¿Qué ha cambiado 10 años después de las revelaciones de Snowden?
El informante de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) Edward Snowden habla con funcionarios europeos a través de videoconferencia en junio de 2014. Foto: Frederick Florin/AFP/Getty Images

Fue el día en que su vida cambió para siempre. Cuando Edward Snowden denunció las actividades de espionaje masivo del gobierno estadounidense, cambió una cómoda existencia en Hawái, el paraíso del Pacífico, por un exilio indefinido en Rusia, que ahora es un paria en gran parte del mundo.

Sin embargo, 10 años después de que Snowden fuera identificado como la fuente de la mayor filtración de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de la historia, resulta menos claro si Estados Unidos experimentó una transformación igual de profunda en su actitud respecto a la protección de la privacidad individual. ¿Valió la pena su acto de autosacrificio? ¿Marcó alguna diferencia?

Ojalá las cosas hubieran cambiado más de lo que lo han hecho“, comenta Jameel Jaffer, director ejecutivo del Instituto Knight de la Primera Enmienda de la Universidad de Columbia en Nueva York. “Yo diría que las revelaciones de Snowden marcaron una gran diferencia en el grado de información que hay en el debate público sobre las actividades de vigilancia del gobierno“.

Snowden creció en Carolina del Norte y en los suburbios de Washington, donde su padre sirvió en la Guardia Costera de Estados Unidos y su madre trabajó como empleada de la NSA. Su temprana obsesión por la tecnología –hackeó la red del laboratorio nuclear de Los Álamos cuando era adolescente– lo llevó a forjar una carrera profesional como ingeniero de sistemas de la CIA y la NSA.

Snowden se sintió perturbado cuando vio la forma en que los analistas de la NSA utilizaban los poderes de recopilación del gobierno para leer los correos electrónicos de parejas sentimentales actuales y anteriores y acosarlas en internet. Un programa concreto de la NSA, conocido como XKeyscore, le permitía al gobierno rastrear el historial reciente de internet de los estadounidenses comunes.

Snowden llegó a la conclusión de que la comunidad de inteligencia –que se suponía debía mantener a salvo a los estadounidenses y evitar que se repitieran los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001– había “hackeado la Constitución” y se había convertido en una amenaza para las libertades civiles.

Decidió hacerlo público, consciente de que su vida y su carrera cambiarían radicalmente. Vació sus cuentas bancarias, metió dinero en efectivo en una caja de munición de acero para su novia y borró y cifró la información de sus viejas computadoras.

En 2013, Snowden convocó a un pequeño grupo de periodistas –Ewen MacAskill, de The Guardian, el columnista Glenn Greenwald y la cineasta Laura Poitras– a una pequeña habitación de hotel en Hong Kong para revelar secretos clasificados sobre la amplia recopilación de correos electrónicos, llamadas telefónicas y actividad en internet de los estadounidenses por parte del gobierno en nombre de la seguridad nacional.

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Primera plana de The Guardian el 10 de junio de 2013. Foto: The Guardian

El 6 de junio de 2013, The Guardian publicó la primera noticia basada en las revelaciones de Snowden, en la que reveló que una orden judicial secreta permitía al gobierno de Estados Unidos lograr que la empresa Verizon compartiera los registros telefónicos de millones de estadounidenses.

El impacto fue drástico. James Clapper, director de Inteligencia Nacional, que a principios de ese año testificó ante el Congreso que la NSA no recopilaba datos de millones de estadounidenses, se vio obligado a disculparse y a reconocer que su declaración había sido “evidentemente equivocada“.

La Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) interpuso una demanda de inconstitucionalidad ante un tribunal federal. La demanda dio lugar finalmente a una sentencia en la que se declaró que el programa de recopilación de datos telefónicos de la NSA era y siempre fue ilegal, lo que supuso un avance significativo dado que los programas de vigilancia de la seguridad nacional solían estar protegidos frente a la revisión judicial.

El 9 de junio de 2013, The Guardian reveló la identidad de Snowden a petición suya. Snowden comentó: “No tengo intención de ocultar quién soy porque sé que no he hecho nada malo“.

Reportajes posteriores publicados en los periódicos The Guardian y The Washington Post revelaron otros casos de espionaje y la forma en que las agencias de espionaje estadounidenses y británicas accedieron a información de los cables que transportan el tráfico telefónico y de internet de todo el mundo. El reportaje provocó un debate nacional sobre el alcance de la vigilancia gubernamental.

Peter Kuznick, profesor de historia y director del Instituto de Estudios Nucleares de la American University en Washington, recuerda: “La revelación fue tan evidente en la televisión y los periódicos. Fue algo generalizado e impactante. Fue uno de esos momentos que te toman desprevenido y que vas a recordar el resto de tu vida”.

“Tengo la edad suficiente como para haber participado en el movimiento contra la guerra de Vietnam, por lo que siempre tuvimos la certeza de que leían nuestro correo y de que intervenían nuestras conversaciones telefónicas. Esto no supuso una gran revelación para la mayoría de nosotros, sino más bien una confirmación”.

El gobierno del presidente Barack Obama alegó que las filtraciones causaron daños a la seguridad nacional, e incluso dieron pistas a Al Qaeda y otros grupos terroristas sobre determinados tipos de vigilancia electrónica estadounidense. Sin embargo, la presión de activistas y miembros del Congreso obligó a la Casa Blanca a desclasificar muchos de los detalles relacionados con los programas de vigilancia y con su forma de funcionamiento, en un esfuerzo por tranquilizar a los estadounidenses asegurándoles que la NSA no los estaba espiando directamente.

El gobierno de Obama creó un panel de alto nivel para que revisara las prácticas de ciberseguridad, inteligencia y vigilancia; el panel recomendó cambios radicales, de los cuales se adoptaron algunos. Y por primera vez desde la década de 1970, el Congreso aprobó leyes para restringir, en lugar de ampliar, las facultades de vigilancia que tiene la comunidad de inteligencia.

Jaffer, director del Instituto Knight de la Primera Enmienda, comenta: “Es absolutamente evidente que Snowden reveló información que no debería haber sido secreta, que los ciudadanos tenían derecho a conocer. Es difícil discutir la importancia de las revelaciones a estas alturas, porque los tribunales federales invalidaron importantes programas de vigilancia del gobierno debido a esas revelaciones. El Congreso cambió la ley gracias a esas revelaciones“.

“El presidente Obama revisó una orden ejecutiva relacionada con la forma en que el gobierno estadounidense se ocupa de las comunicaciones de los no estadounidenses. Nada de esto habría ocurrido de no ser por esas revelaciones, y ahora la atención debería centrarse en qué otras cosas tenemos que hacer para garantizar que las actividades de vigilancia del gobierno están sujetas a una supervisión democrática”.

Jaffer, exsubdirector jurídico de la ACLU, también cree que la exposición mediática de los documentos de Snowden ha hecho que los ciudadanos estén mucho mejor informados con respecto a la NSA y sus actividades.

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Manifestantes sostienen carteles de apoyo a Snowden durante una protesta contra el espionaje gubernamental en Washington D.C. en octubre de 2013. Foto: Mandel Ngan/AFP/Getty Images

Las revelaciones de Snowden obligaron al gobierno a ser más transparente, tanto en respuesta a las revelaciones de manera directa, aunque también de manera indirecta hubo este reconocimiento entre muchos funcionarios del gobierno, incluso en la comunidad de inteligencia, de que simplemente ya no se podía defender el secretismo en torno a las actividades de vigilancia del gobierno”.

Los medios de comunicación estadounidenses fueron criticados en el pasado por ser demasiado respetuosos con la autoridad, por ejemplo durante la guerra de Irak. No obstante, el abogado de Snowden, Ben Wizner, concuerda en que uno de los legados más importantes de Snowden es la creación de un nuevo espíritu de valentía.

Wizner, que también es director del Proyecto para la Expresión, Privacidad y Tecnología de la ACLU, comenta: “La valentía que mostraron los reporteros y editores de The Guardian ante una presión increíble no solo fue significativa en su momento, sino que en realidad alentó, al menos en Estados Unidos, a los medios de comunicación en general”.

“Ya no están tan dispuestos a dejarse intimidar por la Casa Blanca o la comunidad de inteligencia para que no publiquen historias de interés periodístico. Uno de los legados de las revelaciones de Snowden es la existencia de unos medios más agresivos y seguros de sí mismos cuando se trata de informar sobre secretos de seguridad nacional”.

No obstante, existe una contranarrativa. Se podría decir que las reformas jurídicas y políticas que se introdujeron a raíz de las revelaciones de Snowden no fueron más que simples retoques. Wizner reconoce que muchas de ellas eran demasiado modestas para hacer frente al alcance del problema de la vigilancia. Otros sugieren que el estado de seguridad nacional se ha vuelto aún más poderoso”.

Hablando desde su hogar en Brasil, Greenwald, presentador del programa de streaming System Update, comenta: “El gobierno de Estados Unidos sigue espiando con métodos que en algunos casos son peores o más extremos que los que pudimos revelar en el reportaje sobre Snowden”.

“La tecnología ha mejorado y una de las cuestiones en las que el estado de seguridad estadounidense es experto, y lo ha sido desde que se creó al final de la Segunda Guerra Mundial, es asegurarse de que los estadounidenses siempre tengan un nuevo enemigo al cual temer y siempre tengan una razón para creer que es necesario que el gobierno pueda trabajar en secreto y espiar y tener poderes ilimitados”.

Aunque Snowden concietizó a la opinión pública sobre la vigilancia masiva sin precedentes, los votantes y quienes ellos eligen no necesariamente siguieron su ejemplo.

Jeremy Varon, profesor de Historia de la New School for Social Research en Nueva York, comenta: “Hubo modestos ajustes en lo que podía o no podía hacer la NSA, en lo que tenía que revelar o no, en los protocolos para las órdenes FISA (Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera), entre otras cosas, de modo que se inició una conversación, pero no se tradujo en una reducción significativa de los poderes del gobierno estadounidense”.

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Edward Snowden en Moscú en 2019. Foto: Laurence Topham/The Guardian

“Existe una especie de consenso bipartidista sobre seguridad nacional, y tanto demócratas como republicanos, al final del día, dejaron los poderes de la NSA prácticamente intactos. No es un gran lío, pero los cambios institucionales, políticos y legales son mucho más difíciles de realizar que simplemente plantear cuestiones críticas”.

“La mayoría de los estadounidenses probablemente nunca estuvieron al tanto de los detalles y ciertamente perdieron el hilo de las inquietudes específicas que planteó Snowden; probablemente un porcentaje mínimo de la gente podría siquiera decirte algo más sobre lo esencial de sus revelaciones”.

Varon continúa: “Un aspecto impactante en general es la rapidez con la que parece que dejamos atrás toda la época de la guerra contra el terrorismo, que resulta muy lejana y muy antigua. Me pregunto si dentro de 30 años Snowden será algo más que una pequeña nota a pie de página en la mente de los estadounidenses, en contraste con alguien como Daniel Ellsberg que, medio siglo después, está considerado en gran medida como una figura histórica importante”.

“Yo hubiera pensado eso de Snowden hace siete años y ahora ya no tanto. Los estadounidenses no tienen una conciencia histórica muy alta y la fiereza del ataque trumpiano contra la democracia ha sido tan poderosa que arrasó con todo lo anterior, un duro cambio de rumbo en la narrativa nacional que nadie vio venir”.

En lo que respecta al propio Snowden, algunos lo aclamaron como un héroe, el denunciante más importante desde que Ellsberg publicó los Pentagon Papers (Archivos del Pentágono). Sin embargo, el exvicepresidente Dick Cheney lo tachó de “traidor” que “cometió crímenes“. Esa opinión aún prevalece en la clase dirigente de la seguridad nacional.

Michael Hayden, exdirector de la NSA y la CIA, señala: “Fue muy malo para Estados Unidos. Espiamos. Está bien. Eso es lo que hacemos“. La NSA, añadió, “perdió una gran cantidad de recopilaciones“, por culpa de Snowden. “No es una solución. Es un problema”.

Cuando se le pregunta si a Snowden se le debería permitir regresar a casa y ser indultado, Hayden responde: “Dios, no. Se fue a Hong Kong y después se fue a Rusia. ¿Qué opinas de eso? Eso dice mucho de él, creo”.

John Bolton, exasesor de seguridad nacional, añade: “Ese tipo de filtración puede tener un enorme impacto negativo, no solo en cuestiones de defensa, sino también en cuestiones diplomáticas, debido a que revela muchas particularidades y detalles que podría recabar un servicio de inteligencia extranjero”.

“Es por la masa de datos que Snowden sacó a la luz, en su caso con una clara hostilidad hacia Estados Unidos, hostilidad suficiente como para que adoptara la ciudadanía rusa. Ya no es la guerra fría, pero se pasa a un adversario estadounidense y eso es muy grave. Mostró sus verdaderas intenciones. Si hubiera querido luchar por sus principios, se hubiera quedado en el país y luchado por ellos”.

Después de sus reuniones con periodistas en Hong Kong, Snowden tenía la intención de viajar –vía Rusia– a Ecuador y pedir asilo. No obstante, cuando su avión aterrizó en Moscú, se enteró de que habían cancelado su pasaporte estadounidense. Pasó 40 días en el aeropuerto, intentando negociar su asilo y, después de que se lo negaran 27 países, se estableció en Rusia.

Su novia de toda la vida se reunió con él en Moscú y ahora están casados y tienen dos hijos pequeños. Snowden obtuvo la nacionalidad rusa para que la familia pudiera vivir junta, aunque sigue siendo ciudadano estadounidense. Ha sido un crítico abierto del régimen del presidente Vladimir Putin.

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Personas usan máscaras en las que aparece la imagen de Snowden durante el testimonio de Glenn Greenwald ante el Congreso brasileño en Brasilia en 2013. Foto: Ueslei Marcelino/Reuters

Snowden, que cumplirá 40 años a finales de este mes, sigue trabajando como activista de la privacidad digital y suele ofrecer pláticas públicas en internet. Ha participado activamente en el desarrollo de herramientas que pueden utilizar los periodistas, especialmente en países autoritarios, para detectar si los están vigilando. Sigue fuera del alcance del Departamento de Justicia de Estados Unidos, que presentó cargos en su contra en virtud de la Ley de Espionaje que podrían condenarlo a una pena de hasta 30 años de cárcel.

Su abogado Wizner comenta: “A las personas de buena voluntad a las que les incomoda que Snowden se encuentre en Moscú, en vista de los acontecimientos mundiales que están ocurriendo en estos momentos, les diría que si creen que él debería estar en una celda de prisión, esa es al menos una alternativa coherente al lugar donde se encuentra ahora mismo. Pero si no crees que debería pasar décadas en prisión y no quieres que esté en Moscú, ayúdanos a encontrar una tercera opción, que no tenemos en estos momentos”.

Ha sido una larga década para Snowden, Estados Unidos y el mundo. Sin embargo, Snowden ha dicho en repetidas ocasiones que no se arrepiente de haber actuado conforme a su conciencia y de haber compartido los archivos de la NSA en aquella habitación de hotel de Hong Kong. Al igual que Ellsberg, solo desea haberlo denunciado antes.

Wizner señala: “La historia suele ser amable con los denunciantes y la historia generalmente es burlona con las afirmaciones exageradas de daños causados a la seguridad”.

“Uno de los aspectos que resulta sorprendente 10 años después de las revelaciones de Snowden es que se puede buscar por todas partes y, a pesar de la enorme motivación del gobierno de Estados Unidos para retratarlo de la forma más severa posible, no se encontrará ninguna declaración coherente de ningún funcionario de seguridad de Estados Unidos que indique claramente qué daño causaron estas revelaciones. No existe. No hay nada y eso no deja de asombrarme”.

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