La ‘paradoja de las resoluciones de casos’: ¿podría una menor vigilancia policial realmente reducir la violencia armada en Nueva York? La ‘paradoja de las resoluciones de casos’: ¿podría una menor vigilancia policial realmente reducir la violencia armada en Nueva York?
Agentes de la policía de la ciudad de Nueva York detienen e interrogan a un hombre en el Bronx. Foto: Mark Lennihan/AP

James Essig, jefe de detectives del departamento de policía de Nueva York, subió al estrado para explicar la forma en que el departamento había resuelto un crimen.

Menos de una semana antes, el 9 de enero de 2022, justo después de la medianoche, Kristal Bayron Nieves, de 19 años, fue asesinada con arma de fuego en un robo fallido en un Burger King ubicado en East Harlem, donde acababa de conseguir trabajo.

La cámara de seguridad grabó a un hombre con pasamontañas. No mostraba su rostro, pero ofrecía otra pista crucial: un par de audífonos blancos que colgaban de su bolsillo.

Utilizando otras imágenes de vigilancia de la calle y del sistema de transporte, los detectives localizaron e identificaron a un hombre que vestía ropa diferente, pero que tenía un modo de caminar, una estatura y una complexión similares, y unos audífonos blancos que colgaban de su lado. Fue detenido en Brooklyn y acusado de asesinato.

Sin embargo, a pesar de la gran notoriedad y de la autocomplacencia de la policía, el caso destacó principalmente por ser una excepción. La mayoría de los tiroteos ocurridos en la ciudad de Nueva York no son resueltos, lo que deja a las familias sin posibilidad de cerrar sus asuntos y a las comunidades sin respuestas.

Solo el 54% de los asesinatos terminaron en detenciones en 2021, según indica el análisis realizado por Vital City, una revista de la Facultad de Derecho de Columbia centrada en la seguridad pública. En el caso de los tiroteos no letales, el índice en la ciudad de Nueva York es incluso menor: solo el 35% el año pasado.

En la policía, esa cifra es conocida como la tasa de casos policíacos resueltos, y ha disminuido en los últimos años. En 2017, la policía de Nueva York resolvió el 76% de los asesinatos y el 50% de los tiroteos no letales. Sin embargo, cuando surgió la pandemia de Covid-19, los tiroteos aumentaron en todo el país y las tasas de casos resueltos disminuyeron.

Algunos expertos en seguridad pública y en cuerpos policiales atribuyen ese descenso en parte a la falta de confianza en el sistema de justicia penal, sobre todo entre las comunidades afroamericanas, tras los asesinatos cometidos por la policía de George Floyd, Breonna Taylor y otros.

No obstante, mientras el nuevo alcalde de “mano dura contra la delincuencia”, Eric Adams, responde a la crisis con el lanzamiento de la tan anunciada campaña de represión, invirtiendo mayores cantidades de dinero en la policía y creando nuevas unidades especiales que arrestan a personas por delitos menores, existe una nueva idea que está ganando adeptos entre dichos expertos: ¿podría la estrategia de simplemente realizar más arrestos resultar contraproducente, y empeorar la delincuencia?

O, en otras palabras, ¿podría un menor número de detenciones disminuir la delincuencia?

El problema del exceso de vigilancia policial

La capacidad de los cuerpos policiales para resolver un delito, especialmente un tiroteo violento, está ligada a la relación entre la comunidad y aquellos que la patrullan. Muchas veces, las personas que tienen conocimiento de un delito violento grave deciden no denunciar.

La policía y los políticos suelen culpar a la cultura de la “no denuncia”, sin embargo, otros señalan que se trata de algo más complicado que eso.

“No se resuelven estos delitos sin establecer relaciones”, comentó Corey Pegues, excomandante y ejecutivo de la estación del departamento de policía de Nueva York. “Nadie quiere hablar, especialmente en una comunidad donde existe una relación fracturada con la policía”.

Es un círculo vicioso: cuando un menor número de personas coopera, es menos probable que la policía pueda cerrar los casos. Y cuando la policía cierra menos casos, las personas se muestran menos dispuestas a cooperar.

Si lo que ves es que llamas a la policía, y no llegan o llegan tarde, o llamas a la policía y no son capaces de resolver el tiroteo y entonces quedas expuesto, ese ya no será tu primer instinto“, explicó Elizabeth Glazer, experta en seguridad pública, exdirectora de la Oficina de Justicia Penal de la Alcaldía y fundadora de la revista Vital City.

Este año, cuando se disparó el índice de delincuencia, Adams y la policía de Nueva York reforzaron la aplicación de la ley. Uno de esos intentos se centra en los delitos menores contra la calidad de vida, como el evitar los pagos, el consumo de alcohol en la vía pública y las apuestas, que, según indica la policía, están relacionados con la delincuencia violenta. Otro esfuerzo fue la decisión de Adams de reinstaurar las polémicas unidades de lucha contra la delincuencia, disueltas tras las protestas por el caso Floyd y ahora rebautizadas como Equipos de Seguridad Vecinal, encargados de retirar las armas de las calles.

Desde entonces, el departamento de policía de Nueva York ha efectuado más detenciones, aunque en su mayoría por delitos no violentos, según indica la propia oficina de justicia penal de la alcaldía. Incluso la unidad antiarmas efectúa principalmente detenciones por delitos menores, como la posesión de documentos de identidad falsos.

Las investigaciones muestran que el aumento (o, en su caso, la disminución) de la aplicación de la ley por delitos no violentos tiene un efecto escaso o nulo en los índices de delincuencia, sobre todo a corto plazo. Sin embargo, el aumento de las detenciones por delitos no violentos y menores podría tener, a largo plazo, el efecto contrario al que los gobernantes dicen pretender.

Las detenciones “inician una cadena de acontecimientos que, en la mayoría de los casos, dejan a los individuos con antecedentes penales permanentes, aunque posteriormente sean absueltos”, señaló Anna Harvey, profesora de la Universidad de Nueva York y directora del Public Safety Lab.

Las infracciones menores suelen hacer que las personas pierdan su trabajo y que les resulte difícil encontrar un nuevo empleo o conservar una vivienda. El hecho de introducir a las personas en el sistema de justicia penal en primer lugar también aumenta la probabilidad de que vayan a reincidir.

Además, las tácticas policiales agresivas pueden dañar las relaciones con la comunidad. Las ciudades que tienen un mayor número de detenciones por delitos menores no registran índices de delincuencia más bajos, pero sí tienden a experimentar más tiroteos policiales, según indica un análisis realizado por FiveThirtyEight. Algunos temen que, con las nuevas iniciativas del departamento de policía de Nueva York, la violencia policial también persista, socavando los avances logrados.

“Habrá otro Eric Garner, Sean Bell, Omar Edwards”, comentó Pegues, haciendo referencia a los asesinatos relacionados con las unidades de policía civil. “La primera vez que un policía dispara contra una persona desarmada, cualquier incursión que hayas hecho, la perderás ahí mismo. Tú eres el que trajo esto de nuevo. Es tu culpa. No será una buena imagen”.

Detener a las personas por infracciones menores o ponerlas en peligro al interrogarlas en público –lo cual podría convertirlas en un blanco de represalias– puede dificultar la resolución de los casos, señaló Pegues.

“Las comunidades se encuentran atrapadas entre una violencia callejera muy real y un exceso de vigilancia policial”, dijo el defensor público de la ciudad de Nueva York, Jumaane Williams. “Lo que realmente quieren es que el dinero de los contribuyentes financie una labor policial transparente, pero también quieren que sus dólares los mantengan y los ayuden a sentirse seguros. Y eso no ha ocurrido en realidad“.

Desprotegidos por la policía, aun así, castigados por portarlas

No obstante, existe una flagrante excepción a la paradoja de más detenciones: cuando los tiroteos quedan sin resolver. En las comunidades marginadas que padecen una persistente violencia armada, los tiroteos no resueltos fomentan la sospecha de que la policía no se preocupa por las víctimas afroamericanas y latinas, según revela un análisis de la investigación llevado a cabo por el criminólogo de la Universidad de Pensilvania Anthony Braga.

“La confianza en la policía disminuye, lo que socava la disposición de los miembros de la comunidad a compartir información sobre los sospechosos del tiroteo”, escribió Braga en un informe de julio de 2021.

Los estudios también han demostrado que los jóvenes son más propensos a portar armas de fuego en las comunidades que tienen mayores índices de violencia, particularmente cuando no confían en que la policía sea justa.

VIDEO: The Trace colaboró con BRIC TV, el canal de televisión comunitario sin fines de lucro de Brooklyn, para explorar las vidas de los residentes de la ciudad que se ven afectados por la violencia armada. En este episodio del programa “The Damage Done”, conocemos a los miembros de un grupo de apoyo para madres que perdieron a sus hijos en tiroteos. Ve la serie completa aquí.

Lo mismo ocurre en la ciudad de Nueva York. La omnipresencia y la imprevisibilidad de la violencia fueron el principal motivo de la portación de armas, según indica un informe del Center for Court Innovation, basado en entrevistas con 330 jóvenes, en su mayoría afroamericanos y latinos, de edades comprendidas entre los 16 y los 24 años, que vivían en barrios con altos índices de violencia armada. La falta de protección por parte de la policía, y el temor a que esta les dispare, también contribuyeron.

“La sensación de que existe un dilema –desprotegidos por la policía contra otros usuarios de armas, pero castigados por portarlas para protegerse– fue una característica central de los relatos de los jóvenes”, señaló el informe.

“Mucha gente desconfía de la policía porque ‘la policía es rápida para acosarme, pero no es necesariamente rápida para protegerme cuando la necesito'”, comentó Haley Nolasco, directora de prevención de la violencia comunitaria del centro. “Muchas personas tienen armas por esas razones”.

La misma sensación de peligro también los llevó a recurrir a las pandillas. Las pandillas les proporcionaban protección, dijeron los entrevistados, a pesar de que el hecho de unirse a ellas aumenta la posibilidad de que sean blanco de pandillas rivales, o de que ellos mismos se conviertan en perpetradores de la violencia armada.

Incluso en una ciudad que cuenta con un departamento de policía con muchos recursos como el de Nueva York, cuyo presupuesto supera los 11 mil millones de dólares, los dirigentes tienen que decidir a qué destinar el dinero. Si tienen que elegir entre las detenciones por delitos menores o la resolución de los delitos violentos, los expertos señalan que la policía debería dar prioridad a lo segundo.

Mejorar los índices de resolución de los tiroteos, explicó Glazer, es un “canario en la mina de carbón”. Puede ayudar a mejorar la confianza en el sistema de justicia penal al demostrar que los miembros de la comunidad pueden confiar en que la policía impartirá justicia, evitando de este modo que se produzcan más actos de violencia, según muestran las investigaciones.

“La investigación eficaz de los tiroteos puede contribuir a prevenir nuevas avalanchas de violencia armada en las ciudades, al disuadir la toma de represalias e incapacitar a los individuos violentos que podrían reincidir en sus delitos o terminar siendo víctimas de tiroteos de represalia”, escribió Braga en su análisis de 2021.

La interrupción de este ciclo requiere cierta inversión: mejores recursos de investigación, investigaciones constantes que se prolonguen más allá de los primeros días después de un tiroteo y una mejor supervisión, concluyó Braga, basando sus conclusiones en el éxito de una iniciativa en Boston para mejorar los índices de resolución de casos.

El departamento de policía de Nueva York ha tomado algunas de estas medidas, incorporando más agentes a su división de supresión de violencia armada, la cual se centra en las investigaciones de los tiroteos, y exigiendo a todos los detectives que empleen técnicas de investigación básicas como la búsqueda, el interrogatorio de testigos y víctimas y la recopilación de pruebas en la escena del crimen.

No obstante, se ha incorporado un mayor número de agentes a las reactivadas unidades de lucha contra la delincuencia, cuya única tarea consiste en retirar las armas de las calles, y no en averiguar los motivos por los que la gente porta armas en primer lugar.

“Todo se reduce a la cuestión en la que la policía realmente debería centrar su atención: no se trata de contar cuántas detenciones han hecho, sino de contar cuántos delitos con armas de fuego se están cometiendo”, señaló Harvey. “Y lo ideal es que quieran que los delitos cometidos con armas disminuyan mientras efectúan el menor número posible de detenciones para evitar esas consecuencias colaterales”.

“La forma en que la policía se gana la confianza no es mediante partidos de basquetbol, limpiezas u otras cosas”, expresó Glazer.

“Es duplicando los intentos de resolver los casos, y construyéndolos, uno por uno, y creando confianza con las víctimas y los residentes, uno por uno”.

Eric Adams estableció nuevas y polémicas unidades y está deteniendo a personas por delitos menores, sin embargo, la resolución de más delitos violentos podría restablecer la confianza.

Esta serie fue publicada en colaboración con The Trace, una redacción sin fines de lucro que cubre el tema de la violencia armada, y BRIC TV, el canal de televisión comunitario de Brooklyn. Lee la primera parte aquí: Los viejos malos tiempos: cómo la policía de la ciudad de Nueva York hizo retroceder el tiempo. La tercera parte será publicada mañana.

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