La verdad sobre las bebidas alcohólicas, cómo afecta realmente el alcohol a tu cuerpo
'El alcohol es la mejor droga para socializar que conocemos', dice el profesor David Nutt. Foto compuesta: Getty images

Los pájaros lo hacen cuando comen bayas que se fermentaron con las primeras heladas. Las abejas lo hacen cuando chupan la savia de los árboles. Las pulgas educadas no lo hacen, obviamente, pero “muchas variedades de monos”, señaló Charles Darwin en El origen del hombre, “tienen un fuerte gusto por… los licores espirituosos”. Hay pruebas de que los humanos elaboraban su propio licor incluso antes de que la rueda se pusiera de moda, sin embargo, ¿cuánto sabemos sobre su efecto en nuestros cerebros y cuerpos?

Bueno, bastante. En las últimas décadas se han realizado docenas de estudios que confirman algunos viejos dichos, desmienten otros y ofrecen a la clase dirigente médica una comprensión mucho más clara de cómo nos afecta el alcohol y cuánto se puede beber realmente sin problemas. Sigue leyendo para descubrirlo.

El primer sorbo

Es posible que te hayas dado cuenta de que los efectos de tu primera copa empiezan a notarse casi en cuanto llega a tu boca, pero quizás tenga más que ver con tus expectativas que con el propio alcohol. “La mayoría de las personas, la primera vez que beben, les parece horrible”, explica el profesor David Nutt, presidente de Drug Science, un organismo científico independiente del Reino Unido que investiga las drogas y el alcohol. ” Sin embargo, con el tiempo, llegan a asociar el olor y el sabor de su bebida favorita con el efecto en el cerebro y el placer que se produce”.

Desde la boca y el esófago, el líquido llega al estómago, donde se absorbe aproximadamente el 20% a través de la mucosa gástrica. El resto se absorbe cuando llega al intestino delgado, y todo termina, basicamente, en el torrente sanguíneo. La comida puede actuar como una esponja y retardar la absorción del alcohol: si bebes con el estómago vacío, el alcohol hace efecto de forma mucho más rápida. Unos minutos después de tu primer sorbo, una vez que llega a tu torrente sanguíneo y a tu cerebro, empieza a hacer efecto.

“Esto es lo que denominamos fase ascendente, que es lo que busca la mayoría de las personas”, explica Nutt. “Los vasos sanguíneos se dilatan, lo que puede hacer que empieces a sentirte un poco ruborizado, empiezas a sentir un poco de relajación alrededor de la mandíbula y después empiezas a sentirte tranquilo y más sociable y simpático. Esto se debe al GABA, nuestro principal neurotransmisor inhibidor, que en la mayoría de los casos disminuye un poco en situaciones sociales, lo que nos hace sentir un poco ansiosos y tensos”.

El alcohol, en otras palabras, activa el sistema GABA, ayudándonos a relajarnos. Esto también puede estar acompañado de una sensación temporal de calor y descenso de la temperatura corporal. Esto es, básicamente, lo mejor: te tomas media pinta o una copa de vino y todo va de maravilla.

La sesión

A medida que sigues bebiendo, la dopamina entra en acción. Se trata de la hormona de la “búsqueda” que con frecuencia se asocia al impulso de hacer cosas, recompensándonos con un pequeño aumento de bienestar cada vez que pensamos en ello. “Aquí es donde se vuelve más agradable”, comenta Nutt. “Te da un pequeño subidón, te da energía, te vuelve ruidoso y, cuando el efecto empieza a disminuir, quieres más. El alcohol libera endorfinas, que son los opioides naturales del cerebro, y también son adictivas, ya que desactivan el sentido del control por lo que te lleva a beber más de lo que planeabas”.

El alcohol afecta a la corteza prefrontal, que rige principalmente el control cognitivo, el comportamiento impulsivo y el centro de memoria del cerebro. Esto significa que perjudica al juicio y altera el movimiento.

Si bebes demasiado, tu hígado empieza a notar la carga. “En promedio, el hígado solo puede metabolizar, o descomponer, aproximadamente una copita de vino o una pinta de cerveza por hora”, comenta la nutrióloga Hannah Macey. “Cuando se consume más de esta cantidad, el hígado se vuelve incapaz de afrontar la carga de trabajo, por lo que empieza a enviar alcohol al corazón. Esto provoca una disminución de la presión arterial, mientras que la sangre recién enriquecida con alcohol es bombeada ahora a los pulmones”.

Esto significa que exhalas una parte de lo que ingieres, que es, por supuesto, la forma en que funcionan las pruebas de alcoholímetro. Ah, ¿y esas pausas cada vez más frecuentes para ir al baño durante una noche de fiesta? El alcohol limita la producción cerebral de la hormona antidiurética, lo que ordena a los riñones que liberen más agua, provocando deshidratación.

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‘La deshidratación es común, pero el alcohol también puede provocar diarrea, vómitos, un punzante dolor de cabeza…’ Foto: Catherine Falls Commercial/Getty Images

La mañana después

Aunque no existe una única causa comúnmente aceptada de las resacas, suelen ocurrir varias cosas malas al mismo tiempo después de una gran noche de fiesta.

“La deshidratación es común”, señala Macey. “Pero el alcohol también puede irritar la mucosa gástrica, lo que puede provocar diarrea, vómitos y un desequilibrio de electrolitos como el sodio, el potasio y el magnesio, que el cuerpo necesita para funcionar bien. Junto con la dilatación de los vasos sanguíneos del cerebro, todo esto puede provocar un punzante dolor de cabeza”.

No solo es el dolor de cabeza: el exceso inhibe la capacidad normal del hígado para liberar azúcar, lo que da lugar a la sensación de pereza que se produce cuando los niveles de azúcar en la sangre son bajos. El cuerpo también reacciona a lo que percibe como un desequilibrio de las sustancias químicas del cerebro, e intenta corregirlo reduciendo el GABA, lo que puede provocar lo que muchos bebedores consideran “hangxiety” (ansiedad durante la resaca). Por último, incluso una bebida afectará negativamente el sueño, y tomar unas cuantas significa que es poco probable que hayas tenido un sueño beneficioso.

¿El remedio? Consiste en todo lo que sabes que deberías hacer, pero no haces: comer antes de empezar a beber para retardar la absorción del alcohol en la sangre y beber mucha agua antes, durante y después de beber. En cuanto a la comida, las proteínas se digieren más despacio, por lo que te sentirás saciado durante más tiempo, mientras que los alimentos fermentados alimentarán a las bacterias intestinales buenas que estás a punto de empezar a matar. A la mañana siguiente, toma un suplemento de electrolitos para reponer lo que perdiste, come alimentos antiinflamatorios que contengan ácidos grasos omega-3 y retoma los alimentos fermentados si puedes soportarlo.

Para una opción un poco más de tipo “vida o muerte”, una ducha fría puede ser de ayuda. “Algunas pruebas demuestran que los niveles elevados de adrenalina en el torrente sanguíneo pueden ayudar a eliminar el alcohol”, comenta Macey. “Se sabe que la exposición al frío aumenta los niveles de adrenalina y dopamina de forma segura. Sin embargo, las pruebas no son concluyentes y siempre hay que hacerlo de forma segura”. Dicho de otro modo, bajar la temperatura de la ducha a la mañana siguiente de una borrachera es bueno, pero un chapuzón en agua fría cuando aún estás borracho podría provocarte hipotermia, o algo peor.

A medio plazo

Antes de que hablemos de los efectos del alcohol a largo plazo, ¿qué hay de esas semanas y meses en los que te excedes con el alcohol? ¿Quizás estás estresado, adaptándote a la cultura de un nuevo trabajo o simplemente intentando desesperadamente disfrutar del verano? Pues bien, la mala noticia es que probablemente no te está ayudando mucho en ninguna de esas cosas. Para empezar, los efectos nocivos antes mencionados se pueden acumular, provocándote estrés excesivo, falta de sueño e hipertensión.

Su consumo regular puede provocar la dilatación permanente de los vasos sanguíneos y el aumento de peso. Además de las importantes calorías que se esconden en las bebidas alcohólicas, existen pruebas que vinculan el consumo moderado de alcohol con la acumulación de grasa visceral alrededor de la cintura, asociada a una serie de riesgos para la salud, entre ellos las enfermedades cardiovasculares y la diabetes tipo 2.

La buena noticia es que el alcohol no parece afectar demasiado tu rendimiento en el gimnasio, siempre y cuando no te propongas específicamente ganar músculo. “En lo que sí puedes notar un impacto es en la síntesis de proteínas musculares”, comenta Scott Tindal, entrenador de nutrición de alto rendimiento y cofundador de Fuelin, un programa de nutrición para atletas. Tindal señala que, aunque el mayor impacto que tiene el alcohol en cualquier persona que intente mejorar su rendimiento “es en la calidad y cantidad de sueño, con el tiempo eso tendrá un enorme impacto en la salud y el rendimiento”.

A medio plazo, el alcohol también puede acabar con las bacterias que ayudan a la flora intestinal, hasta el punto de afectar al sistema inmunitario y al estado de ánimo, esto último de forma suficiente como para que aumente tu propensión a beber. “Esto puede conducir a una respuesta inmunitaria deficiente, síntomas intestinales negativos y mayores niveles de estrés, ansiedad y depresión”, comenta Macey. “También causa estragos en nuestras hormonas, lo que puede conducir a un aumento del hambre y a una disminución del deseo sexual”.

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‘Durante mucho tiempo nos hemos dicho que el alcohol es bueno para nosotros, en parte porque nos gusta beberlo’. Foto: ronstik/Getty Images/iStockphoto

A largo plazo

Una de las consecuencias de salud más conocidas del consumo de alcohol a largo plazo son las enfermedades hepáticas, siendo el alcohol la causa más frecuente en el Reino Unido. Aunque la cirrosis puede tardar años en desarrollarse, el consumo habitual de alcohol en cantidades superiores a las recomendadas puede dañar el hígado. Por otra parte, la disminución del consumo de alcohol se ha convertido en un consejo habitual para reducir el riesgo de padecer demencia. Aunque el alcohol no parece matar de forma directa las neuronas, puede alterar el crecimiento de otras nuevas y, de forma indirecta, causar problemas neurológicos que pueden desembocar en la demencia.

Aun así, una copa de vino al día podría contribuir a tu longevidad, ¿no? Bueno, por desgracia, es posible que los rumores sobre la eficacia del alcohol en ese aspecto sean exagerados. “Creo que durante mucho tiempo nos hemos dicho a nosotros mismos que el alcohol es bueno para nosotros, en parte porque nos gusta beberlo”, comenta la Dra. Sadie Boniface, jefa de investigación del Institute of Alcohol Studies.

“Sin embargo, la ciencia ha desmentido algunos de los ‘beneficios para la salud’ que aporta el consumo moderado de alcohol, y algo que creo que las personas en general no entienden es que las recomendaciones oficiales sobre el consumo de alcohol corresponden a un consumo de ‘bajo riesgo’, no a un consumo ‘seguro’. Cuando se redactaron las recomendaciones sobre el consumo de alcohol, se hizo una revisión exhaustiva de las pruebas y se calcularon los riesgos para la salud que conlleva beber a distintos niveles”.

El límite que eligieron para el bajo riesgo, explica, era un poco inferior al 1% de riesgo de muerte por consumo de alcohol durante toda la vida: “Creo que es más alto de lo que muchas personas esperarían, y mucho más alto que el riesgo de muerte que probablemente aceptaríamos para otras exposiciones, como la contaminación atmosférica”.

Parece bastante evidente que no hay nada en el alcohol que sea directamente beneficioso: el resveratrol, un antioxidante al que con frecuencia se le atribuyen propiedades beneficiosas para la salud, solo está presente en mínimas cantidades en el vino tinto. “La Organización Mundial de la Salud expone sus ideas con bastante claridad”, señala la Dra. Inge Kersbergen, profesora de salud pública en la Universidad de Sheffield.

“Básicamente, incluso un consumo bajo de alcohol aumenta nuestro riesgo de padecer siete tipos distintos de cáncer y no hay pruebas de que sus efectos protectores contra otras enfermedades compensen este aumento del riesgo de desarrollar cáncer”. Así que, aunque los riesgos para la salud derivados del bajo consumo de alcohol son pequeños, la gente no debería beber alcohol para intentar mejorar su salud”.

A pesar de esto, las personas que beben una o dos copas a la semana no necesariamente experimentan peores consecuencias para su salud. Un metaanálisis reciente que analizó los resultados de 107 estudios descubrió que, en comparación con no beber nunca, el bajo consumo de alcohol no está asociado a un aumento de la mortalidad por cualquier causa.

El consejo más reciente del gobierno británico sugiere un límite de 14 unidades o menos, repartidas durante la semana, aunque no se trata de una situación válida para todos. “No existe un límite único de consumo que determine si alguien puede tener problemas a causa del alcohol”, comenta Kersbergen. “Las distinciones artificiales entre ‘bebedores normales’ y ‘bebedores problemáticos’ pueden provocar que las personas no reconozcan cuando están experimentando problemas”.

Si estás preocupado, Kersbergen aconseja hacer el Test de Identificación de los Trastornos Debidos al Consumo de Alcohol, que, según comenta, es “una útil herramienta de detección de 10 preguntas que se utiliza para evaluar si alguien tiene un mayor riesgo de sufrir problemas con el alcohol”.

El consumo paulatino de alcohol en el transcurso de una semana conlleva sus propios inconvenientes. “Reducirá los riesgos graves, como los accidentes y, por supuesto, las resacas”, comenta Boniface. “Pero tampoco es aconsejable beber todos los días en términos de creación de un hábito, por lo que es bueno pasar varios días sin beber alcohol a la semana”. Esto limita la exposición al fenómeno psicológico conocido como ‘efecto de cebado del alcohol’, mediante el cual, explica Kersbergen: “El consumo de incluso una pequeña dosis de alcohol puede hacer que la gente beba más, aunque no fuera su intención, debido al aumento de las ansias y a la reducción de la inhibición. Por tanto, a alguien que desee reducir su consumo de alcohol le puede resultar más fácil no beber nada en un día que beber solo una copa”.

Si no quieres dejarlo por completo, quizás la clave esté en equilibrar los (relativamente) pequeños riesgos para la salud de un bajo consumo con el hecho de que tomarse una copa de vino tinto con unos amigos sigue siendo mucho más agradable que los otros riesgos para la salud a los que nos vemos expuestos de forma habitual.

“El alcohol es la mejor droga para socializar que conocemos”, comenta Nutt. “Y toda la historia de la humanidad consiste en socializar: somos una especie enormemente social y el alcohol lo facilita. El problema es que entre el 10 y el 15% de las personas tienen verdaderos problemas para controlar su consumo y muchas personas beben más de lo que deberían sin saberlo”.

Nutt sugiere dos cosas. “Primero, debes ser consciente de cuánto bebes, del mismo modo que eres consciente de tu peso y cintura, e intentar reducirlo si es necesario”. El segundo punto puede requerir un poco de práctica: “Nunca tomes una bebida que no te aporte valor. La mayoría de las personas toman una copa y siguen bebiendo, pero la mayor parte del valor proviene de esa primera copa”.

Ya está disponible el libro del profesor David Nutt titulado Drink? The New Science of Alcohol and Your Health.

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