México intensifica su proyecto para provocar lluvias en medio de una intensa ola de calor y sequía
En la presa La Boca, en Santiago, México, que suministra agua a la ciudad de Monterrey en medio de una intensa sequía, se observan suelos secos y agrietados y embarcaciones varadas. Foto: Fernando Llano/AP

En medio de una ola de calor histórica y varios meses de sequía, el gobierno de México puso en marcha la última fase de un proyecto de bombardeo de nubes con el que espera incrementar las precipitaciones.

El proyecto, que empezó en julio, consiste en que aviones vuelen sobre las nubes para liberar partículas de yoduro de plata que, en teoría, atraerán más gotas de agua y provocarán más lluvias o nevadas.

El bombardeo de nubes en México está “combatiendo los efectos de la sequía en las zonas rurales y contribuye a reabastecer los mantos acuíferos”, indica la Secretaría de Agricultura, la cual ha practicado el bombardeo de nubes al menos una vez al año desde 2020. El gobierno afirmó que el proyecto había tenido un éxito significativo, señalando que había sido eficaz en un 98% y que incluso ayudó a extinguir incendios forestales en 2021.

Sin embargo, los principales físicos de nubes de México han expresado serias dudas sobre la viabilidad de esta tecnología y expertos de distintos campos advierten contra la adopción de soluciones simples para los efectos del cambio climático.

“No hay evidencia de que las técnicas de bombardeo de nubes posibiliten el aumento de la precipitación sobre zonas económicas importantes, y tampoco se tiene certeza sobre sus efectos fuera de la zona objetivo”, escriben Fernando García García y Guillermo Montero Martínez, físicos de nubes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Aunque el gobierno mexicano aseguró que el bombardeo de nubes en 2021 incrementó las precipitaciones hasta un 40% más de lo previsto, los científicos señalan que los pronósticos de lluvia son sumamente variables y que las pruebas no vinculan de forma consistente el bombardeo de nubes con el aumento de las precipitaciones. Los científicos mexicanos supervisaron el estudio más extenso del mundo sobre el bombardeo de nubes, de 1948 a 1970, y aun así no obtuvieron resultados concluyentes.

El bombardeo de nubes “solo debería ser considerada como un elemento de una estrategia integrada de gestión de los recursos hídricos”, escriben los físicos de nubes.

La Secretaría de Agricultura no respondió las preguntas de The Guardian sobre el bombardeo de nubes y la escasez de agua.

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El cadáver de una vaca muerta visto cerca de la presa Sanalona, afectada por la sequía, en Culiacán, en el estado de Sinaloa, en el norte del país. Foto: Jesús Bustamante/Reuters

Los agricultores del norte de México, que actualmente sufren una “sequía severa” según la designación de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), están dispuestos a aceptar todo aquello que pueda traer más lluvia, comenta Álvaro Bours Cabrera, presidente de la Asociación de Organismos de Agricultores del Sur de Sonora (AOASS).

“Pero somos escépticos”, señala Bours. “Preferiríamos que el gobierno volviera a invertir en las redes de distribución de riego para aumentar la eficacia y ahorrar agua“.

Bours explica que el fin del programa de seguros que la Secretaría de Agricultura ofrecía a los agricultores contra fenómenos meteorológicos extremos en 2021 dejó a los agricultores a la merced de los caprichos de un clima que cambia con rapidez.

Las condiciones recientes en México –como en gran parte del mundo– ponen en el centro de atención el rápido avance de los efectos del cambio climático. Fue el mes más caluroso jamás registrado en México, con temperaturas 2.3ºC superiores a los valores promedio históricos.

El calor mató al ganado y provocó el aumento de los precios de los productos lácteos y la carne de res en algunas partes del país. Agotó las poblaciones de luciérnagas en los bosques normalmente húmedos, mermando los ingresos del turismo. En la frontera entre Estados Unidos y México, en Mexicali, las temperaturas alcanzaron los 50.2ºC, un récord nacional. Al menos 167 mexicanos han muerto como consecuencia directa del calor. Se trató del mes de junio más seco desde 1941, con precipitaciones un 60% menos que el promedio.

“Estamos acostumbrados a un calor así a finales de verano, no tan pronto como en junio”, comentó Bours. “Es muy extraño. El año pasado tuvimos uno de los meses de junio más fríos de la historia de nuestra región. Cada año vemos el cambio climático de forma más clara”.

Tanto en el campo como en las ciudades, México está mal preparado para los fenómenos climáticos extremos, indica Elda Luyando, profesora de cambio climático y radiación solar de la UNAM. Las zonas urbanas que se pavimentaron sobre espacios verdes se están convirtiendo en islas de calor. Las zonas rurales que aplican prácticas agrícolas insostenibles se transforman cada vez más en desiertos en barbecho.

“Estos fenómenos meteorológicos extremos ya no pueden tomarnos por sorpresa. Necesitamos contar con alertas tempranas” para hacer planes para los problemas de agua, electricidad y salud, señala Luyando. “Tenemos que estar preparados porque seguirá pasando”.

Sin embargo, mientras la crisis climática se intensifica y la sequía persiste en el norte de México, se ignoran las estrategias más básicas de conservación de agua, señala Alfonso Cortez Lara, profesor de estudios urbanos y medio ambiente del Colegio de la Frontera Norte (Colef).

“Prácticamente no ha cambiado nada o más bien lo que ha cambiado no ha tenido un mayor impacto (en el uso sustentable del agua)”, explica.

Cortez estudia el estado de Baja California, que depende del río Colorado para obtener la mitad de su agua y comprende ciudades como Tijuana, Mexicali y Ensenada, así como grandes zonas agrícolas. En vista de los cortes adicionales que se avecinan en la parte que le corresponde a México del río Colorado, se necesitan soluciones claras, señala Cortez.

“Si pudiéramos mejorar la eficacia de los sistemas de riego y abastecimiento de agua en un 3, 4 o incluso un 5%, podríamos recuperar enormes cantidades de agua”, comenta.

Además de hacer más eficaces los sistemas de riego, Cortez sugiere que la solución más sencilla para solucionar la escasez de agua consiste en mejorar las infraestructuras hídricas de las ciudades para reducir las pérdidas y regular mejor los pozos para evitar que se sequen los mantos acuíferos.

Por el contrario, Cortez señala que muchas veces se ignoran estas mejoras básicas y se prefieren proyectos “moonshot” como el bombardeo de nubes y las plantas desalinizadoras.

El gobierno estatal está invirtiendo millones en próximas plantas desalinizadoras público-privadas.

“Las plantas desalinizadoras son la alternativa más costosa, contaminan y consumen mucha energía”, indica Cortez. “Como alternativa, podría figurar en la lista, pero no debería encabezarla”.

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