Que siempre sí le van a dar con todo al shale
Ángel Guardián
Que siempre sí le van a dar con todo al shale
Foto: Peter Holmes. Foto/Pixabay.com
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Uno de los mensajes más contradictorios en términos de política energética de la administración de Andrés Manuel López Obrador es el de las inversiones en la producción de crudo. Y, dentro de este rubro, nada ha sido más contradictorio, y polémico, que el de las operaciones de Pemex en extracción no convencional.

Es el caso del shale. El gas y aceite, obtenidos de los yacimientos conocidos como lutitas mediante el procedimiento de fracturación hidráulica, o fracking.

La simple mención de fracking ha sido como una blasfemia para la 4T. Desde la campaña de 2018 (para no ir más atrás), ha sido religión y mantra en cuanto a política energética, la de negar que México seguirá incurriendo en actividades de fracking.

En sexenios pasados, Pemex, a modo de prueba primero, y luego ya como parte del mix de producción, había recurrido al fracking y se tenía un polémico plan, derivado de la reforma energética de Enrique Peña Nieto, de ampliar la exploración en varias de las cuencas, sobre todo en el noreste del país (Nuevo León y Tamaulipas) y parte del norte de Veracruz.

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Sin embargo, como a muchos otros rubros de producción energética, el manto prohibitivo de la 4T también tocó al del shale, sobre todo con la consigna de que no se perseguiría este tipo de operaciones en la actual administración por ser nociva para el medio ambiente.

Pero ello sólo quedó en las declaraciones de AMLO, en algunos discursos del director general de Pemex, Octavio Romero, y cada vez que a los funcionarios de la actual administración se les pregunta sobre el tema.

La cosa es diferente en el papel. A fines de año, con todo el mundo preocupado por el cuándo y el cómo se aplicarán las vacunas que México adquirió contra el Covid-19 para comenzar el fin de la pandemia, se supo de planes para incluir en la estrategia nacional de energéticos actividades de shale.

Este nuevo plan, delineado por Pemex y aprobado sin ton ni son por la Comisión Nacional de Hidrocarburos, consiste en una inversión de más de 8,500 millones de pesos para la perforación de 32 pozos en una superficie de 787 kilómetros cuadrados en la cuenca Tampico-Misantla.

Un poco, para salvar cara, Pemex refirió que si bien el gobierno federal, es decir AMLO, ha descartado el fracking, solicitó estos permisos por si las cosas llegaran a cambiar.

Y hay un potencial del shale que incluso la 4T ha reconocido y que la Administración de Información Energética de EU (EIA) calcula enorme.

De acuerdo con esta agencia, México tiene recursos shale técnicamente recuperables, de 545 billones de pies cúbicos de gas natural y 13,100 millones de barriles de aceite y condensados. Todo esto está “almacenado” en depósitos marinos y formaciones de lutita distribuidas por amplias zonas del Golfo de México y del noreste del país.

Con las metas de Pemex de producir en promedio 1.8 millones de barriles de petróleo y con un mundo en que está en veremos la demanda de combustibles fósiles, la aventura del fracking sigue siendo eso, una aventura, sobre todo por los altos costos asociados a la exploración, a que no hay inversionistas privados que crean todo lo que dice el gobierno y que, como otros proyectos energéticos de la 4T, suena a un proyecto de dicho, nada más.

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