Son las adolescentes las que merecen elogios por hablar sobre abuso sexual
The Guardian
Son las adolescentes las que merecen elogios por hablar sobre abuso sexual
Foto: Gaelle Marcel/Unsplash.com

Una petición reciente de Chanel Contos para una mayor educación sobre el consenso sexual sacó a relucir la realidad de las experiencias de ataque sexual de las chicas adolescentes. Miles de mujeres adolescentes y jóvenes presentaron a detalle sus experiencias cuando los compañeros las molestaron o las atacaron sexualmente. Con esto se subraya la necesidad de ayudar a las adolescentes a sentirse más cómodas al compartir sus experiencias.

Al mismo tiempo, un número de chicos adolescentes han recibido elogios por hablar sobre el tema al exhortar a sus compañeros a demostrar mayor respeto por las mujeres.

En las redes sociales, los chicos reciben comentarios por hablar en contra de los ataques sexuales y los llaman “inspiradores”, “valientes e impresionantes” y “sobresalientes”. Les dicen que sus palabras, que se comparten ampliamente en línea y se publican en los principales medios noticiosos, dan “esperanza para un futuro de igualdad y justicia para las mujeres”. Y les dicen que “son el futuro que necesitamos”.

Ser un buen aliado es importante, obviamente, pero no dejo de sentirme frustrada por la gran cantidad de atención y elogio que reciben los chicos por decir las mismas cosas que las chicas han estado diciendo desde hace años.

Es muy frustrante porque las voces de las chicas casi no se escuchan o no les aplauden cuando hablan sobre comportamientos sexistas. De hecho, a las adolescentes casi siempre se les dice que se queden quietas.

Si amplificamos las voces de las adolescentes, podríamos escuchar mucho sobre los temas con los que lidia la sociedad actualmente.

Cuando era adolescente, me decían que me estuviera quieta.

A los trece años, fui a mi primer baile en la secundaria, y los chicos me manosearon muchas  veces, diferentes chicos. Los chicos de otras escuelas competían para ver a cuantas chicas podían manosear en una noche. Corrían antes de que pudiéramos dar la vuelta para identificarlos por lo que era casi imposible dar nuestro consentimiento.

A los 14 años, estaba sentada en mi escritorio y la maestra me dijo que cerrara las piernas. Nuestros maestros estaban al frente, y acaso ¿queríamos que se sintieran incómodos? Debía tener cuidado y cruzar las piernas porque no quería que nuestros maestros vieran cosas durante la asamblea.

A los 15 años, mientras estaba sentada en clase, me dijeron que fuera “discreta” en los pasillos. Que un miembro masculino del persona después de la clase de educación física se había sentido incómodo mientras nos ayudábamos entre todas a subirnos el cierre de los vestidos.

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A los 16 años, cuando iba a un baile, me dijo la pareja de mi amiga que mis “bubis eran más grandes” de lo que él pensaba. Mientras recorría mi vestido con la mirada yo sólo me reí como si fuera un chiste. No quería que se diera cuenta de que nunca me había sentido tan incómoda.

A los 17 años, mientras estaba en clase, me dijeron que no volviera a usar ropa tan ajustada o reveladora para la siguiente vez que pudiéramos ir sin uniforme. Que había hombres en el plantel y que si queríamos que se sintiéramos incómodos.

Me dijeron que hiciera sentir cómodos a los hombres. Me dijeron que fuera discreta.

Nos hicieron sentir avergonzadas de nuestros cuerpos. Nos hicieron temer a la mirada de los hombres. Nos hicieron sentir como objetos en exhibición. Nos hicieron sentir que teníamos que callar.

Si las conversaciones actuales hacen sentir incómodos a los chicos o a los hombres pues no creo que sea malo. Vivimos en una cultura en la que las adolescentes y las mujeres se sienten incómodas. No tenemos que hacer que los hombres y los chicos se sientan cómodos cuando los elogiamos de más por hablar de lo obvio.

Las adolescentes son las que son valientes e impresionantes por compartir sus experiencias traumáticas de abuso sexual. Las adolescentes son las que inspiran y las que sobresalen por luchar para que se escuchen sus voces.

Las adolescentes son las que me dan esperanza para un futuro de igualdad y justicia para las mujeres.

*Emmaline Monteith creció en Brisbane, Australia. Está terminando su licenciatura e Inglés y Estudios de Género en la Universidad Nacional de Australia.

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