Luna roja: ¿por qué se pone de este color?
Los altos índices de contaminación atmosférica pueden contribuir a esta coloración rojiza o anaranjada. Foto: Victor Kallenbach/Unsplash

La Luna, ese misterioso satélite que nos acompaña en nuestras noches, a veces nos sorprende con tonalidades rojizas o anaranjadas, y en otras ocasiones parece agrandarse ante nuestros ojos.

¿Es una ilusión o un juego de luces y atmósfera lo que pasa con la Luna?

Según explicaciones de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), cuando la Luna adopta tonos rojizos o anaranjados, es resultado de un juego de luces y la atmósfera terrestre. Este fenómeno se produce especialmente cuando la Luna se encuentra cerca del horizonte. En esta posición, su luz atraviesa una mayor cantidad de atmósfera terrestre, permitiendo que los tonos azules y verdes sean dispersados, mientras que los rojos, más resistentes a la dispersión, se hacen más visibles. Es por eso que percibimos la Luna con tonalidades cálidas cuando está cerca del horizonte.

Los altos índices de contaminación atmosférica, el exceso de polvo o la presencia de humo debido a incendios pueden contribuir a esta coloración rojiza o anaranjada. Además, los astrónomos señalan otro fenómeno llamado dispersión de Rayleigh, donde la luz se dispersa en partículas diminutas presentes en la atmósfera, lo que puede intensificar los tonos rojizos en la Luna cuando esta se encuentra en determinadas posiciones.

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¿Qué tiene que ver un eclipse con la Luna Roja?

Los eclipses lunares son otro factor que puede contribuir a que la Luna adquiera tonalidades rojizas. Durante un eclipse lunar, la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, proyectando una sombra sobre el satélite. La luz solar, al atravesar la atmósfera terrestre, se desvía y filtra, dejando pasar solo los tonos rojos, a este fenómeno se le conoce menudo como Luna de sangre.

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¿Por qué a veces la Luna parece más grande de lo habitual?

Esto se debe a ilusión óptica. Aunque la distancia entre la Luna y la Tierra permanece relativamente constante, la percepción de su tamaño puede variar. Cuando la Luna se encuentra cerca del horizonte, nuestro cerebro la percibe en relación con los objetos terrestres que la rodean, como árboles o edificios, lo que nos da la sensación de que es más grande. Sin embargo, cuando la observamos en lo alto del cielo, sin puntos de referencia cercanos, parece más pequeña.

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