¿Qué te ha parecido hasta ahora? Electores califican la ‘transformación’ de AMLO en México
El presidente Andrés Manuel López Obrador sigue siendo popular, pero las elecciones de mitad de sexenio pueden reflejar juicios sobre su manejo de la pandemia y la violencia endémica.
El presidente Andrés Manuel López Obrador sigue siendo popular, pero las elecciones de mitad de sexenio pueden reflejar juicios sobre su manejo de la pandemia y la violencia endémica.
Han pasado tres años desde que Andrés Manuel López Obrador fue elegido presidente de México y, ante un mar de eufóricos simpatizantes, prometió: “No les fallaré. No los voy a decepcionar”.
“Sabía que no nos fallaría porque estaba muy segura de él y porque sabíamos que su plan para la nación se podía lograr”, declaró Teresa Sordo Vilchis, una obradorista de 71 años que ha sido una fiel seguidora durante más de una década, y cree que su líder ha cumplido su palabra.
“Es una persona que tiene defectos como todos, pero no tengo ninguna duda de su amor por el país”, dijo entusiasmado esta activista social esta semana, elogiando su juramento de gobernar, en lugar de saquear la segunda economía de América Latina. “Es el mejor presidente que ha tenido México”.
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Pero a medida que el país se prepara para la que será la votación más grande de su historia, otros no están tan seguros, y las elecciones de mitad de sexenio del domingo son vistas como un referéndum sobre la administración divisiva y, según algunos, cada vez más autoritaria de López Obrador.
Fernanda Gómez, una politóloga de 28 años, dijo que había participado en la campaña del ahora presidente en 2018 y aplaudió su victoria junto a miles de personas en el Zócalo de la Ciudad de México. Pero casi tres años después estaaba desencantada con el hombre al que llaman AMLO y planea votar en contra de su partido, Morena.
“Mi voto no tiene que ver con apoyar a la oposición, es una forma de decir que quiero un cambio de dirección”, aseguró Gómez. “Es un voto que dice: resuélvelo, Andrés Manuel”.
El nombre del líder de México no estará en la boleta el domingo, cuando 94 millones de votantes decidirán quién controla la Cámara baja del Congreso y los 15 gobiernos estatales durante el resto del mandato de seis años de AMLO.
Pero muchos ven la contienda como un plebiscito sobre lo que el nacionalista de 67 años llama su Cuarta Transformación, un intento supuestamente histórico para arrebatarle el control del país a una élite arraigada y hambrienta de poder y que él compara con la Independencia de México, las leyes de Reforma de Benito Juárez y la Revolución de 1910.
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Los esfuerzos de AMLO por presentarse a sí mismo como un hombre común y franco resuenan con muchos, particularmente entre los pobres, y las encuestas sugieren que conserva un apoyo significativo a pesar de su respuesta a una de las peores crisis de Covid del mundo y los golpes que sufrió la economía de México el año pasado.
En México se han perdido más de 228,000 vidas por el brote de Covid-19 y muchos acusan a AMLO de un manejo desastroso; él, sin embargo, continúa con índices de aprobación superiores al 60%.
“Era una cuestión de que alguien viniera a gobernar y no a robar”, dijo Sordo, su partidaria de hueso colorado.
Otros que apoyaron a AMLO en 2018 están mucho menos impresionados. “López Obrador ya no representa un cambio”, aseveró Yolotzin Jaimes, una activista por los derechos de las mujeres en el estado de Guerrero, quien esperaba acciones contra la violencia de género y se sintió alentada por la promesa de López Obrador de nombrar mujeres prominentes para puestos clave en el gabinete.
Tres años después, Jaimes ha estado protestando frente al Palacio Nacional luego de que López Obrador respaldara a un violador acusado como futuro gobernador de su estado. “Pensamos que se tomaría en serio los problemas de la mujer en el país”, dijo Jaimes. “Pero ha demostrado ser un conservador en el poder”.
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AMLO arrasó en las encuestas en 2018 con una agenda para combatir la corrupción y poner a los pobres en primer lugar en un país plagado de desigualdad e injusticia. Obtuvo un asombroso 53% de los votos y reclamó el control de ambas Cámaras del Congreso.
Sus partidarios elogiaron su victoria, llamándola el fruto final de la transición de México a la democracia. Pero a medida que su gobierno nominalmente izquierdista se acerca al punto medio, la administración de AMLO se ha inclinado hacia la derecha, tanto fiscal como socialmente, y se ha burlado de progresistas como Jaimes, llamándoles conservadores.
Ha impuesto una austeridad castigadora, ha librado una guerra con manifestantes feministas, ha apostado fuerte por los combustibles fósiles e incluso tuvo un bromance a Donald Trump mientras reprimía a los migrantes centroamericanos que transitaban por el país.
Antes de su elección, AMLO había prometido combatir los crecientes niveles de violencia con abrazos, no con balas. Pero la tasa de asesinatos se ha estancado en un nivel escandalosamente alto, y una ola de violencia preelectoral ha dejado 34 candidatos muertos y ha obligado a cientos de personas a huir de sus hogares, a pesar de la afirmación poco convincente de AMLO esta semana de que todo México era un lugar “de paz y tranquilidad”.
Los críticos acusan al presidente de militarizar el país, ya que encarga a los soldados de todo, desde la seguridad pública hasta la construcción de proyectos de infraestructura y la operación de puertos marítimos. “Me llevó a votar por él su proyecto de desmilitarizar la seguridad pública, su agenda menos punitiva, poner fin a la guerra [contra las drogas]; pensé que las cosas cambiarían”, dijo Gómez, la politóloga.
“Esta fue mi mayor decepción: esta crisis de seguridad y tener un presidente que parece no tener el menor interés en lidiar con ella”.
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También hay una sensación cada vez mayor de que la democracia en sí misma se está erosionando a medida que AMLO, a quien The Economist recientemente calificó como un “falso Mesías” hambriento de poder, concentra el poder en la presidencia, entabla peleas con jueces que fallan en contra de sus iniciativas y amenaza con desmantelar el organismo que supervisa las elecciones y al instituto de transparencia.
Sus constantes ataques a los medios de comunicación y su inclinación por la política de la posverdad solo aumentan el malestar. “Tengo otras cifras”, responde AMLO cuando se enfrenta a cierta información desfavorable.
“Se esperaba un gobierno democrático que impulsara el desarrollo inclusivo, dejando atrás el viejo modelo, y que abordara seriamente la corrupción”, dijo Bárbara González, analista política de Monterrey. “En cambio, tenemos un gobierno que coquetea con el autoritarismo, trata de imponer una hegemonía bajo la cual la oposición de los partidos o la sociedad civil es ilegítima”.
No está claro qué tan dañinos serán esas frustraciones y temores para Morena, el partido de AMLO, este fin de semana, ya que la economía parece estar recuperándose de la recesión del año pasado. El presidente ha mantenido su popularidad gracias a que le recuerda todo el tiempo a los votantes los pecados de administraciones pasadas, a menudo comunicando la diferencia a través de gestos de austeridad personal. Él viste trajes arrugados, toma vuelos comerciales y come en restaurantes al borde de la carretera mientras recorre el interior del país.
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Los partidarios elogian algunos logros, incluidos aumentos en el salario mínimo, el suministro de pagos en efectivo a personas mayores y estudiantes y el intento de re-nacionalizar el sector energético, que es popular en México, incluso si es una mala noticia para el medio ambiente.
“Ha detenido parte de la corrupción… y ha compartido ese dinero con personas de la tercera edad”, dijo Miguel Estrada Rivas, de 74 años, un mecánico de bicicletas en los suburbios de Ciudad de México, quien recibe un pequeño estipendio a través de un programa iniciado por AMLO.
Édgar Cortez, un veterano activista de derechos humanos que fue uno de los más de 30 millones de mexicanos que votaron por AMLO en 2018, expresó su desilusión porque el presidente parecía haber abandonado sus promesas de ayudar a las víctimas de desapariciones forzadas y feminicidios. “Esos compromisos fueron olvidados. No pasó nada”, se quejó el activista radicado en Ciudad de México. Pero las alternativas políticas son tan poco apetecibles que no tenía otra opción.
“Me parece muy triste cuando, en una democracia, los ciudadanos terminan limitados a elegir la opción menos mala, en lugar de la mejor”, dijo Cortez.