La agotadora tarea de ser universitario en pandemia
Estudiantes en la Biblioteca centra de Ciudad Universitaria. Foto: Flickr.

Tanta era la emoción de Jonathan Luna de comenzar la carrera de Comercio Internacional en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) que ya tenía planeada su rutina: por la mañana tomaría sus clases y en la tarde trabajaría en un centro comercial. A seis meses de que comenzaron las clases, sólo ha visitado una vez el campus por la pandemia de Covid-19.

“Me gustan mucho los edificios, los jardines. Es muy lindo estar ahí, me sentí súper bien. Es muy grande, ya me sentí universitario”, describe Luna su experiencia cuando estuvo en las instalaciones de la UAEM campus Nezahualcóyotl. A sus compañeros sólo los ha visto en videoconferencias, ya quiere regresar a las aulas porque extraña la convivencia física.

Itzel Servero estaba lista para entrar a la universidad desde mayo de 2020, pero decidió posponer su ingreso a la Universidad del Valle de México (UVM) por el inicio de confinamiento. Pensó que la emergencia sanitaria terminaría en algunos meses, pero no fue así. Para el mes de septiembre comenzó su primer cuatrimestre en ingeniería industrial.

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“Me desespero muy rápido, no me siento muy bien con cómo voy llevando la universidad, a pesar de que he tenido buenas calificaciones. No me gusta esta modalidad”, dice en entrevista para La-Lista.

Desde que Andrea Mendoza cursaba el bachillerato, le emocionaba la idea de estudiar medicina, más en Ciudad Universitaria. “Me aseguré de traer el promedio y cuando lo metí (el pase reglamentado) era porque sabía que quería”. Le desilusionó cursar su primer año sentada más de 10 horas frente una pantalla.

Hay días que me siento muy cansada. Ya no con tanto entusiasmo, sino porque tienes que hacerlo”. No es la única inconforme con las clases virtuales, el 58.3% de los estudiantes del ciclo escolar 2019-2020 aseguran que no han aprendido con esta modalidad, según la Encuesta para la Medición del Impacto Covid-19 en la Educación del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Durante mayo del año pasado, U-Report México realizó una encuesta virtual a jóvenes entre 13 y 25 años. El 32% dijo sentirse decaído varios días, el 42% estresado por no poder salir de casa y el 32% presentó dificultades para concentrarse casi diario.

Agotamiento y deserción escolar

Myriam Ávila, ponente de la UVM y profesora de la UNAM, está certificada desde hace seis años para dar clases en sistema mixto: presencial y a distancia. La migración digital no fue problema para ella, pero para sus estudiantes sí.Hay gente que no participa porque le da pena, gente que no prende nunca su cámara. Hay un hartazgo, un no querer estar”.

A pesar de que está capacitada para impartir clases a distancia, extraña la presencia física en el salón de clases. La comunicación corporal le permite saber si un alumno entendió la explicación o si está pasando por un momento complicado en su vida.

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Desde hace siete años, Rafael Pazarán está especializado en plataformas digitales. La migración académica a la pantalla no fue un cambio abrupto para este docente de la Universidad La Salle. “Tratamos de convertir el aula digital con elementos de aprendizaje a través de un modelo sociocognitivo”.

Acepta que tuvo algunos retos, pero si se comprende el entorno de los estudiantes –como sus dificultades de conexión a internet o la falta de acceso a una computadora eficiente– se pueden ejecutar estrategias de aprendizaje.

El ejercicio estadístico de U-Report México señala que 60% de los jóvenes encuestados tienen acceso a internet y el 50% a una computadora funcional. Dichos resultados no son muy lejanos a lo que señaló el estudio de Pisa en 2018, donde el promedio de ambos rubros era del 50%.

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La mayor intranquilidad de la doctora Adriana Juárez, docente de la carrera de cirujano dentista en la UNAM, es que sus estudiantes están perdiendo las prácticas en clínica. “Sí me preocupa el perfil de los chicos. Yo hubiera detenido el ingreso de las nuevas generaciones”.

Señala que el 50% de dos materias que imparte requieren actividades prácticas. Hasta la fecha, la universidad no les ha aclarado si esto se remediara o cómo se solucionará el problema en el futuro.

A partir del cuarto semestre de la carrera de Enfermería, Valeria Ayala comenzaría sus actividades en la clínica. “Fue agotamiento físico y mental. Pasaba unas 12 o 13 horas sentadas en la computadora, entre clases y tareas”. Finalmente, la estudiante se dio de baja de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

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Quería ser trabajadora de la salud desde la preparatoria y cuando realizó el servicio social de la carrera técnica en un hospital psiquiátrico lo confirmó. En septiembre interrumpió sus estudios porque estaba perdiendo la práctica en campo, pero piensa regresar.

Durante este ciclo escolar, 89,900 alumnos interrumpieron su educación superior: el 44.6% por la pandemia, el 17.1% porque tenía que trabajar, el 8% por falta de recursos y el 30.3% por otra razón.

El campo laboral se complica más

María Elena Rivera cursaba el séptimo semestre de Ingeniería química metalúrgica en la UNAM cuando llegó el Covid-19. Sus planes eran cursar sus últimas materias en otra facultad, la pandemia arruinó el plan. “También el servicio social, lo empecé a hacer en el Instituto de Materiales e iba a hacer cosas en el laboratorio, ahorita no puedo hacer nada. Estoy haciendo solamente redacción de documentos”.

Para solucionar las prácticas, sus profesores le envían videos, pero no es lo mismo. “A veces (falta) el error humano, el principal, de cómo preparas las cosas, cómo lavas tus materiales”. Además, coincide con sus compañeros en la frustración de no entender las clases: de seis horas que pasa frente a la computadora, una es la efectiva.

Antes del coronavirus, el campo del trabajo para los egresados era complicado. Hoy lo es más. Las empresas quieren contratar gente con experiencia y eso no ha cambiado, señala Héctor Marquez, director de relaciones institucionales de ManpowerGroup. “Los que no pudieron hacer sus prácticas por el tema Covid, definitivamente complica su incorporación al mundo laboral“.

Aunque hace una acotación: cuando pasa una crisis se abren muchas vacantes temporales. Ahí es donde podrían aplicar los universitarios, ya que los criterios de reclutamiento son menores. Con el tiempo, los puestos eventuales se pueden convertir en permanentes.

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Datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de 2018 indican que para los egresados mexicanos es más difícil encontrar empleo. La tasa de contratación de universitarios en este país es de 80.7%, el promedio de los países integrantes de este grupo es de 84.1%.

Daniela Martínez realizó su examen profesional en febrero del año pasado. Aunque ya tiene todos los requisitos, sigue sin fecha de entrega de su cédula profesional. La empresa en la que trabaja la exalumna de contaduría realiza promociones de puesto una vez al año. “Evalúan a 20 chavos, el título me daba un punto más en los filtros que hacen los socios”.

Hace más de dos años entró a trabajar en esa firma. Para este año ya quería ascender a encargada, pero la pandemia lo ha complicado.

En este panorama, los universitarios tienen que asegurar su pasión por la carrera que estudian. “Se debe modificar el perfil de egreso”, detalla Guillermina Nava, fundadora del Instituto Mexicano de Orientación Vocacional y Profesional. Se necesitan competencias de creatividad, resolución de problemas, dominio de herramientas digitales. Y tendrán que desarrollarlas en pandemia.

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