Nos robaron la menstruación
Lazos

Periodista egresada de la FES Acatlán, UNAM. Siempre aprendiz. Reportera, mamá de Natalia y columnista de Lazos, una publicación semanal que aborda temas sobre liderazgo femenino, maternidad feminista y crianza responsable. Twitter: @betty_corree

Nos robaron la menstruación
Foto: Anna Shvets/Pexels

A las mujeres y a las personas menstruantes, desde pequeñes, nos han enseñado que la menstruación es un asunto de nosotras y que debemos manejarla en la intimidad y en una burbuja de silencio, una que se debe reventar.

El tabú de la menstruación aún causa ruido en una sociedad machista como la nuestra. Que ha obligado a las personas que reglan a tratar el tema solo en la intimidad, en un espacio cercado por señalamientos, poco conocimiento y sensibilidad, un espacio al que no se tiene acceso ni datos.

En la que cada una aprende por conocimientos y experiencias de las otras, en muchas ocasiones utilizando productos para gestionarla que les han funcionado a nuestras madres, hermanas, tías o primas. Una decisión que no para todas es libre y mucho menos accesible. Pero, ¿qué pasa cuando las opciones quedan sesgadas?

La Ciudad de México cortó las posibilidades a muchas mujeres tras implementarse la segunda etapa de la Ley de Residuos Sólidos, que dentro de las prohíbe de plásticos de un solo se encuentran los tampones con aplicador de plástico, lo que orilló a las empresas a sacarlos de las tiendas de la capital, dejando sin una alternativa a mujeres y personas menstruantes que por comodidad o necesidad la utilizaban para gestionar el periodo.

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Sobre ese tema platiqué con la cofundadora de la iniciativa #MenstruaciónDignaMéxico, Anahí Rodríguez, sobre lo que esto podría significar para quienes utilizan estos productos. Ella lanzó una duda genuina: ¿Por qué somos nosotras las que estemos incómodas durante nuestra menstruación? ¿Cómo pueden invisibilizar algo que nos pasa cada mes durante 40 años de nuestra vida?

La menstruación no se ha visto con perspectiva de género, siempre se aborda desde el punto de vista ecológico, como un negocio con materiales que en ocasiones son incómodos o que afectan la salud, que genera un costo con impuesto mensual que impacta en mayor o menor medida la cartera de cada familia y donde la opinión de las que menstruamos no importa sobre qué necesitamos y cómo queremos utilizarlo.

Una ley a favor de la ecología pero que sesga nuestro derecho a elegir los productos que mejor nos acomodan. “Volvemos al mismo punto, ¿por qué somos nosotras las que estemos incómodas durante nuestra menstruación?”, señala Anahí.

Necesitamos un mayor compromiso de las empresas por generar productos amigables con el medio ambiente y los cuerpos, y al alcance de todos. Y de parte del gobierno contemplar cómo las mujeres y personas menstruantes gestionan el periodo, el producto más utilizado, cuántas de ellas tienen información sobre las diferentes alternativas que existen, espacios limpios y con la infraestructura para utilizar cualquier tipo de producto, que se siga el ejemplo de Michoacán que permite a jóvenes y adolescentes acceder gratuitamente a productos de higiene íntima, generar educación robusta en la que tanto hombres como mujeres conozcan más sobre el tema…

Y mejor aún, que nos dejan decidir sobre nuestro cuerpo y la forma en la que manejamos la menstruación.

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