradores falsos, cuentas bancarias en el extranjero, negocios en efectivo y apoderados”, presuntamente García Luna “dedicó su tiempo a traficar con la influencia que había adquirido mientras participaba en la conspiración para crear riqueza para sí mismo en Estados Unidos”.

García Luna se declaró inocente de los cargos. César de Castro, abogado del exsecretario de Seguridad, no respondió la solicitud de entrevista.

Las personas que conocieron a García Luna y trabajaron con él, en particular en sus primeros días al frente de la Agencia Federal de Investigación, lo describieron como una persona seria y estricta, una figura que contrasta con el playboy de Miami que vivía en una mansión que describen los fiscales estadounidenses.

“Era un hombre muy disciplinado, muy institucional”, comentó Gustavo Mohar, que fue secretario general de la principal agencia de inteligencia de México, el CISEN, durante la presidencia de Calderón. “Era el clásico policía que frente a sus superiores se mostraba muy ‘Sí señor, no señor'”.

El problema, señaló Mohar, llegó una vez que García Luna fue nombrado titular de la Secretaría de Seguridad, un cargo que conlleva un poder extraordinario.

“Se convirtió en el hombre encargado de acabar con el crimen organizado. Creo que eso deformó su sentido de la realidad”. Gustavo Mohar

“Se convirtió en el policía, en el hombre encargado de acabar con el crimen organizado y, en particular, con el narcotráfico”, explicó Mohar. “Creo que eso deformó su sentido de la realidad”.

Dados los estrechos vínculos que el exsecretario de Seguridad mantuvo en su momento con Washington, el juicio también podría resultar incómodo para las autoridades estadounidenses, señalaron los analistas de seguridad.

“Es parte de esta compleja red de cooperación, pero también de complicidad entre funcionarios de México y Estados Unidos en la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado”, comentó Fernández de Castro, el exasesor de Calderón.

Peace, el fiscal estadounidense, señaló que el gobierno “espera que numerosos testigos, entre ellos varios exmiembros de alto rango del cártel de Sinaloa, testifiquen”. Como ocurrió en el juicio de El Chapo, este testimonio, junto con el del propio García Luna, tiene el potencial de implicar a funcionarios actuales y anteriores de ambos lados de la frontera.

No obstante, uno de los funcionarios que probablemente espera con impaciencia el juicio es el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, quien forjó su marca haciendo campaña sobre la corrupción que asoló a sus predecesores.

“Este es un regalo maravilloso para Andrés Manuel López Obrador, porque habla sobre la corrupción del pasado”, señaló Fernández de Castro. “Es un balón que le regala el sistema de justicia de Estados Unidos para que pueda meter un gol increíble”.

A diferencia de la detención en 2020 del general Salvador Cienfuegos, que causó tal indignación entre las autoridades mexicanas que Estados Unidos lo devolvió a México, López Obrador lleva meses enfurecido respecto a García Luna, incluso reprendiendo a los medios de comunicación mexicanos por no cubrir el juicio lo suficiente.

“Va a ser interesante”, dijo el presidente la semana pasada. “Para mí es muy importante seguirlo, y espero que los medios de comunicación vayan a estar informando sobre ello constantemente”.

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