El asesinato de un reportero eleva la terrible cifra de violencia contra periodistas mexicanos
Foto: Joseph Redfield Nino/Pixabay.com

David Agren/The Guardian

Temprano el lunes 9 de noviembre , Israel Vázquez, un reportero de nota roja en Salamanca, Guanajuato, recibió un tip de que una bolsa de plástico llena de restos humanos había sido arrojada al costado de una calle.

Llegó al lugar antes que la policía, pero mientras se preparaba para transmitir en Facebook en vivo, un grupo de hombres armados abrió fuego desde un automóvil en marcha y dispararon ocho veces. El reportero murió a raíz de sus heridas horas más tarde.

Fue el tercer periodista mexicano asesinado en menos de dos semanas, y el octavo este año.

Jesús Alfonso Piñuelas, fundador de dos medios de comunicación en el estado de Sonora, fue asesinado a tiros el 2 de noviembre. Arturo Alba Medina, presentador de televisión en Ciudad Juárez, recibió un disparo el 29 de octubre mientras conducía por la ciudad fronteriza. Los reportes en la prensa dicen que fue alcanzado por 10 balas.

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Esta serie de asesinatos ha reforzado la posición que ocupa México como uno de los países más mortíferos del mundo para los periodistas y es un recordatorio de los riesgos que enfrentan los periodistas que cubren temas delicados como el crimen, la política y las fuerzas de seguridad.

Impunidad con todas sus letras

“Si quieres matar a un periodista, puedes hacerlo pues hay muchas posibilidades de que te salgas con la tuya sin que te atrapen”, dice Jan-Albert Hootsen, representante en México del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), un grupo que se dedica a la defensa de la libertad de prensa.

De acuerdo con Hootsen, en al menos cinco casos los asesinatos de estos periodistas tuvieron que ver directamente con su trabajo. En cuanto a Piñuelas y Alba, no ha quedado en claro si sus muertes tuvieron que ver con sus actividades periodísticas. Pero, como dice Hootsen, esos casos rara vez se investigan con seriedad.

“Hay una crisis de violencia e impunidad en curso”, dice Hootsen. “Dado que los gobiernos mexicanos, actual y anteriores, no han combatido la impunidad con toda seriedad, la situación empeora constantemente”.

En 2019, México tuvo el segundo mayor número de asesinatos de periodistas, ubicándose después de Siria, un país devastado por la guerra, según el CPJ.

La autocensura no basta para sobrevivir

Vázquez, de 31 años, solo llevaba tres años trabajando como reportero, pero sus colegas del medio digital El Salmantino lo tenían bien considerado. Cubría tanto la fuente de deportes como la nota roja, y muy seguido le tocaba el turno de la noche.

De acuerdo a sus colegas en el medio, Vázquez sabía, como lo sabe la mayoría de los reporteros mexicanos, que el trabajo implica cierto grado de autocensura a fin de sobrevivir.

“Israel tenía mucho cuidado con lo que transmitía”, dice Verónica Espinosa, corresponsal en Guanajuato del semanario Proceso. “No solía dar detalles sensibles” en sus informaciones.

Guanajuato padece de un aumento de la violencia a medida en que grupos criminales rivales compiten por las rutas del tráfico de drogas, así como delitos como la extorsión y control del huachicoleo, el lucrativo mercado del robo de combustible.

No es suficiente cuidarse

Los periodistas en el estado acostumbran tomar extra cuidado y medidas de seguridad adicionales, dijo Espinosa: prácticas como trabajar en equipo, publicar sus notas sin firma, y omitir detalles potencialmente sensibles en sus notas.

Pero estas medidas de seguridad no siempre son suficientes. Víctor Manuel Jiménez, reportero de Rotativo Digital Guanajuato, otro medio de noticias en el estado, salió de su casa el 1 de noviembre para asistir a un partido de beisbol en la ciudad de Celaya y nunca regresó.

La respuesta de los funcionarios a tales crímenes es, a menudo, poco entusiasta. Tras el asesinato de Vázquez, los reporteros de Salamanca exigieron una reunión con la alcaldesa local, Betty Hernández. Sin embargo, les asombró el que ella pareciera haberlo culparlo por su propia muerte.

“La verdad es que, mira, ir a las 6 o 5 de la mañana a cubrir una nota en ese lugar… todos saben que es peligroso”, dijo Hernández, en video de la reunión.

“¡Pero somos periodistas!”, se escucha a una persona.

Espinosa, de Proceso, dijo que la respuesta del alcaldesa fue “absurda”, pero la forma usual en que los funcionarios mexicanos a menudo insinúan que víctimas como Vásquez son culpables de sus propias muertes. “Lo criminaliza y lo responsabiliza por condiciones de seguridad que no son responsabilidad de un ciudadano y mucho menos de un periodista”, dijo Espinosa.

Víctimas hasta de las manifestaciones contra la violencia

Los periodistas que cubren las manifestaciones también son víctimas de ataques en México. El mismo día que asesinaron a Vázquez en Salamanca, cuatro periodistas resultaron heridos cuando la policía de Cancún abrió fuego contra una multitud que protestaba contra los feminicidios.

Grupos de activistas convocaron a esa marcha luego del asesinato de una mujer llamada Bianca Alejandrina Lorenza, de 20 años, cuyo cuerpo desmembrado fue encontrado en una bolsa de plástico el fin de semana previo. Cuando los miembros del grupo intentaron asaltar el ayuntamiento local, la policía abrió fuego con balas de verdad.

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