Desconectado y soberbio
Ciudadano Político

Provocador de ciudadanos, creador de espacios de encuentro y conocimiento. Exservidor público con ganas de regresar un día más preparado. Abogado y politólogo con aspiraciones de chef. Crítico de los malos gobiernos y buscador de alternativas democráticas. Twitter: @MaxKaiser75

Desconectado y soberbio
Foto: Gobierno de México.

“Si no hay pan, que coman pasteles”María Antonieta (1775)

Una de las características más famosas del candidato López Obrador, evidente en sus tres intentos por llegar a la presidencia, fue su cercanía con las personas de los miles de pueblos que recorrió en 18 años. Fueron miles de eventos en los que no rechazaba el contacto directo, el abrazo y la foto con quienes habían esperado horas para estar cerca.

El candidato López caminaba entre ellos, los saludaba y hablaba con frases simples, y contaba una historia que todos podían entender: por años los poderosos se aprovecharon de ustedes, les pidieron su voto y luego se robaron todo lo que pudieron, sin mejorar su vida.

La historia era simple y, sobre todo, verdadera. La gente que lo escuchaba vivía al día, con pocas oportunidades de trabajo, dependiente siempre de los diferentes tipos de gobierno, en lugares con malas escuelas, malos servicios de salud, mucha violencia e inseguridad, y rodeados de corrupción en distintas versiones. La frustración y el enojo de las personas parecía encontrar respuesta en uno de ellos, una persona común, que si los entendía, que no hablaba raro, ni traía 20 guaruras, ni era rico, que se acercaba y los escuchaba, y que quería arrebatarle el poder a los que siempre ganaban. Era, además, una víctima como ellos, porque esa mafia del poder había tratado de evitar su llegada al poder.

Una y otra vez les prometió a sus electores que su gobierno sería diferente, que la corrupción se acabaría junto con los privilegios, que habría paz y justicia, y, sobre todo, que acabaría con la pobreza. Todo lo que los gobiernos anteriores le habían negado al pueblo. El discurso se repitió miles de veces.

Así llegó a la Presidencia. Cargado de expectativas de millones de personas. Los olvidados de siempre estarían en el centro de la política pública y de la acción de gobierno, finalmente. Pero, 2 años después de asumir el cargo, la violencia y la corrupción están completamente fuera de control, la tragedia económica generará alrededor de 10 millones de pobres nuevos según el CONEVAL, el año pasado desaparecieron 1 millón de Mipymes, de acuerdo con el Estudio sobre la Demografía de los Negocios (EDN) 2020 publicado por el INEGI, y la pandemia ha cobrado 300 mil muertes, 73% de las cuales son personas que estudiaron hasta primaria o secundaria, según datos oficiales.

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Ante esta trágica realidad, la respuesta que se esperaría del Presidente cercano a los olvidados de siempre sería de emergencia, urgencia y preocupación. Se trata de sus electores, de las personas que confían en él.

En cambio, lo que ha reinado es el triunfalismo, la mentira permanente respecto de la realidad y la gestión de gobierno, la celebración de símbolos sin trascendencia social y la soberbia. “No pienso corregir”, parece decir el Presidente permanentemente.

¿Dónde quedó la empatía con las personas que otros gobiernos habían olvidado? ¿Dónde está el implacable luchador social que escucha a los violentados y a los pobres? ¿Por qué sonríe cuando miente sobre el control de la pandemia que mata a los más pobres? ¿Era la cercanía a las personas olvidadas una simple estrategia electoral?

La respuesta a esta última pregunta la tendremos en esta campaña electoral. El Presidente jamás volverá a estar en una boleta, pero su partido tendrá que demostrar que son un movimiento social que se preocupa por la gente, y no una simple maquinaria para llegar al poder y mantenerlo.

La última palabra la tendremos los ciudadanos, que ya vimos de todo, y no deberíamos dejarnos engañar tan fácil.

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